viernes, 9 de julio de 2010

Vacaciones

... de blog. Porque seguiré buscando el trabajo soñado-traduciendo-interpretando-y-con-el-mazo-dando, como buena trabajadora autónoma. Puede que me tome unos días para irme a alguna parte, quién sabe.

En cualquier caso, creo que necesitáis un merecido descanso de Sirope de alce. Y yo también. A los alces probablemente tampoco les vendrá mal. Y monsieur M., Dan, nuestro Jules, Lady D. y Flaming-Hot-Sister también necesitan una pausa veraniega.

Además, ni siquiera váis a estar ahí, malandrines. Estaréis en la playa, dorándoos la barriga.


Nos leemos en septiembre. Hasta entonces, pasad un verano estupendo.

lunes, 5 de julio de 2010

Polis y cacos: un post sin receta


Una de las cosas entre las muchas que mis amables lectores me reprochan a menudo es que en este blog hablo demasiado de sexo. Claro, ellos se esperan un blog de cocina, con recetas que funcionen y tiempos de horneado correctos, y se encuentran con posts en los que cuarentonas desatadas se echan amantes casi menores de edad, en los que se comentan desviaciones sexuales zen, y vaya usted a saber cuántas inconveniencias más.

Mi Santa Madre ya me lo dice por teléfono: “yo ya casi no te leo hija, que hablas mucho de seso”. A mí me hace ilusión cuando me dice esas cosas, pensando en que encuentra mi estilo demasiado sesudo y herméticamente intelectual, hasta que me doy cuenta de que le están ajustando la dentadura nueva y me habla sin los dientes de arriba, por eso le patinan las equis. En fin.

Ahora que lo pienso, Estoico Hermano tampoco me lee mucho, salvo cuando las alertas de Google le advierten de que aparece él en el post. Pero él no lo hace porque tenga nada contra el sexo (me consta que no, se las ha arreglado para hacer dos sobrinos), él lo que tiene es más bien un rechazo natural a leer sobre el sexo que pueda practicar su hermana con quien sea. Cosa que me parece harto natural e incluso de buen tono. Pero que me limita bastante el número de lectores, porque por la misma razón no recomienda mi blog a su grupo de amigotes.

Y ahí no terminan las críticas que recibo, no, –a mí es que me preocupan bastante las críticas, porque yo me doy mucho a mi público, como dice Céline todo el tiempo- : hay gente que me escribe quejándose de lo contrario. Que hay demasiadas recetas y demasiado texto sugerente, pero que al final la sangre nunca llega al río. Y que tanto erotismo de anticipación y tanto dejar que la imaginación haga el resto los tiene aburridos (y aburridas, que hay mucha golfa suelta por ahí que me lee), que para eso se leen la serie “Twilight” y se excitan como mormones. O mormonas, que rima con hormonas. Que me lance y me desboque, y que venga ese sexo (con equis) explícito. Más sexo y menos seso.

Así que como yo me doy mucho a mi público (es que he visto un documental sobre Céline en TVA mientras hacía un gazpachito, y he aprendido un montón, para que luego digan que la tele en Quebec no es educativa), he pensado en escribir un post dándole lo que me pide. Una entrada ideal para mi pública, digo público, si me oriento por las peticiones que recibo, consistiría en una receta de cocina como Dios manda, en la que no mencionaría para nada el sexo, seguida de unas descripciones francas y detalladas de coitos desenfrenados, sin ninguna alusión a la cocina. Déjenme un poco de tiempo para que lo medite, queridos lectores. Algo inventaré.

Entretanto, monsieur M. se queja también, como no podía ser menos. Y ni siquiera tiene motivos, porque él no lee tres cuartos de lo que escribo. Él me dice que me quiere, y que me encuentra simpática –después del primer café del día- y mona, y creativa, pero que la vida es muy corta como para leer frivolidades: a él lo que le va es el libro tibetano de los muertos, todo lo que pueda parir el Dalai Lama y “El poder del ahora”. Bueno, a veces hace concesiones a Harry Potter, a escondidas, pero cuando lo pillo me dice muy serio que se lee la versión traducida al castellano para no olvidar el idioma. Ahora que lo pienso, tampoco se ha leído mi tesina, que sin duda un día revolucionará el mundo de la lingüística, y eso que la escribí en francés. Yo sospecho que lo que escribo no le gusta. Por eso me desfogo en este blog, y digo todo tipo de vulgaridades. Pero luego viene gente de su oficina que sé que me lee, porque han tomado cursos de castellano y me han comentado que lo que escribo yo “es simple y facilón y no cuesta leerlo, y así practican” (igual debería ofenderme), y se lo chivan todo.

Y claro, con esas traducciones que le hacen de segundo de la escuela de idiomas, todo da lugar a malentendidos. Por eso me viene a casa todo sofocado, y lanza un “¡que me dicen en la oficina que en el blog has contado que estás insatisfecha de tu vida sexual conmigo!”. Y yo tengo que andar sacando los extintores y apagando incendios conyugales. Y explicándole que el hecho de que yo cuente en el blog que el sexo tántrico es un noble ideal, pero que a veces un pañuelito y unas esposas (no me refiero a otras señoras, hablo de las de metal) no sé yo, pues como que tampoco vienen mal, eso no quiere decir que esté insatisfecha de nuestra vida sexual, y que tampoco lo cuento todo. No lo suficiente, según los diez últimos correos que he recibido.

Por alguna razón que ignoro, a él mis explicaciones no parecen aplacarlo. Y cuanto más intento hacerle entender mi punto de vista, más me hundo. Me lanzo a explicarle cosas como las fantasías de dominación, los jueguecitos de polis y cacos, y que es muy diferente acorralar a tu señora contra un muro que darle un revés con la mano que lleva el anillo de sello y hacer que se le salten dos molares, y en lugar de mirarme con intención lúbrica y lasciva, se queda horrorizado. Mi quebequés de marido es lo que tiene, que es muy literal. A ver, que tampoco es que yo vaya por ahí gritando "¡Mon amour, hazme daño!", pero jolín, para una vez que una le pide que deje salir el lado ese falócrata que todos lleváis dentro, es que no me reacciona.

Yo lo entiendo, porque él es zen, y ex-hippy (ahora ya no le queda suficiente pelo), y medita, y ha eliminado el apego y desayuna muesli orgánico, y el cuero, las fustas y la lencería de vinilo no forman parte de su vocabulario. Pero es que yo crecí en una época en la que los chicos se pintaban la raya del ojo aún más espesa que las chicas.

En cualquier caso, estoy haciendo lo posible por reformarme y adoptar una nueva filosofía de las relaciones carnales, más humana, menos animal, más en contacto con la naturaleza y las corrientes de energía telúrica que recorren el universo. Mientras me reformo, me las he arreglado para escribir este post en el que apenas hablo de sexo, y en el que ni siquiera doy una receta. Algunos de mis lectores estarán encantados.

Ahora tengo que buscar una recetilla para mi próximo post. Algo con calabacines.

sábado, 3 de julio de 2010

Actualidad internacional : Cumbre intercocinas

Esta semana en Canadá hemos tenido varias conmemoraciones y visitas ilustres: el 1 de julio se celebró la fiesta nacional, el Canada Day, aniversario de la confederación de las primeras provincias canadienses que constituyeron la base del país; en Quebec este día se "celebró" como de costumbre, en una vorágine de mudanza colectiva.

En el apartado de visitas ilustres, esta semana Liz de Inglaterra vino a saludar a sus súbditos transatlánticos, y, mientras en Toronto se celebraba la cumbre del G8 con gran algarada de policías aporreando manifestantes y de manifestantes apedreando escaparates, la barraca montrealesa sirvió de sede para otra cumbre infinitamente más agradable: la cumbre transoceánica intercocinas. La emperatriz berlinesa de la cocina intercultural, Noema, graciosamente acompañada de su distinguido consorte, Herr H., honraron con su visita a la cocina montrealesa y estrecharon lazos con monsieur M. y la que suscribe.

Los diálogos se abrieron con una degustación de pancakes, seguidos de una exploración gustativa de bagels y bogavantes, cafés, cupcakes variados y helados. La cumbre discurrió placentera a pesar del apretado programa: visitas al jardín botánico y a Chinatown, cata de fruta exótica y maloliente: el durián.

Durante el acto de clausura los participantes se declararon satisfechos del resultado de las conversaciones y convinieron en que una serie de encuentros posteriores contribuirían al desarrollo de relaciones fraternales entre la cocina germánica y la canadiense.