martes, 20 de diciembre de 2011

Vuelta a casa por Navidad: pasteles de lava nevados

Hija Ingrata vuelve a casa por Navidad.

No. Corrijo. Hija Ingrata vuelve a casa de su Santa Madre por Navidad. Aunque esta casa de su infancia, en esta ciudad vagamente pesadillesca, en este país natal, le sea familiar, ya no es exactamente su casa, su ciudad, su país. Hija Ingrata barrunta que hace ya tiempo que ha pasado el punto de inflexión del inmigrante, el ecuador en el que el país de origen se vuelve a un tiempo un lugar muy familiar y sumamente extranjero. Hija Ingrata supone que esto es lo que les ocurre a todos los que un día abandonan lo conocido y se van a otro sitio, a ver si están. Ella se da cuenta de que a estas alturas, está más en Canadá. Y de que ya es oficialmente guiri. Aunque le encanta volver a ver y abrazar a Estoico Hermano, Sobrino Espitoso (cuyo nombre ya no es nada apropiado), Bebé Brutita, Recia Cuñada, Santa Madre y a todos sus amigos, los viejos y los nuevos.

Si Hija Ingrata tuviera que describir su visita navideña con referencias cinematográficas, diría que es una mezcla, a partes iguales, de "Home for the Holidays", "High School Reunion", "La grande bouffe" y "Terror en el frenopático", todo ello dirigido por Alex de la Iglesia.

Monsieur M. la sigue de buen talante, paciente, ligeramente aturdido por el exceso de ruido, el castellano rapidísimo de los vascos, la densidad de población y la exuberancia nacional, encantado por los pintxos y desconcertado por la falta total de lógica de las conversaciones familiares. Él sonríe, escucha, come todo lo que le ponen por delante (que es mucho), bebe vino y juega con los sobrinos.

Hija Ingrata respira hondo, se mantiene cuidadosamente alejada de la cocina salvo para fregar los platos (Santa Madre defiende su territorio con uñas y dientes), sonríe, intenta seguir las conversaciones, repite que NO, no ha adelgazado, y que NO, no quiere tener niños a todo el que se lo pregunta (una gran cantidad de personas, muchas de ellas prácticamente desconocidas, pero con un extraño interés en su vida reproductiva) y en general intenta asumir que es normal que esta vuelta a casa por Navidad no se parezca en absoluto a un puto anuncio del Almendro. De vez en cuando siente la necesidad de colocarse con drogas duras, pero no es muy a menudo, y siempre puede darse al Freixenet.

Hija Ingrata constata además que en apenas dos semanas de entrañable visita familiar: a) le sale un acné nada juvenil (probablemente todos esos pintxos) b) engorda (probablemente todos esos pintxos) c) la ropa no se seca en esta Euskadi húmeda, así que termina poniéndose el pantalón de chándal que abandonó en su cuarto hace doce años d) todos los antiguos compañeros de colegio con los que se encuentra le repiten con fervor: "estás igual, de verdad, estás igual". Cuando Hija Ingrata contempla las fotos de las fases más repulsivas de su adolescencia que Santa Madre exhibe orgullosa por TODA la casa, no sabe si tomarse ese "estás igual" como un cumplido o galopar al salón de estética más cercano. En los momentos bajos Hija Ingrata suplica que alguien la saque rápidamente de aquí y la lleve al aeropuerto, o se le perderán las lentillas y acabará teniendo que llevar esas gafas de montura dorada que llevaba a los catorce. Y de ahí al suicidio no queda mucho.

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Estampa navideña. Interior, noche. En la cocina vasquísima de Santa Madre (calendario del equipo de remo local, estampitas de la Virgen de Begoña por doquier, pimientos choriceros decorando la puerta de un armario). Monsieur M. mira con ojos desorbitados el despliegue de platos que Santa Madre llama "una cenita ligera".

Santa Madre: -"Hala, hala, comed. Que no habéis comido nada. Y mañana estoy invadida de sobras."

Hija Ingrata, soltándose el botón de los vaqueros (vaqueros que le quedaban más bien holgados al bajar del avión): -"No puedo más. De verdad. Teniendo en cuenta que el ejercicio más violento que hemos hecho hoy es quedar en el bar con unos amigos, no tenemos mucha hambre." Por no mencionar que ayer Estoico Hermano y su cuadrilla de amigotes nos llevaron a Monsieur M. y a mí de alubiada ritual. Fue talmente como una viñeta sacada de "Astérix en Bélgica". Monsieur M. estuvo muy integrado (cuatro platos, el muchacho, CUATRO), casi le conceden la ciudadanía honorífica. Si una digestión puede producir un paro cardiaco, ciertamente fue la de ayer. Y cuando los terminó, a juzgar por las palmadas satisfechas de hombros que recibió, casi se esperaba que le hicieran un tatuaje en la frente, como en las tribus de Papuasia. Aún estábamos reponiéndonos de la experiencia.

Pero Santa Madre, criada en una familia numerosa en plena posguerra y condicionada desde su más tierna infancia a demostrar amor alimentando al prójimo y ejerciendo lo que he dado en llamar hospitalidad agresiva, no entiende conceptos como "no tener hambre", tan exóticos para ella como la hipótesis del agujero de gusano de Schwarzschild.

Santa Madre: -"Dejar tanta comida es un pecado. Con la cantidad de gente que pasa hambre en el mundo", espeta, empujando en mi dirección un plato de garbanzos.

Hija Ingrata masculla, pasándole el plato a Monsieur M., que lo mira con algo que podría ser desesperación. O pánico. -"Eso es porque no los han enviado a esta casa. Estoy segura de que pondrías remedio al problema rápidamente." Dice, más alto: -"Ehm, ajem, quizá es porque ya hemos comido unos entrantes, ensalada, sopa, primer plato, segundo plato, tercer plato, éste sería el cuarto plato, (si llevo bien la cuenta, porque con esta digestión laboriosa empieza a faltarme el riego al cerebro) y sospecho que habrá postre, ¿verdad?"

Santa Madre, orgullosa: -"Unas natillas caseras riquísimas, hija. Y fruta del tiempo, claro."

Hija Ingrata, mirándola fijamente, con incredulidad: -"Eso son DOS postres, mamá."

Santa Madre, que en suma es un ser bastante asombroso, con cara de extrañeza: -"Pero la fruta ALIGERA el estómago, hija. Eso lo sabe todo el mundo." Volviendo la cabeza a Monsieur M., y levantando mucho la voz, algo que está convencida de que mejora su comprensión del castellano: -"UY, TE VOY A SACAR UN JAMONCITO DE PALETILLA QUE TE VA A ENCANTAR, ¡SE COME SIN HAMBRE!"

Los dos nos miramos, mudos. Y pensamos que aún tenemos que sobrevivir a la Nochebuena.


























PASTELES DE LAVA NEVADOS (HOMENAJE A EL HIERRO)

(Con múltiples besos para mis amigos canarios)

Nevados por fuera, calentitos y tiernos por dentro. Estos pasteles son facilísimos de preparar y dan un resultado lujurioso y espectacular. Llevan relativamente pocos ingredientes y se mezclan a mano con muy poco esfuerzo y ensuciando un mínimo de cacharrería, algo muy de apreciar en estas fechas en las que la cocina parece un campo de batalla.

INGREDIENTES
  • 120 gramos de buen chocolate de repostería, 70% de cacao (4 cuadrados de Baker's Premium negro, para los que viven al lado americano del charco, o Ghirardelli, que también está muy bien), cortado groseramente en pedazos. Me dice una lectora que el chocolate Valor negro a la naranja que venden en España también funciona bien (gracias, Miércoles)
  • 1/2 taza de mantequilla cortada en pedazos (ojito: he dicho mantequilla, no margarina, en estas fechas vamos a dejarnos de tonterías)
  • 1 taza de azúcar glas
  • 2 huevos, a temperatura ambiente
  • 2 yemas de huevo, a temperatura ambiente
  • 6 cucharadas soperas de harina, tamizada
      Para la presentación:
  • 1 cucharada de té de azúcar glas
  • 12 frambuesas, moras, grosellas o cualquier otra fruta (granada, gajos de mandarina, de naranja...) para decorar
  • si os sentís sibaritas, podéis diluir un poco de mermelada de frambuesa con una gotita de Cointreau (o de zumo de naranja), y hacer artísticos chorreoncillos en el plato que darán a vuestro postre un toque muy de restaurante pijo-molecular (preparadlo de antemano, hay que servir los pasteles en caliente)
ELABORACIÓN

Precalentar el horno a 220°C. Enmantequillar cuatro moldes de mini-soufflé (o ramequines). Colocarlos en una bandeja para horno.

En el microondas, fundir el chocolate y la mantequilla troceados (más o menos un minuto al máximo). Batir manualmente con unas varillas hasta que la mezcla sea homogénea, brillante y untuosa. Añadir la taza de azúcar glas progresivamente, tamizándola. Mezclar bien. Incorporar uno a uno los huevos y las yemas, sin parar de batir. Por último, añadir la harina tamizada. Seguir batiendo hasta que la mezcla no tenga grumos. Verter en los moldes.

Hornear de 12 a 13 minutos, dependiendo del horno (tiene que estar bien caliente). La parte superior de los pasteles debería estar hecha al tacto, pero el centro tiene que ceder, prueba de que el corazón del pastel aún está fundente y delicioso. (Aviso: si pensáis servir estos pasteles en una ocasión especial o cena navideña, os sugiero que preparéis uno de prueba antes. En este caso el punto de cocción correcto es lo que hace que este postre sea bastante maravilloso :-), así que probar cuánto tiempo lleva obtenerlo con vuestro horno es crucial). Dejar reposar apenas un minuto, pasar un cuchillo por los bordes y desmoldar con brío en platos de postre. Sacudir la cucharada de azúcar glas con un colador o un tamiz (para el efecto "nevado") y decorar con la fruta. Servir en caliente ("rápido" es la palabra clave).

Cortar el primero por la mitad delante de los invitados, y dejar que la erupción de chocolate deliciosamente fundido que brotará del pastel haga su efecto. Nunca habréis hecho pecar tanto con la ropa puesta y tan poco trabajo.

(Nota: Para una variante más navideña, podéis perfumar el chocolate con un poco de canela, o de cardamomo, o incluso con unas gotas de esencia de menta... si servís los pasteles después de las ocho :-)


16 comentarios:

  1. Yo llevo 16 años en la diaspora y aún considero "casa" ambos países. Supongo que depende de cómo ha evolucionado la relación con la gente que dejamos atrás.

    Este pastel a mí me sale con unos 8-12 minutos en el horno.

    Otra cosa a tener en cuenta si se hace en ocasión festiva es que se deben servir rápido, porque se siguen cocinando después de salir del horno, con lo que si esperas demasiado el centro se endurece.

    Además salen bien con esencia de vainilla o chocolate a la naranja. Yo he usado Green & Blacks "Maya Gold", que tiene canela, nuez moscada, vainilla y naranja, pero el Valor negro con naranja que venden en España tiene el suficiente cacao para salir bien también.

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  2. Me ha encantado tu relato.

    Me he reído tanto, que estoy en el curro y he tenido que quitarlo un par de veces XD que verdades! Yo no estoy exiliada tan lejos, pero sí desde hace mucho, y me siento totalmente identificada. Ese volver al hogar, con la amatxo amorosa, y al cabo de dos días decir diossssssssss que he hecho?

    Cierto. Muy cierto... oye me encantan los pastelitos.

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  3. Mas razón que una Santa ...
    Lo malo es que no deberías recordarmelo, que yo vuelvo a casa de mis padres de aquí a unos días y los billetes no se pueden cambiar.
    Bueno paciencia, ya se sabe que viajar tambien es regresar ...
    Besotes

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  4. jajaja me he sentido identificada. Y, por cierto, ¿tu madre no le habla más alto a Monsieur M., por eso de que es guiri, para que la entienda mejor? es otro gran clásico.
    Oye, yo como canaria adoptiva me llevo uno de esos besos. Respira hondo y a soportar la navidad.

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  5. Dicen que la familia dos alegrías te da: una cuando llega y otra cuando se va.
    Podríamos ponerlo al revés: la famila dos alegrías te da, una cuando la encuentras y otra cuando la "dejás" (si esto último lo dices con acento argentino, rima mejor) ;-)

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  6. holaaa

    dios santo, acabo de leer tu blogticulo a una hora escasa de ir a casa de mi santa madre a cenar, que se ve que con la comida de navidad, la de sant esteban, fin de año y reyes no hay suficiente...

    me he sentido absolutamente identificado ;-)

    v'sss

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  7. No, no, no pero si ahora sí me tiraría al suelo a dar vueltas de la risa... y es que después de 2 semanas en casa de mi Madre, de vacaciones, coincido, en el acné nada juvenil, los pantalones que mágicamente cambian de talla, el uso de lso olvidados hace más de un año y cómo no en la Madre que no conoce el co9ncepto de "no tengo hambre" (siempre con cariño)...

    Las vacaciones familiares jajaja Abrazos hasta allá desde acá y mis mejores deseos en estas fiestas!!

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  8. Seguro que vuelves a casa con algunos kilos de amor...ya entrarán los pantalones.

    Petó

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  9. Lo que me he reído con tu post... No te lo tomes a mal, porque sé que seguramente tú no lo pasaste tan bie (o sí?), pero me he reído de lo lindo... Hay cosas que son realmente surrealistas... jejejeje
    Y tu homenaje a El Hierro genial... Siento que me has mandado un beso, ehhhhhhhhhhh... o sea que me perdonas las risas a tu costa!!!!! jajajaja
    Un besote también para ti!

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  10. Y después de tan velada queja por el abuso (y disfrute,a que si pillina??) de comida, vas y pones este pecaminosisisisimo postre, pá matarte...

    Besado gordo y felices fiestas!!

    Maite

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  11. ¡Ohh! Veo que la "intercultura" te ha hecho aparecer por estos lares antes de lo prometido.
    Aprovecha y dejate achuchar por Santa Madre.
    Como te vea por Bilbao o por Donosti también tendrás que soportar fan cibernética, o sea, moi. Y no veas lo bien que se me da gritar de acera a acera. Ja,ja.
    Muxus
    María

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  12. Exquisito relato y este majestuoso y volcánico postre (que lo conocía como Fondante!) es justo para hacer la "magia" en la noche de Navidad.
    Felices fiestas. Saludos desde Costa Rica

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  13. Pues a darse a la chistorra y a la sidra ;-)
    (Mil gracias por salvarme el día del calendario)

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  14. Me he reído un montón...
    ¡Feliz Navidad para todo el mundo!

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  15. Ja ja ja...que yo también ya voy en chandal que los pantalones se han hecho pequeños....unos pasteles muy ricos....beeesos

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