Pérez-Reverte escribió una vez en una crónica muy emocionante sobre una perra abandonada en una gasolinera que seguía esperando a sus dueños después de un año, que ningún ser humano vale lo que valen los sentimientos de un buen perro. Sin ser tan extrema, yo diría que algunos seres humanos no valen lo que valen los sentimientos de un buen perro o un buen gato. Estoy convencida.
Hace ya casi dos semanas que enterramos a Alfonso en el jardín de Muffin Manor, frente al estanque de las ranas. Alfonso, nuestro gato-perro, como lo llamaba una buena amiga, se fue de la misma manera en que había vivido: rápido, de buen humor, sin quejarse, ronroneando y confiando plenamente en nosotros y dando muestras de afecto a pesar de que debía de estar sufriendo un auténtico calvario. El tumor que tenía era enorme, óseo, extendido a buena parte de la mandíbula, y el único tratamiento posible era operarle y cortarle un pedazo de la misma. La calidad de vida que le hubiera quedado tras esa tortura habría sido lamentable. Aún así, es muy posible que ya tuviera metástasis en los pulmones. La veterinaria nos dijo que lo mejor era una eutanasia, y que nuestro gatazo, de casi trece años, ya había vivido una buena vida. Le pedimos estar presentes mientras le daba la inyección, y lo acariciamos mientras se le paraba ese corazón tan enorme que tenía. Alfonso no se dio cuenta, estaba anestesiado y dormía tranquilamente, algo que sabía hacer muy bien (horas y horas de práctica :-). Era lo mínimo que podíamos hacer por un animal que siempre ha estado presente en nuestros peores y mejores momentos. Esa misma mañana, antes de salir para el veterinario, habíamos compartido una sesión de rascada de cogotillo y ronroneos estruendosos mientras yo me tomaba el café.
Al volver a casa lo enterramos en el islote frente al estanque. A Monsieur M. se le caían unos lagrimones gordos como garbanzos mientras cavaba la tumba (hay algo profundamente triste en el hecho de ver a un hombre tan grande llorar por un ser tan pequeño). Yo planté unos bulbos de tulipanes para marcar el sitio. Ahora que el estallido de color otoñal ha terminado en Quebec, y los árboles han perdido las hojas, la bruma y los días grises de finales de octubre y noviembre acompañan perfectamente a lo que siento cada vez que miro por la ventana y veo el pequeño túmulo de piedras.
Fonso era fiel, adorable, paciente y estaba siempre de buen humor. Más de lo que se puede decir de muchos maridos. Tenía ese don de ganarse el cariño de todos los amigos a los que no les gustan demasiado los gatos. Se dejó estrangular repetidas veces por mi sobrino cuando éste era demasiado pequeño como para saber tratarlo con delicadeza, y nunca lo arañó. Soportaba todos sus estirones, achuchones y dedos en los ojos con una paciencia remarcable y cierta cara de resignación. En los momentos bajos siempre estaba ahí, lamiéndote un mechón de pelo para animarte, ronroneando como diciendo: -«Venga, seguro que no es tan grave, deberías lanzarme la pelota y olvidarte un poco de todo eso». Cuando estaba enferma lo detectaba antes que ningún médico y venía a enroscarse en mi regazo. Cuando intentaba leer el periódico (en la época en que era de papel), invariablemente se acostaba sobre la página que estaba leyendo. Ante mi mirada censuradora se ponía tripa arriba, recordándome sus prioridades: vale, la crisis, sí, pero... ¿y las rascadas de barriga? Alfonso ha sesteado sobre una cantidad increíble de exámenes por corregir y pilas de artículos universitarios . Puede que de ahí le viniera su sabiduría. La camaradería era innata.
Sé que era un gato, y que ha vivido
una vida mejor que muchos niños en este planeta de locos. Ha comido varias veces
al día durante toda su existencia, y probablemente ha recibido más cariño que muchos seres humanos. Pero era mi gato. Una parte -felina- de
nuestra familia. Gordo, simpático y afectuoso. Y yo lo quería. Su simple existencia me hacía sonreír. Es difícil hacer justicia a tanto amor desinteresado como el que recibí de ese animal con mi vocabulario limitado. La gente podría
aprender sobre el amor inspirándose de los animales. Yo he aprendido mucho.
Gracias por todo, Fonso. Espero haberte correspondido dignamente en la medida de mis posibilidades. Al fin y al cabo, yo sólo tengo un corazón humano.
Gracias por todo, Fonso. Espero haberte correspondido dignamente en la medida de mis posibilidades. Al fin y al cabo, yo sólo tengo un corazón humano.
Cómo te entiendo. Un tumor se llevó a mis gata hace ya cuatro años, por estas fechas precisamente. Era le mejor gata del mundo. Ella se creía una persona. Era uno más de la familia y cuidó a mis hijos como sí fuesen algo suyo desde el momento que llegaron a casa. Ella, por supuesto, ya estaba aquí antes que ellos y la antigüedad es un grado.
ResponderEliminarTuvimos que ponerle la inyección y fue un duro golpe para todos. Mi marido no puede recordarlo sin llorar. Yo creo que o hay insolo día en que no me acuerde de ella. La nombramos tantas veces...
Besos.
Fonso seguro que ronronea de felicidad mientras oye tu artículo. Cris
ResponderEliminarA mí también se me caen los lagrimones. A veces me quedo mirando a los míos y me pregunto también cómo un ser tan pequeño es capaz de sacarme tanto amor.
ResponderEliminarQue bonito Arantza...la verdad es que se les quiere mucho...besos
ResponderEliminarHace ya unos tres años que murió Gris. No es sólo que se fuese una gata, se fue una amiga.
ResponderEliminarAl menos tú pudiste despedirlo. La nuestra nació salvaje. Se iba de parranda para volver todas las noches. Un día no volvió. Dos semanas más tarde la vecina encontró su cuerpo. Murió de una infección a tres metros de casa, intentando volver a los brazos de mi madre, que también era la suya.
Un abrazo.
Un sitio precioso para enterrarlo.
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ResponderEliminarJolín, me has hecho llorar desde la primera frase, aparte de compartir ese mismo sentimiento por los animales de tanto leerte ya le consideraba casi un poco mio también. Siempre he oído que nosotros sufrimos como humanos ante estas cosas porque pensamos como humanos, pero ellos lo interpretan de otra manera más natural, así que estoy segura que se fue satisfecho y agustito con sus ronroneos
Querida Arantxa, nuestros amores felinos son ya cosa de años. Hace 6 o más que vi la primera foto de Alfonso en tu antiguo blog. Alguna vez tú también has comentado algo de los míos. No son mascotas, son parte de nuestras familias, amigos más fieles, perceptivos y cercanos que la mayoría de los humanos. Los gatos no son serviles, por eso un ronroneo, un mimo o un cabezazo vale más de lo que parece. Si Alfonso se fue ronroneando, es porque se fue feliz. Fue un gato muy querido y cuidado y desde el inmenso cojín con pelotitas de papel y langostinos donde van cuando nos dejan, se acuerda de todas las veces que os miró por encima de sus bigotes, de las veces en que os llenó un jersey negro de pelos y del calorcito que los humanos damos en la cama. Un beso, preciosa y mucho ánimo.
ResponderEliminarPor cierto, Arantza y no Arantxa ; )
ResponderEliminarQué bonito. No importa la forma que tenga el amor, eso es lo maravilloso del amor.
ResponderEliminarAmigo fiel (no hay muchos de esos). Casi todos hemos pasado por ese momento alguna vez, y el que diga que no es horrible es que no tiene un corazón, ni siquiera uno humano. Lo siento mucho por ti :(
ResponderEliminarAbrazos por Alfonso... Hasta yo con mi alergia aprendí a conocerlo a la distancia, gracias a tus posts. Lindas flores elegiste.
ResponderEliminarLo siento mucho Arantza. Yo tambien he llorado un poquito por él con ese bonito homenaje.
ResponderEliminarLo siento mucho Arantza. Yo tambien he llorado un poquito por él con ese bonito homenaje.
ResponderEliminarTengo un gato de 10 años que se parece a Alfonso en todo. Me lo traje de Caracas cuando me mude a Montreal, es un gato inmigrante.
ResponderEliminarTambien tengo un marido - que se llama Alfonso - y estoy segura de que cuando llegue el dia va a llorar como un bebe.
Es bellisimo lo que has escrito.
Lo siento mucho. Yo también sé lo que es perder a alguien de tu familia, tanto un gato como un perro. Me consuela pensar que estarán juntos, jugando, comiendo y durmiendo (lo que mejor se les daba a ambos), y que si hay un más allá un día los volveré a encontrar.
ResponderEliminarSiento mucho tu pérdida. Te leo desde hace un par de años y siento a Alfonso muy cercano, seguramente porque Kike, mi gato-perro, se parece muchísimo a él, incluso físicamente (también es rubito atigrado). Ya perdí a un compañero una vez y es increíble lo desgarrador que resulta... ojalá yo hubiera tenido un trocito de jardín en el que tenerle cerca. Un fuerte abrazo.
ResponderEliminarHace mucho que te sigo y comento poco, pero me gustan mucho tus historias y tus recetas, y quería decirte que siento mucho vuestra pérdida Arantza. Son momentos muy duros. Nosotros perdimos a Gatita en un accidente hace unos meses y fue muy doloroso (se llamaba así porque se quedó a vivir con nosotros por iniciativa propia y ya no nos salía llamarla de otra manera). Lo bueno es que os quedan esos buenos momentos y la certeza de que fue un gato feliz :) Mucho ánimo. Un beso
ResponderEliminarMi padre y su perro se llevarón una semana de diferencia, a mucha gente puede parecerle una casualidad pero yo jamás lo he creído así.
ResponderEliminarEl perro anterior a este, con el cual yo sí conviví puesto que aún vivía en casa de mis padres fue enterrado por mí en el huerto que teníamos en la casa y es algo muy muy duro cavar la tumba de un ser que ha compartido tantos ratos con uno mismo, aún me parece verlo levantarse a las 3 o las 4 de la mañana cuando yo volvía de marcha en mis años mozos y sentarse a mi lado a hacerme compañía mienetras picaba algo de comer.
Animo.
Vicent.
Lo siento muchísimo. Un abrazo y un beso.
ResponderEliminarMaite
Solo con mirar atrás ves lo mucho que te dio y los momentos que compartisteis, creo que eso ya es mucho más de lo que podemos esperar de algunos seres humanos...
ResponderEliminarUn abrazo.
Flori.
Después de dos años de que mi grande Mofeta también muriera (como Alfonso, eutanasia) ronroneando en mis brazos, a los 16 años, le echo de menos, todos os días.
ResponderEliminarTanto tiempo juntos marca. Más fiel y más cariñoso y más leal, que la mayoría de los humanos que conozco.
Así que te entiendo y además, aunque no lo conociera, me enganché a tu blog por tus post sobre Alfonso.
Un abrazo,
Ale
¡Ohhh! Pobres. La verdad es que le echaremos de menos también en este mundo virtual.
ResponderEliminarAunque parezca tonto quién ha tenido un animal sabe lo que sientes. Nosotros teníamos, a medias con el mundo salvaje, un gato y cuando se sintíó superenfermo vino a casa a morir. Y como dices se fue con mimos y alguna que otra lágrima.
Besos y ánimo.
jo Arantza, me has sacado los lagrimones...yo también enterré a mi Arturito (más bien Arturote), un precioso golden retriever que llevaba en casa exactamente la mitad de mi vida y lo pasé francamente mal, a pesar de saber racionalmente que era lo mejor, que ya no tenía calidad de vida por los dolores que tenía en las patas. Se les quiere a los jodíos!
ResponderEliminarmucho ánimo y piensa que él fue uno de los gatos más felices a ese lado del Atlántico, en una casa donde todo huele a bizcocho y se reciben mimos a todas horas! :)
Se me han saltado las lágrimas. Yo también echaré de menos a Alfonso en tus entradas, y comparto tus sentimientos. Mi gato, Miu, se parece mucho a Alfonso. Es grande, naranja, con calcetines y delantal blanco :-) Y tiene la misma edad de Alfonso. Sé que la muerte forma parte del ciclo de la vida, pero en esta misma situación yo esperaré también haber sido capaz de corresponder su amor felino. Un abrazo
ResponderEliminarLo bueno de todo esto es que no vais a olvidarle nunca, especialmente algunas sensaciones que has vivido con ellos. Mi Abril se fue hace casi 6 años y aún la presiento a veces, o recuerdo los rincones dónde dormía, o su presencia en la cama junto a mi. No sucede todos los días, pero cuando lo notas, sabes cuánto la extrañas mucho.
ResponderEliminarSólo los que hemos amado a nuestra mascota entendemos la profundidad de estos sentimientos.
Animo.. no se irá, pero será un recuerdo dulce.
Tengo que contener las lagrimas porque es una verdad enorme lo que cuentas parece mentira pero nuestros perros y gatos nos enseñan mucho más de amor, lealtad, generosidad y todos esos sentimientos tan "humanos" que, lamentablemente, un número importante de las personas que andan por nuestra vida.. tengo un perro de 4 años y no quiero pensar el día que entre en casa y no demande que le rasque y le haga caso, ya pasé por ello con otro y juré que nunca más, pero...en casa querían y a mi me encantan así que ahí andamos otra vez, también espero que seamos capaces de devolverle el cariño que gratuitamente nos da, un abrazo
ResponderEliminarTengo que contener las lagrimas porque es una verdad enorme lo que cuentas parece mentira pero nuestros perros y gatos nos enseñan mucho más de amor, lealtad, generosidad y todos esos sentimientos tan "humanos" que, lamentablemente, un número importante de las personas que andan por nuestra vida.. tengo un perro de 4 años y no quiero pensar el día que entre en casa y no demande que le rasque y le haga caso, ya pasé por ello con otro y juré que nunca más, pero...en casa querían y a mi me encantan así que ahí andamos otra vez, también espero que seamos capaces de devolverle el cariño que gratuitamente nos da, un abrazo
ResponderEliminarVaya, Arantza, ojalá alguien escribiera una necrología la mitad de bonita y entrañable que esta a mi muerte...
ResponderEliminarComo siempre emocionante todo lo que dices y cómo lo dices. Maravillosa forma de compartir.
ResponderEliminargracias (con lagrimones)
Gracias a todos. Gracias por la empatía, la simpatía y por compartir vuestras historias conmigo. Veo que no soy la única que llora por un ser peludo de cuatro patas, y me sienta bien, parece que hay mucha gente que tiene el corazón en el sitio correcto. Un beso.
ResponderEliminarjoder Arantza, que me has hecho llorar....
ResponderEliminarDespues de leerte me puse mis lentes, acoste al gato bajo la lampara mas potente de mic asa y lo revise de arriba a abajo. Para mi terror le encontre unas cosas muy feas en la barbilla. Con Alfonso en la mente sali disparada a pedir cita al veterinario y resulto ser acné (!?). Pero el acné felino puede ser sintoma de otra cosa, asi que le hicieron examenes y tenia una infeccion en los riñones y una en las encias. Tras dos semanas de antibioticos esta muy bien, pero lo anestesiaron pasa sacarle dientes. Así que sin quererlo has salvado a un gato, porque gracias a ti estoy sentada con mi iPad en el hospital veterinario de Pierrefonds en vez de estar como una tarada dejando pasar el tiempo.
ResponderEliminarJackie, vecina :-)
EliminarCómo me alegro de que esta pena mía te haya servido para algo. Harry es una hermosura. Y es verdad que no nos fijamos mucho en lo que les pasa hasta que no se quejan... y cuando se quejan ya es demasiado tarde. La semana próxima le toca dentista a Julieta, mi gata. Un beso desde Saint-Hippolyte. Y a ver si un día nos conocemos en persona.
Este es Harry.
ResponderEliminarSeria buenisimo.
ResponderEliminarUna rascadita de panza para Julieta ♥
No sabes como te comprendo. Cada parrafo que escribes lo habria firmado... cambiando Fonso por Camila, una gata-perra que al igual que él, dejaba admirado a todo el que la conocía. Creo que se habrian llevado muy bien... :-)
ResponderEliminarUn abrazo desde el Sur (Sevilla)