domingo, 30 de mayo de 2010

Desayuno iluminado : Brioche matinal "huevos fritos" / Enlightening Breakfast : Sunny Side Up Brioche / Déjeuner "illuminé" : Brioche aux abricots

Es sorprendente cómo a fuerza de leerme todas las semanas, algunos lectores fieles se sienten tan cercanos a la que suscribe que hasta les preocupa su destino. Algunos me dan fe de estas preocupaciones con maternal vigor en los comentarios, otros me hacen reproches y recriminaciones por correo electrónico.
Me parece algo sorprendente y un poco enternecedor esto de que tanto desconocido sienta que le concierne lo que me depare la suerte. A ratos también me parece un pelín aterrador. Pero son los menos. Hay lectores que se preocupan sobre mi futuro laboral, hay lectores que se inquietan por mi salud mental, y otros que se hacen mala sangre por mi salud física. Y luego están los que temen por la salud de mi alma. Hay que decir que he dado motivos de inquietud a los tres primeros grupos. A los últimos, creo que en el pasado también les he dado razones para temer mi condenación eterna.

Desde que apostaté (y no, no me ha fulminado un rayo divino), parece que los altos representantes de varias religiones siguen poniéndose de acuerdo para competir a ver quién hace la declaración más majadera y confirmarme así que tomé la decisión correcta. Podría escribir un post muy largo sobre el tema, pero creo que no diría nada que gente como este señor no haya dicho ya, de forma más divertida, concisa e inteligente que yo.

No tengo ganas de lanzarme a una apología enardecida del ateísmo, aunque sigo pensando que a pesar de estar en el siglo XXI, el siglo de la ciencia y la tecnología, en la era de la lógica, las voces de los no-creyentes y de los agnósticos se dejan oír muy poco: cuanto más oigo las noticias, más cerca me siento de las Cruzadas. Pienso que hacer proselitismo del ateísmo lo convertiría en algo similar a lo que estoy intentando dejar atrás. ¿Qué por qué hablo relativamente a menudo del tema? Bien, porque en mi calidad de mujer y de mujer feminista, creo que tengo que hablar del tema. Ser mujer, feminista y contar aún entre las filas de católicos es como ser judío y neonazi. Una gran incoherencia ideológica. No es mi objetivo que los lectores adopten el dogma del ateísmo: mi intención es más bien que practiquen sus creencias o sus no creencias en la consciencia. Que dediquen un poco más de tiempo a la duda, ése gran profesor, y un poco menos a profesar.

En esta era de convencidos iluminados, nada como un buen desayuno de las luces, una receta soleada de brioche con albaricoques, para eliminar tinieblas y oscurantismo, y empezar el día de forma lúcida : un buen sistema de iluminación para terminar con los iluminados, si me permitís el juego de palabras más bien tontuelo y redundante. Servir a los primeros albores, acompañado de una dosis apropiada de cafeína, y de libros como éste. Comenzaréis la jornada con los ojos bien abiertos.

Mejor me aplico a lo mío: la receta. Porque me releo y veo que me está saliendo un post con un tufillo pontifical...


La razón por la que este delicioso brioche de mantequilla, relleno de crema pastelera y albaricoques, ha sido bautizado (y dale) brioche "huevos fritos", es bastante evidente: no tenéis más que ver las fotos.

La receta, que sale espléndidamente buena, está sacada (con toquecito personal) de este libro del que ya os he hablado mucho, y que se ha convertido en mi evangelio para las masas (de pan y de brioche. No de fieles. Por seguir con la metáfora religiosa).

Parece mucho más complicada de lo que realmente es. Sólo hay que prever un día de antelación para la masa. El resto se hace en diez minutos, y casi sin mancharse las manos. Hay más trabajo de espera que trabajo activo. Este tipo de masa, perfumada con agua de azahar, también produce unos roscos de Reyes estupendos.

INGREDIENTES PARA LA MASA DE BRIOCHE

(para 4 brioches de tamaño más que respetable)

- 1/2 taza + 1/4 (unos 180 ml.) de agua tibia

- 8 gr. de levadura fresca de panadería

- 1/2 cucharada de té de sal

- 4 huevos, batidos ligeramente + 1 huevo para dar brillo

- 1/4 de taza de miel

- 1/2 taza + 1/4 (1 barra y media, si vivís a este lado del Atlántico, unos 170 gr. al otro lado) de mantequilla sin sal, derretida, o de aceite vegetal de sabor muy suave (girasol, maíz o canola)

- 3 tazas y 1/2 + 1/4 de taza de harina blanca (unos 420 gr.) tamizada

- 1 cucharada sopera de ralladura fina de naranja

- 4 albaricoques

- un poco de mermelada de albaricoque


INGREDIENTES PARA LA CREMA PASTELERA

- 2 tazas de leche

-1/2 taza de azúcar (unos 115 gr.)

- 2 cucharadas soperas de mantequilla sin sal

- una pizca de sal

- 1 cucharada de té de extracto natural de vainilla, o una vaina de vainilla natural (aún mejor)

- 3 cucharadas soperas de fécula de maíz (Maizena)

- 1 huevo

- 3 yemas de huevo


PREPARACIÓN DE LA MASA (UN DÍA ANTES):

Tamizar la harina y echarla en un bol bastante grande (una ensaladera, o mejor, un gran recipiente tupperware).

En una taza, disolver la levadura en el agua tibia (no caliente). Disolver a continuación la sal. En un bol aparte, mezclar bien la miel y la mantequilla derretida. Batir los huevos e incorporar a esta mezcla gradualmente, así como la ralladura de naranja. Añadir la disolución de levadura. Cuando todo esté bien mezclado, verter en el gran recipiente sobre la harina. Mezclar con una cuchara de madera, hasta haberse asegurado de que toda la harina ha desparecido. La masa será demasiado blanda como para trabajarla con las manos fuera del recipiente. No pasa nada, como vamos a refrigerarla, el frío hará que mañana sea posible trabajar con ella.

Poner la tapa sin ajustarla, o cubrir con un plástico sin cerrar herméticamente, y dejar que la masa suba en un cuarto sin corrientes de aire, unas dos horas (depende del calor que haga). Veréis que el volumen dobla, el levado habrá terminado cuando la "cima" de la masa empieza a aplanarse.

Cerrar herméticamente y guardar en el frigorífico, con cuidado de no agitar el recipiente ( si sois muy bruscos, la masa perderá todos los gases de la fermentación y se "deshinchará", lo contrario de lo que se pretende con este método).


PREPARACIÓN DE LA CREMA PASTELERA

Calentar -en el microondas, fácil y rápido- hasta ebullición la leche, 1/4 de taza del azúcar total, la vaina de vainilla, la mantequilla y la sal. Remover bien. Reservar.

En un bol, mezclar bien la Maizena y el azúcar restante (1/4 de taza). Añadir el huevo y las yemas de huevo, batidos previamente, y mezclar bien hasta formar una pasta homogénea. Muy poco a poco, en pequeñas cantidades (de lo contrario se formarán grumos), verter un poco de la leche caliente en esta mezcla de huevo y batir bien. Una vez incorporada toda la mezcla de leche a la mezcla de huevo, ésta última se habrá calentado un poco. Verterlo todo en un cazo y ponerlo a hervir a fuego medio, sin dejar de batir con las varillas. Bajar el fuego un poco cuando comience la ebullición. La mezcla espesará unos dos o tres minutos después de haber comenzado a hervir.

Sacar la vainilla del cazo, y dejar que la crema pastelera enfríe cubierta con un plástico pegado a su superficie, para evitar la formación de costra. Conservar en el frigorífico una vez fría.

PREPARACIÓN DE LOS BRIOCHES

Cubrir una bandeja de horno con pergamino o con una silicona.

Espolvorear la superficie de la masa refrigerada en el mismo recipiente con un poco de harina. Con cuidado de no manipular la masa más de lo necesario, ni de "desinflarla", cortar con unas tijeras de cocina una bola del tamaño de un pomelo. Cuando estéis cortando la masa, veréis que una especie de "piel" se ha formado en su superficie. Con cuidado de no aplastar la masa con las manos, id recogiendo esa piel por debajo y formad una bola con la masa. Éste es el proceso de "boleado". Sentiréis una "tensión" en la superficie de la bola de masa. El truco está en estirar la masa lo suficiente para crear esa piel tensa, sin estirarla demasiado, de lo contrario se romperá. Depositar la bola en la bandeja y dejar que suba una media hora a 45 minutos en un cuarto sin corrientes de aire. Repetir el proceso hasta terminar la masa (unas tres o cuatro bolas), dejando bastante espacio entre ellas. Para las cuatro bolas serán necesarias dos bandejas.

En la misma bandeja de horno, estirar las bolas de masa con las manos, hasta formar óvalos. De nuevo intentar aplastar la masa lo menos posible (la clave de esta "masa sin amasado" es justamente eso, resistirse a la tentación de manipular la masa). Espolvorear de azúcar. Extender por encima de cada óvalo dos cucharadas soperas de crema pastelera. Colocar dos mitades de albaricoque lavado y deshuesado. Dejar reposar mientras precalentáis el horno a 190º, unos 40 minutos ( un poco más si tenéis una piedra de hornear). Barnizar con un poco de huevo batido o de leche, si se desea. Hornear unos 35 minutos, hasta que los brioches estén dorados. Recién sacados del horno, pintar los albaricoques con un poco de mermelada para que brillen.

Se comen calientes o fríos, si sois capaces de controlaros hasta que se enfríen. Calientes son algo celestial. No me creáis ciegamente, probad a hacerlos.

miércoles, 26 de mayo de 2010

Cupcakes "recursos humanos" de tomillo y limón


Interior. Día. En un cubículo gris y anónimo de una empresa gris y anónima. El exigüo espacio en el que mi entrevistador tiene su mesa está separado de otros espacios igualmente -o aún más- exigüos por medio de esos paneles tapizados de una horrible moqueta, invariablemente gris, que suelen servir para amagar una pizca de intimidad entre los empleados de la Sociedad Gris y Anónima, S.A., honesta, anodina e insulsa empresa de traducción.
La cortés directora de recursos humanos que me entrevista lleva un traje de chaqueta igualmente correcto, insulso y gris (¿el ambiente destiñe en los empleados con el tiempo?), unas gafas de montura de pasta negra, un pelo teñido de un rubio ceniza (tirando a gris, argh), unas uñas cortas, limpias, modestamente manicuradas con esmalte incoloro y una sonrisa afable y reposada. Tengo una fuerte sensación de déjà vu. Probablemente se deba a que la empresa que suministra el material de decoración de interiores de estas oficinas es la misma que decoró (es un decir) las tres últimas oficinas que he visitado este mes. O quizá sea
otra cosa. Quizá sea que a fuerza de traducir manuales de mantenimiento de fotocopiadoras, a los pobres trabajadores les invade una indiferencia inhumana, una lasitud como aquella de la gente clonada por los ultracuerpos. Trago saliva e intento no pensar en vainas gigantes.

La razón por la que me encuentro delante de Madame Ressources Humaines es el resultado de un cúmulo de circunstancias, pero básicamente se resume así: terminé de revolucionar el mundo de la lingüística (con la ya insigne tesina) en un mal momento. La crisis hace que incluso en países como Canadá, en los que la economía va bien porque la gente sigue consumiendo y endeudándose como si el mañana no existiera, sea un poco más difícil que de costumbre encontrar el trabajo de tus sueños. En mi caso, un puesto de profe en la escuela de idiomas de cualquier universidad quebequesa. Igual estoy mal acostumbrada desde que vivo en un país con una economía bastante boyante, pero en mis otras tentativas canadienses de búsqueda de empleo -todas ellas con éxito-, al de unos diez días como mucho ya había recibido llamadas para entrevistas. ¿Pareceré vieja? Y eso que lo de la foto y la fecha de nacimiento aquí no se estila (la ley prohíbe exigirlo, así como el estado civil y si se tienen hijos o no), pero digo yo que si echan cuentas de años de estudios, como que ya se hacen una idea.

En fin, que ya llevo tiempo de búsqueda, y he empapelado de currículums a los departamentos en los que se encuentran los puestos a los que aspiraba. Entro en la segunda fase: la de ligera inquietud y pánico laboral incipiente. Tras errar en sitios gubernamentales, acabo de rellenar una ficha enorme para la Agencia Canadiense de Servicios de Información y Seguridad Nacional (yo lo escribo así, de corrido, pero ellos le ponen muchas mayúsculas más y mucho secreto), vamos, algo así como la CIA canadiense, para responder a un anuncio en el que piden intérpretes y traductores en muchos y exóticos idiomas. Cuando he pulsado "send", tras superar mi paranoia natural de izquierdas con lo haberles autorizado a que me investiguen para poder considerar mi candidatura (antecedentes penales aquí y en mi país de origen, informe de crédito y bancario, jefes anteriores, direcciones anteriores, países a los que he viajado, vecinos, talla de sujetador y contestar si soy vaginal o clitoridiana), me ha dado por pensar que igual es uno de esos trabajos absurdos que he oído contar, en los que una traduce las escuchas telefónicas que este magno estado democrático efectúa en los teléfonos de sus ciudadanos.

Well. No sería
la oferta de trabajo más rara que he tenido. En el top forty están aquella en la que casi acepté un curro de traductora de subtítulos para una productora de películas porno (¿hay quien los lee? pregunté sinceramente asombrada en la entrevista) y dibujante de retratos-robot para la policía autonómica, la Sûreté du Québec (ése casi lo acepté, me tentaba, pero las horas eran escasas y las condiciones fatales).

Como los departamentos de español de las universidades son descorazonadoramente pequeños y sus profesores desesperantemente longevos, me he planteado varias alternativas como estrategia de búsqueda de empleo:

a) Perseguir a ancianos lingüistas aún en activo y atropellarles con el coche, con la esperanza de que me den al menos la sustitución, si los lisio lo suficiente.

b) Echar mano de las páginas amarillas y mandar un currículum a todas las oscuras empresas de traducción que encuentre.

c) Convertirme en business woman y montarme mi propia oscura empresa de traducción y servicios lingüísticos (no con con lengua, que hay mucha confusión).

d) Aprovechar que aún no tengo las carnes demasiado decrépitas y ofrecerme a un servicio de escorts de lujo, en plan "chica-ilustrada-con-algo-de-celulitis-pero-impecable-para-acompañarle-a-un-cocktail-y-dar-conversación".

e) Ponerme a currar de vendedora en mi librería preferida. Lo del trabajo poco cualificado y ligeramente embrutecedor tiene el lado positivo de sentirse más inteligente que su propio jefe, algo que los egos inseguros como el mío encontramos muy seductor. Por otro lado, produce unas varices horribles.

Tras optar por b), héme aquí, sentada delante de esta señora en la oficina de una oscura empresa de traducción, vestida de pingüino (llevo un impecable traje de chaqueta negro con blusita planchada y bolso sensato, y los tatuajes prudentemente cubiertos), digoo, de candidata modelo al puesto. Pasando la misma poco imaginativa entrevista que he pasado tantas veces ya, con esa fuerte impresión de haberme planchado la personalidad al mismo tiempo que la blusa, y de estar haciendo el papel de uno de esos caniches del circo que saltan a través del aro y hacen malabares con la pelota, respondiendo a las sempiternas preguntas con las mismas respuestas convenidas que sé que esta señora espera de mí. Porque, sin falsas modestias, con mi currículum, una vez que ya he conseguido llegar a la entrevista suelen contratarme.

Así que todas las entrevistas que paso tienen ese toque de formalidad burocrática, de comprobar simplemente que no soy una chiflada ni un transexual, o de que soy capaz de ducharme y utilizar desodorante en el mismo día del encuentro, de que no voy a eructar sonoramente o hurgarme en la nariz delante de un cliente.

Entre pregunta manida y respuesta prefabricada, se me desata un diálogo interno. Siempre me pasa en este tipo de situaciones (no, no soy esquizofrénica, a pesar de lo que he escrito de las escuchas del Gobierno y de los ladrones de cuerpos) (caray). Me concentro para seguir formulando las respuestas que se esperan de mí, en lugar de las que se me ocurren, pero a la otra yo, la Hyde, no hay quien la calle.

Madame Ressources Humaines: - "¿Por qué le interesa este puesto?"

Candidata Modelo: - "Trabajar en un ambiente como el de esta compañía, dinámico y estimulante, es justamente el desafío profesional que estoy buscando para adquirir más experiencia y realizarme profesionalmente."

[Candidata Hyde: -"La passsta. Necesito pasta. Ya mismo. Mucha. Tengo dos gatos, uno que come como un hijo de quince años. Y una escalera por pagar. Y una barraca que se derrumba."]

Madame Ressources Humaines:
- "¿Qué puede usted aportarle a nuestra empresa?"

Candidata Modelo carraspea con suavidad, posa modosamente las manos en las rodillas, una encima de la otra y baja la mirada con modestia: -"Bueno, en mis experiencias de trabajo anteriores he obtenido muy buenas evaluaciones, tengo referencias que lo atestiguan."

[Candidata Hyde: -"¿Un poco de vida? Joé, que he visto funerarias más animadas. Al menos tengo camisas de colores que evitarán que los empleados que trabajen en cubículos cercanos al mío se suiciden a grandes golpes de diccionario de sinónimos durante las horas de oficina."]

Madame Ressources Humaines:
-"¿Cómo cree usted que su experiencia de trabajo puede serle útil a la empresa?"

Candidata Modelo, aún afectando modestia: -"Um, como la traducción es básicamente 70 por ciento de conocimientos lingüísticos y 30 por ciento de base cultural, mi formación variada y experiencias anteriores , ehm, un tanto heteróclitas me han proporcionado una sólida base cultural y lingüística."

[Candidata Hyde resopla: -"Pfff. Tronca, cuando una consigue dar clases durante cuatro años en clases de secundaria con los alumnos provenientes de algunas de las culturas más machistas y misóginas del planeta, e imponer un saludable terror de las mujeres a chavales que la sobrepasan en veinte centímetros y otros tantos kilos, puede hacer cualquier cosa. Por no mencionar las originales capacidades adquiridas como vendedora de material deportivo en un horrendo centro comercial, camarera, profesora de aerobic, ilustradora anatómica para manuales médicos y telefonista-punching bag en el servicio al cliente de una línea aérea, entre otras bonitas y variadas experiencias."]

Madame Ressources Humaines :
- "¿Se le da bien trabajar en equipo?"

Candidata Modelo, con brillante sonrisa : -"¡Oh, ya lo creo! Una empresa es como una gran familia. Al fin y al cabo, en sociedad siempre dependemos un poco de los demás, ¿no?" Ramoncín será el rey del pollo frito, pero yo, cuando me lo propongo, puedo ser la reina de la bullshit.

[Candidata Hyde, reprimiéndose las arcadas: -"Ahí has forzado un poco la nota, prenda. ¿Por qué no le mencionas que si te emparejan con un incompetente puedes ser una auténtica perra? ¿Qué Stalin parecería un tipo flexible y razonable a tu lado?" ]

Madame Ressources Humaines: "- ¿Cuáles son sus objetivos para su carrera?"

Candidata Modelo: -" Encontrar un puesto de trabajo estable, en una empresa en la que encaje, y realizarme plenamente en él. Y quizá un día trabajar en terminología, para ampliar un poco el espectro de posibilidades de mi trabajo y aprender algo nuevo."
[Candidata Hyde: -¿Pero tú te has oído? ¡Modérate, que acabamos de comer! ¿Terminología? El próximo talón de nómina y vas que ardes. Luego ya veremos."]

Madame Ressources Humaines : "- ¿Cuáles son sus cualidades o puntos fuertes, las características que definen su personalidad?"

Candidata Modelo : -"Bueno, siempre se me ha calificado de responsable, concienzuda, meticulosa, ..."

[Candidata Hyde: -"...quieres decir maniática"]

Candidata Modelo: -"... perseverante, ..."

[Candidata Hyde: -"...eso es cabezona"]

Candidata Modelo : -"... creativa, ..."

[Candidata Hyde, con otro resoplido cínico : -"¡Je! Especialmente en entrevistas laborales."]

Candidata Modelo : -"... y dinámica."

[Candidata Hyde : -"Hiperactiva como una ardilla con sobredosis de Red Bull."]

Madame Ressources Humaines: - "¿Y sus puntos débiles?"

Candidata Modelo, con carita de "lo admito" : -"Soy un poco perfeccionista."

[Candidata Hyde aúlla de risa.]

Madame Ressources Humaines :
- "En resumen, ¿por qué deberíamos contratarla a usted para este puesto y no a otra persona?"

[Candidata Hyde : -"Respuesta L'Oréal: «Porque yo lo valgo». O, ¿qué tal «porque tengo un mazo de facturas por pagar»?"]
Candidata Modelo, aumentando la sonrisa a trescientos vatios : - "No dudo de que hay otras personas igual de cualificadas -o más- que yo para ejercer este puesto. Pero yo voy a aportar todo el entusiasmo del que soy capaz, y daré lo mejor de mí."

[Candidata Hyde: -"... hasta que se me presente algo mejor."]


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De vuelta a la barraca montrealesa, monsieur M. me ve dejar el bolso encima del mostrador de la cocina, el gesto cansado y de derrota:

Monsieur M., masticando un bocata con el periódico abierto en la mesa delante del plato: -"¿Y? ¿Qué tal te ha ido la entrevista, mon petit porc-épic?"

Candidata Desanimada se deja caer pesadamente en una silla : -"Bof. Esta vez no ha habido suerte."

Monsieur M., amable y positivo: -"Vaya, la competencia debía ser dura."

Candidata Desanimada: -"Como le he caído bien a la entrevistadora, ha venido a hablarme en el lobby después de la entrevista. Y me ha dicho que le he gustado, por eso ha querido explicarme por qué no me han elegido."

Monsieur M.: -"¿Y por qué?"

Candidata Desanimada: -"Parece que soy un "poquito convencional" para la empresa."

Monsieur M. explota de risa y se apresura a limpiar la lluvia de perdigones que vuela sobre el periódico.

Inspirados directamente de la búsqueda de empleo, estos cupcakes soleados, muy mediterráneos, de tomillo y limón, emborrachados con sirope de limoncello y miel, son exactamente lo que conviene a estos tiempos de crisis. Un poco ácidos, un poco amargos. Como el mercado de trabajo. Con ingredientes sencillos y fáciles de encontrar en la despensa. Se saborean muy bien mientras se lee a Steinbeck en el patio, con un chupito de limoncello, porque sin sueldo no hay pasta para otros entretenimientos más caros (aunque no necesariamente mejores).


INGREDIENTES:

Para los cupcakes:

- 2 tazas y 1/4 (unos 350gr.) de harina tamizada

- 1/2 de cucharada de té de levadura en polvo

- 1/4 de cucharada de té de sal

- 1 taza de aceite de oliva

- 1 taza de miel

- 4 huevos (o 2 huevos + 2 claras, si queréis una versión aún más carente de culpa)

- 1 cucharada de té de ralladura de limón (fina)

- 1 cucharada de té de zumo de limón

- 3 cucharadas de té de hojas de tomillo, mejor fresco (pero con seco también os podéis apañar)

- 1 cucharada de té de limoncello

- 1/3 de taza (80 ml.) de suero de leche (o de yogur natural)

Para el sirope que emborracha los cupcakes:

- 1/2 taza de miel

- Limoncello, a ojo (podéis fabricarlo vosotros mismos, es delicioso. Un consejo: en lugar de alcohol, utilizad vodka. Y no me culpéis de vuestra cirrosis, borrachines.)


PREPARACIÓN:

Precalentar el horno a 160º. Aceitar y enharinar los moldes. Tamizar los ingredientes secos: la harina, la levadura en polvo, la sal. Mezclar con el tomillo. En un bol aparte, batir en crema el aceite y la miel. Añadir los huevos uno por uno. Mezclar los ingredientes secos en pequeñas cantidades. Una vez incorporados, verter en los moldes y hornear hasta que un palillo pinchado en el centro salga limpio (más o menos de 50 minutos a una hora, dependiendo del horno y del tamaño de los moldes). Los cupcakes serán más bien compactos y con textura como de pudding.

Dejar enfriar 10 minutos antes de desmoldar.

Preparación del sirope de limoncello:

Incorporar el limoncello a la miel gradualmente, batiendo bien, hasta obtener un jarabe espeso. La cantidad de limoncello dependerá de lo sólida que sea la miel que utilizáis. Bañar los cupcakes con este sirope mientras aún estén tibios.

Permitíos un lingotazo, si habéis tenido una entrevista muy mala.

miércoles, 19 de mayo de 2010

Fudge afrodisiaco de chocolate-chai

Así que tras años de feliz vida en pareja la monotonía os ha atrapado. Cuando las cosas se ponen un poco picantes, tú ya no te quitas los calcetines con los que te vas a la cama -porque tienes los pies como témpanos muertos-, justificándote a tí misma : -"Total, si no se entera, vamos, que tampoco es como si me acariciara los pies", la depilación brilla por su ausencia durante los meses invernales ("así voy más abrigadita"), los pijamas de franela con ositos han remplazado los delicados camisones de satén y, en general, te pones más mona para ir a la oficina que para seducir a tu hombre.

Por su parte, la cosa tampoco reluce: se afeita sólo los días impares ("antes se quejaba de que la barba la irrita, pero ahora, como no la irrite para dormir..."), lo has sorprendido echando una ojeada furtiva a la tele por encima de tu hombro mientras te sentabas en su regazo para besuquearlo, y si quieres romanticismo, te vas a buscarlo a la biblioteca o al cine, porque lo que es él, tendría que buscar la palabra en el diccionario para recordar lo que significa. La última vez que te regaló unas rosas fue para disculparse por haberte abollado el parachoques.

La excusa del cansancio contribuye a la falta de acción en el dormitorio, en el que ya no hay mucho hanky panky, como diría cualquier abuela anglosajona. Admitámoslo : necesitáis especiaros un poco la vida, chicos y chicas. Como es el caso de muchas parejas estables en alguna etapa de su vida en común, vuestra vida sexual no necesita que la despierten: necesita un desfibrilador.

Nada tan resucitador de pasiones como este fudge aromatizado con té masala chai, un fudge cremoso e intensamente chocolateado, deliciosamente perfumado, dulce y picante a un tiempo. Funde fácilmente (sugiero). Sólo el nombre, "chocolate-chai", ya suena onomatopéyico, suena un poco a cheekah-cheekah-boum-boum, a cha-cha-cha bajo el edredón (que diría Magdalena Yoder). Acompañado de un clásico indio ilustrado, de lencería, velas y música apropiadas (lo del ambiente os lo dejo a vosotros, chicos), estoy segura de que cuando termine el fin de semana vais a necesitar dos quiroprácticos y un fisioterapeuta para separaros.


INGREDIENTES:

- 4 cucharadas soperas de mantequilla, más un poco para engrasar la fuente

- 3 tazas de azúcar

- 1 taza de cacao negro puro, en polvo

- 1 bolsa grande (350gr., aprox.) de pepitas de chocolate de la mejor calidad que podáis encontrar (yo utilicé Ghirardelli), negro, de preferencia. Aunque esto va a gustos.

- 1/2 taza de leche entera

- 1/2 cucharada de té de sal

- 1/2 cucharada de té de extracto natural de vainilla

- 1 bolsita o, aún mejor, dos cucharadas de té colmadas de té chai

PARA LA DECORACIÓN:

- Media taza de nueces o pistachos picados

- 2 cucharadas soperas de cacao negro en polvo

- 1 cucharada de té de jengibre molido

- 1 cucharada de té de canela molida

- 1 cucharada de té de anís estrellado en polvo, o una estrella entera

- 1 cucharada y 1/2 de té de cardamomo molido

- 1 cucharada de té de clavo molido

- 1/2 cucharada de té de pimienta negra molida


ELABORACIÓN:

En un cazo, calentar la leche hasta que hierva, vigilando que no se pegue. Sacar del fuego y echar el té chai. Dejar infusar la mezcla bien tapada.

Engrasar ligeramente un molde cuadrado (de los que se usan para los brownies, unos 20cm. x 20cm., o una fuente cuadrada de Pyrex). Reservar.

Meclar todos los ingredientes para la decoración (las especias, el cacao y al final, las nueces picadas) en un bol aparte. Reservar.

En otro cazo, a fuego medio, fundir la mantequilla, vertiendo sobre ella la leche aromatizada al té chai (pasarla por un colador, si habéis utilizado té suelto). Añadir el azúcar, el cacao, la sal y la vainilla, y mezclar bien hasta que todo esté incorporado y rompa a hervir. Hervir la mezcla unos cinco minutos, revolviendo continuamente.

Sacar del fuego y añadir rápidamente las pepitas de chocolate, revolviendo vigorosamente hasta que se hayan fundido por completo y la mezcla tenga un aspecto untuoso y sin grumos. Verter rápidamente (se solidifica bastante rápido) en el molde engrasado. Alisar la superficie con una espátula, asegurándose de que queda plana. Espolvorear por encima la mezcla de nueces y especias, de manera que cubran toda la superficie uniformemente, apretando muy ligeramente con las manos para que se adhiera al chocolate. Dejar enfriar completamente y después meter en la nevera unas dos o tres horas, tapado con plástico.

Una vez endurecido, cortar el fudge en cuadrados iguales con un cuchillo bien afilado. Es perfecto para regalar, si lo presentáis en moldes individuales, en una caja bonita. Como homenaje amoroso, de forma interesada, con la firme intención de que os lo paguen en... especias. Digo en especies.

miércoles, 12 de mayo de 2010

La magdalena de Proust: Magdalenas de lavanda y aceite de oliva / Madeleines à la lavande et à l'huile d'olive

Las fotos son todas mías, aunque a veces se me olvide insertar la firma.
Pero me fío de vosotros :-).

"(Ma mère) envoya chercher un de ces gâteaux courts et dodus appelés Petites Madeleines qui semblent avoir été moulés dans la valve rainurée d'une coquille de Saint-Jacques. Et bientôt, machinalement, accablé par la morne journée et la perspective d'un triste lendemain, je portai à mes lèvres une cuillerée du thé où j'avais laissé s'amollir un morceau de madeleine. Mais à l'instant même où la gorgée mêlée des miettes du gâteau toucha mon palais, je tressaillis, attentif à ce qui se passait d'extraordinaire en moi. Un plaisir délicieux m'avait envahi [...]. "

"Et tout d'un coup, le souvenir m'est apparu. Ce goût, c'était celui du petit morceau de madeleine que le dimanche matin à Combray [...] ma tante Léonie m'offrait après l'avoir trempé dans son infusion de thé ou de tilleul."

"Quand d'un passé ancien rien ne subsiste, après la mort des êtres, après la destruction des choses, seules, plus frêles mais plus vivaces, plus immatérielles, plus persistantes, plus fidèles, l'odeur et la saveur restent encore longtemps, comme des âmes, à se rappeler, à attendre, à espérer, sur la ruine de tout le reste, à porter sans fléchir, sous leur gouttelette presque impalpable, l'édifice immense du souvenir."


- Marcel Proust in "Combray" in "Du côté de chez Swann" in "À la recherche du temps perdu"
(1913)


"Mi madre pidió uno de esos bizcochos regordetes que llamamos magdalenas, y que tienen un aspecto como de haber sido horneadas en una de las valvas estriadas de una concha de Santiago. Y muy pronto, abrumado por el triste día que había pasado y por la perspectiva de otro triste día tan melancólico por venir, me llevé a los labios una cucharada de té en la que había echado un trozo de magdalena. Pero en el mismo instante en que aquel trago, con las migas del bizcocho, tocó mi paladar, me estremecí, fija mi atención en algo extraordinario que ocurría en mi interior. Un placer delicioso me invadió, me aisló, sin noción de lo que causaba. Y él me convirtió las vicisitudes de la vida en indiferentes, sus desastres en inofensivos y su brevedad en ilusoria, todo del mismo modo que opera el amor, llenándote de una esencia preciosa; pero, mejor dicho, esa esencia no es que estuviera en mí, es que era yo mismo. Dejé de sentirme mediocre, contingente y mortal. ¿De dónde podría venirme esa alegría tan fuerte? Me daba cuenta de que iba unida al sabor del té y del bizcocho, pero le excedía en mucho, y no debía ser de la misma naturaleza. ¿De dónde venía y qué significaba? ¿Cómo llegar a aprehenderlo? Bebo un segundo trago, que no me dice más que el primero; luego un tercero, que ya me dice un poco menos. [...]

Vuelvo con el pensamiento al instante en que tomé la primera cucharada de té, y me encuentro con el mismo estado, sin ninguna claridad nueva. Pido a mi alma un esfuerzo más que me traiga otra vez esa sensación fugitiva. [...]

Y luego, por segunda vez, hago el vacío frente a ella, vuelvo a ponerla cara a cara con el sabor aún reciente del primer trago de té y siento estremecerse en mí algo que se agita, que quiere elevarse, algo que acaba de perder ancla a una gran profundidad, no sé el qué, pero va ascendiendo lentamente; percibo la resistencia y oigo el rumor de las distancias que va atravesando. [...]

Y de pronto el recuerdo surge. Ese sabor es el que tenía el pedazo de magdalena que mi tía Leoncia me ofrecía, después de mojado en su infusión de té o de tila, los domingos por la mañana en Combray. [...]

Y como ese entretenimiento de los japoneses que meten en un cacharro de porcelana pedacitos de papel, al parecer, informes, que en cuanto se mojan comienzan a estirarse, a tomar forma, a colorearse y a distinguirse convirtiéndose en flores, en casas, en personajes consistentes y cognoscibles, así ahora todas las flores de nuestro jardín y las del parque del señor Swann y las ninfeas del Vivonne y las buenas gentes del pueblo y sus viviendas chiquitas y la iglesia y el Combray entero y sus alrededores, todo eso, pueblo y jardines, que va tomando forma y consistencia, sale de mi taza de té. [...]

- Marcel Proust, "Combray", "Por el camino de Swann", "En busca del tiempo perdido" (1913).

En francés, la dichosa magdalena de Proust se ha vuelto una expresión común para designar esos olores o sabores que nos provocan un flashback instántaneo. Por ejemplo: para mí oler pimientos asándose en el horno me retrotrae instantáneamente a la cocina de mi madre, en una de las muchas tardes de los otoños de mi infancia, haciendo los deberes en un rincón de la mesa mientras ella asa los pimientos para sus conservas caseras. El olor del tomillo, del romero y de la lavanda me transporta a los paseos por el campo de la Rioja con mi padre, entre los viñedos y los almendros, yo tengo de nuevo diez años y él me me da de comer almendras frescas y moras y me explica el nombre de los diferentes arbustos, mientras mordisquea una rama de tomillo.

Todos tenemos ese tipo de detonadores de la memoria, y algunos de vosotros estáis creando en estos momentos los recuerdos que vuestros hijos revivirán dentro de muchos años, al olor o al sabor de algo que los despierte. O al menos así lo espero. Porque esos olores y sabores que son la textura de la infancia, sirven de telón de fondo que enriquece la vida adulta.


INGREDIENTES (Para una docena de minicakes, o para dos docenas de magdalenas en molde francés*):

- 2 tazas (300 gr.) de harina

- 1/2 cucharada de té de levadura en polvo

- 1/4 cucharada de té de sal

- 1 taza (237 ml.) de aceite de oliva

- 1 taza y media de azúcar

- 3 huevos

- 3 cucharadas soperas de lavanda seca (asegurarse de que es comestible y no perfumada artificialmente: podéis comprarla en las tiendas de alimentación natural y en los herbolarios, donde venden lavanda seca para infusiones)

- 1 cucharada de té de extracto natural de limón (no es totalmente indispensable)

- 1 cucharada de té de ralladura fina de corteza de limón

- 1/2 taza (118 ml) de suero de leche o buttermilk (para hacerlo vosotros mismos, ver aquí)

ELABORACIÓN:

Precalentar el horno a 180º. Aceitar y espolvorear con harina los moldes para las magdalenas (si utilizáis moldes de papel, podéis prescindir de esta etapa). En un molinillo para especias, o en un robot de cocina, picar ligeramente las flores de lavanda. No se trata de pulverizarlas por completo, sino de eliminar los pedazos más grandes y de permitir que desprendan su aroma.

Tamizar y mezclar bien en un bol los ingredientes secos: la harina, la levadura en polvo y la sal. Añadir la lavanda y mezclar de nuevo. En otro bol, batir bien el aceite y el azúcar, incorporando los huevos progresivamente, uno a uno. Añadir la esencia de limón. El resultado será cremoso.

Incorporar la harina en tres veces sin dejar de batir, alternando con el suero de leche. No esperéis obtener una masa sólida, la mezcla final será tirando a líquida. Verter en los moldes.

Hornear unos 50 minutos (para los moldes de minicakes), 45 para las magdalenas en molde francés, y entre una hora y una hora y cuarto si preferís hacer un cake grande. Procurar no abrir el horno al menos durante los primeros 20 minutos, para permitir que las magdalenas suban. Estos tiempos de cocción son aproximativos, lo mejor es comprobar pinchando con un palillo en el centro, hasta que salga limpio. Dejar enfriar ligeramente y desmoldar las magdalenas cuando aún estén tibias.

* (Las madalenas o magdalenas son el equivalente español a los muffins norteamericanos. Las madeleines francesas se hornean en estos moldes en forma de concha, en la foto, y son más pequeñas.)

Esta receta lleva una buena cantidad de huevos, y sin embargo, la textura de las magdalenas resulta ligera. La corteza exterior es consistente, dorada, casi crujiente, y la miga es delicada y esponjosa. El ligero y fresco eco de limón forma una armonía de sabor en perfecto equilibrio con el sabor astringente del aceite de oliva y el leve amargor de la lavanda. La combinación de sabores, ligada por la cantidad justa de azúcar, es sutil y elegante. (Normalmente, estas dos últimas frases que acabo de escribir me provocarían arcadas, pero si habéis leído a Proust, veréis que en este contexto son perfectamente soportables).

El perfume que desprenden estas magdalenas al hornearse es como atrapar el verano en el horno.

viernes, 7 de mayo de 2010

Pasteles "buena chica" de limón y semillas de amapola / Good-Girl Poppy Seed and Lemon Cakes / Gâteaux au citron "gentille fille"

Lo hiciste de nuevo. Empezaste a arrepentirte casi antes de haber terminado la frase, pero lo hiciste: invitaste a su madre a comer a casa este domingo. Y ya lo estás lamentando. Porque por mucho que te hubiera gustado que tu chico viniera de una raza especial de hombres que se reproducen por esporas, lo cierto es que tiene una madre. Y que dicha madre te odia, aún después de todo este tiempo, porque no puede perdonarte que le hayas robado a su niño. No, no hay manera de comentarle lo de Freud, y hablarle de complejos edípicos, y de que no le recomiendas seguir en ese plan porque al final de la historia Yocasta las pasa canutas.
Su odio es aún más sorprendente teniendo en cuenta que ni siquiera ha visto tus tatuajes, y que no sabe que una de las razones que hace que te conserves tan estupenda pasados los treinta son todos esos productos químicos ilegales que te soplaste durante la veintena. Y una cantidad ingente de martinis y cubatas (todo el mundo sabe que el alcohol es un conservante, como el formol).

Tu suegra se pasea por tu casa como Pedro por la suya, examina cada rincón, critica cada minucia y encuentra que educas mal a tus hijos, y tú corres a encerrarte en la cocina para ultimar los detalles de esa comida demencial de cinco cubiertos que has preparado, porque si te quedas otro segundo más en la misma habitación que ella, la explosión del Krakatoa va a ser como un petardo en comparación a la presión que estás almacenando con cada comentario de tu madre política. Y no quieres terminar soltándole algo así:
Imagen de Ed Polish & Warren Wotz

La solución: hacer que coma. Como intentar impresionarla con tus dotes culinarias probablemente sea tarea imposible, al menos mientras tiene la boca llena no critica. Y cuanto más coma, más sopor la invadirá en la sobremesa, y una siesta que la ponga fuera de combate puede salvarte la tarde.

Yo a las suegras hostiles tiendo a asociarlas con el limón, no sé muy bien por qué. Por lo agrio, quizás, y por lo clásico. Estos pasteles de limón, crema agria (como los comentarios de tu suegra) y semillas de amapola (porque adoras que aparezca en las fotos con algo entre los dientes), son delicados, clásicos, hogareños, llenos de sabor; harán las delicias de tu hombre, que no parece enterarse de nada (o se hace hábilmente el loco) y, quién sabe, a lo mejor hasta quedas como una "buena chica".


(Receta de Canadian Living)

INGREDIENTES

(Para unos 5 pasteles en moldes mini bundt, o para uno grande en molde de cake)

-1 taza (250 ml) de azúcar blanco

- 2 cucharadas soperas (25 ml) de corteza de limón recién rallada

- 1 taza (250 ml) de mantequilla sin sal, blandita (a temperatura ambiente), o de aceite vegetal de sabor suave (girasol o maíz)

- 4 huevos

- 1/4 taza (50 ml) de zumo de limón recién exprimido

- 2 tazas (500 ml) de harina blanca

- 2 cucharadas soperas (25 ml) de semillas de amapola

- 3/4 cucharadas de té (4 ml) de levadura en polvo

- 1/2 cucharada de té (2 ml) de sal

- 1/4 de cucharada de té (1 ml) de bicarbonato

- 1/2 taza (125 ml) de crema agria (o de yogur natural sin azúcar, si no podéis encontrarla)

Para el glaseado :

- 1 taza (250 ml) de azúcar glas

- 5 cucharadas de té (24 ml, aprox.) de zumo de limón

Para el baño en caliente :

- 2 cucharadas de té (10 ml) de zumo de limón


ELABORACIÓN

Precalentar el horno a 170º.

En un bol grande frotar entre los dedos el azúcar y la ralladura de limón hasta que el aroma del limón haya impregnado bien el azúcar. Este paso puede pareceros inútil, pero os aseguro que el sabor al final será mucho más intenso. Además, el azúcar es un exfoliante estupendo: os dejará las manos suaves como el trasero de un bebé :-).

Batir la mantequilla con este azúcar hasta que tenga un aspecto ligero y blancuzco. Añadir los huevos uno a uno, batiendo bien. Echar el zumo de limón y seguir batiendo. Bajar la temperatura del horno a 165º.

En otro bol, mezclar con un tenedor la harina, la levadura en polvo, la sal y el bicarbonato tamizados con las semillas de amapola. Añadir gradualmente (en tres veces) esta mezcla de ingredientes secos a la mezcla de mantequilla, alternando con la crema agria (o el yogur), en dos veces. Verter la mezcla final en moldes mini bundt previamente engrasados y enharinados, o en un molde de cake.

Hornear a 165º hasta que pinchéis el centro de uno de los pasteles y el palillo salga limpio, unos 30 minutos para los moldes pequeños, una hora para el molde de cake. Más o menos. Ya sabéis que cada horno tiene su propia personalidad. Los pasteles serán pálidos, así que no os fiéis del color para saber si están hechos. Preparar el glaseado y el baño en caliente durante el tiempo de horneado.

Dejar enfriar un poco los pasteles encima de una rejilla. Desmoldarlos cuando aún estén templados.


Glaseado:

Mezclar bien el azúcar glas (previamente tamizado) y el zumo de limón en un tazón, hasta que el azúcar haya desaparecido en la mezcla blancuzca. Dividir en dos partes iguales.

Baño en caliente (para "emborrachar" los pasteles):

Añadir las dos cucharadas de zumo de limón a la mitad del glaseado, mezclar bien. Untar los pasteles de este baño mientras aún estén templados, utilizando una brocha de cocina. Dejar enfriar. Cuando los pasteles estén completamente fríos, dejar gotear con arte la otra mitad del glaseado más espeso (si se ha secado demasiado durante la espera, diluirlo con unas gotas de zumo de limón). Este glaseado final endurecerá y formará una deliciosa costra azucarada. Como la que te gustaría que tuviera tu suegra.

sábado, 1 de mayo de 2010

Adelgaza a tu hombre : Galletas esbeltas con triple chocolate (HEMC 44)


Imagen de Ed Polish & Darren Wotz


¿Tu hombre carameliza con el tiempo? ¿Ha alcanzado el punto de bola? ¿Te pide que le ayudes a leer el peso que indica la báscula, oculto por una barriga en cuarto siempre creciente e inmediatamente después te pide que le hagas "esas galletas tan ricas"?

Querida lectora, no desesperes, es normal. Los hombres, especialmente a partir de los treinta, tienen ciertas dificultades genéticas a asociar el flotador que les pende un poco por encima del cinturón con los alimentos que ingieren durante la jornada.

El cromosoma Y también parece provocar una extraña despreocupación en lo tocante al aspecto físico, despreocupación que se desencadena tras cinco o seis años de cohabitación en pareja. A pesar de tener en común un cromosoma X con el sexo femenino, ese cromosoma no parece ejercer la suficiente influencia como para que nuestros hombres mantengan cierta motivación para evitar la hipertrofia de la tripa y seguir haciendo esfuerzos por vestirse y oler bien en nuestra presencia, o hacer un amago de ejercicio para conservar la forma física. Parece que esa motivación es más duradera en el sexo femenino.

Porque reconozcámoslo: tanta operación biquini es exasperante, sobre todo cuando no veo que se ponga en marcha una operación Speedo equivalente. Y no porque los hombres no la necesiten, no. Aunque nos empeñemos todas en repetir amorosamente: -"Tú ya sabes que me encanta tu barriguita, cariño." Y bien, "cariños" que me estáis leyendo, he aquí una revelación : es mentira. Mentimos como unas bellacas.

Las mujeres dicen eso porque se sienten obligadas, de la misma manera que muchas fingen alguna vez un orgasmo, para no pisotear autoestimas y egos masculinos frágiles. Os diré un secreto que vuestra compañera no confesará nunca: esa "barriguita", esa tripa cervecera, ese michelín rebosante, le producen bajón, la enfrían un poco, le cortan el rollo, vaya. Exactamente como a vosotros unas mollas femeninas en el lugar erróneo. Pero antes muertas que decíroslo. Porque os queremos, chicos, pero no le haríamos ascos al torso de Hugh Jackman.
Si el tono de este post os parece un pelín vindicativo, es porque es producto de un hartón acumulado tras primaveras y primaveras de ser bombardeada con el mensaje: "¡Mujer! ¡Adelgaza!". Parece que la lorza femenina es más imperdonable que la masculina. No, no. Ni hablar. Aquí o sufren todos o no sufre ninguno.

Señoras, si a pesar de todo adoráis a vuestra bolita de carne, he aquí una receta que le alegrará el día sin aumentarle el lastre. Palmira, en el Hecho en mi cocina de este mes, el número 44, nos propone que cocinemos de manera que sea posible que todos entremos en nuestros bañadores este verano. Sin la ayuda de un calzador y un tubo de vaselina.

Estas curiosas galletas (receta ligeramente adaptada de Rocco) contienen un ingrediente insólito: legumbres. Además de tres tipos de delicioso chocolate, diez veces menos grasa que unas cookies de chocolate normales, unas 45 calorías por galleta, sin harina (¡sí, sin harina!, no me atrevo a decir sin gluten, pero espero impaciente el veredicto de mis lectores celíacos), sin colesterol y muy poca grasa, bastante fibra y proteínas. Para alimentar esos músculos de dios griego.

INGREDIENTES

(Para unas 16 a 20 galletas)

- ½ cucharada de té de extracto de vainilla

- ¹⁄ ³ de taza de cacao puro en polvo sin azúcar, tamizado

- 1 taza de alubias (judías, vaya) rojas o negras, cocidas. Si son envasadas, aclararlas bien con agua y dejar escurrir. Sí, sí. Legumbres en unas galletas.

- 2 cucharadas soperas de sirope de agave.

- 3 claras de huevo o algún sustituto, si queréis hacer la versión vegetariana estricta

- 1½ taza y media de azúcar o, si preferís que la receta sea lo más sana posible, de miel, o 1 taza de sirope de agave

- ¼ taza de pepitas de chocolate negro

- ¼ taza de pepitas de chocolate con leche, o de nueces picadas para los vegetarianos que huyan de la leche


ELABORACIÓN

Precalentar el horno a 190º. Cubrir dos bandejas de papel de hornear y aceitarlo ligeramente con una brocha y aceite vegetal o un spray.

Pasar las alubias por la batidora, hasta obtener un puré uniforme. En un gran bol o en el robot de cocina, mezclar la vainilla, el cacao en polvo, el puré de alubias y el sirope de agave (más la miel si no vais a utilizar azúcar). Mezclarlo todo bien hasta obtener una crema sin grumos.

En otro bol aparte, batir las claras a punto de nieve. Si utilizáis el azúcar, incorporarlo gradualmente. Seguir batiendo las claras hasta que estén bien cremosas y consistentes. Añadir un tercio de las claras a la mezcla de alubias y cacao, en el robot de cocina. Mezclarlo todo vigorosamente. Añadir el resto de las claras en dos veces, sin batir, mezclando delicadamente a mano, con una espátula, para reducir el volumen de las claras lo menos posible. Este volumen es lo que hará que las galletas sean un poco más ligeras de lo que cabe esperar de una receta sin harina. Añadir las pepitas de chocolate y las nueces, reservando un par de cucharadas para decorar las galletas. De nuevo mezclar brevemente con la espátula hasta que todo está incorporado y las pepitas de chocolate repartidas uniformemente.

Depositar cucharadas de esta masa en las placas de horno. Extender la mezcla con la cuchara hasta que forme una galleta de unos 6cm. de diámetro. Si se desea, decorar con unas cuantas pepitas de chocolate más, que habremos reservado previamente.

Hornear unos 20 minutos. Con una espátula, retirar las galletas de la bandeja cuando aún estén tibias, y dejar enfriar. Comer con la conciencia tranquila.

PD: (Para otras recetas de dulces no nocivos, pinchar en la etiqueta "Sin culpa". Porque una vida sin postres es una vida muy triste.)