domingo, 19 de mayo de 2013

Arf, arf, arf


Abandonados lectores: no, el título de esta entrada no es porque este sea un post erótico. Bueno, en él hay jadeos, saliva y bastante amor libre. Pero no es lo que estáis imaginando, guarros. También va a ser un post sin receta. Imagino que ya he perdido la mitad de la audencia: sin sexo, sin comida... pues vaya mierda. Hablando de mierda... de eso sí que va a haber en esta entrada. (Vaya, acabo de perder a la otra mitad.)

La entrada la escribo más que nada porque quería tranquilizar al bueno de Vicent, que me ha dejado un comentario inquieto en el otro blog que tengo, el que habla de pechos (tampoco es erótico, os lo advierto), y como sé que tras sobrevivir a un cáncer antes de los cuarenta en cuanto una estornuda los médicos le mandan una resonancia magnética y dos colonoscopias y todo el mundo se angustia, pues no quería que Vicent (ni Urko, ni otros amables conocidos y desconocidos que me han escrito estos últimos meses) se preocupara inútilmente. Tranquilos: no me muero. Al menos, no ahora mismo. Igual me matan de asco  los médicos (parafraseando a la Señora Hernández) con tanta prueba, examen, palpación, pinchazo, ultrasonido, hurgamiento y aplastujamiento vario, pero de momento muchos oncólogos y otros -ólogos se están ensañando con este cuerpo serrano para asegurarse de que no tengo otro cáncer y de que tengo mucha paciencia. No parece quedarme cáncer (paciencia tampoco). Lo que sí tengo es mucho trabajo (tampoco me voy a quejar, tal y como anda la madre patria). Un profesor de la universidad me aseguró el otro día que la docencia universitaria es un poco como vivir en pareja: el trabajazo son los diez primeros años. Luego es bastante llevadero. Eso me consoló mucho. Miré mi pila de redacciones por corregir y me comí otro Kitkat.

Otra cosa que tengo es una barraca en el sexto pino (vivo unos kilómetros más al norte del quinto pino) bautizada Muffin Manor en un ataque de grandeza, una gata que se llama Julieta y es nuestro objeto delicado decorativo, un estanque con ranas (sin nombre), tres manzanos y un cerezo (también sin nombre). Que vigilo de cerca, obsesivamente. Todas las mañanas salgo taza de café en ristre a inspeccionar mis árboles. Es lo que pasa cuando te mudas al campo: hay gente que agranda su obra y hay gente que vigila a sus frutales, por si se van, o algo. También dejas de llevar maquillaje y te paseas en Crocs. Y te compras sombreros de paja estrafalarios y respiras hondo diciendo: «¡Ah! ¡Qué frescor en el aire!», normalmente cuando tu vecino granjero acaba de echar el abono de estiércol de cerdo en el campo colindante. Monsieur construye cobertizos y sierra y clavetea con pasión. Cada loco con su tema.

Como no tengo ni tiempo de cocinar (Monsieur sigue en modo Ejecutor y me alimenta como buenamente puede), he decidido que lo que necesitaba era aún más trabajo. Porque yo llevaba un par de meses diciendo a mis amigos: «A ver: yo ya he tenido perro. Recuérdame todo lo que dije sobre que nunca tendría otro y por qué». Mis amigos no hicieron muy bien su trabajo. Así que este viernes me fui al refugio de animales con Monsieur a que nos adoptara un perro. Tuvimos suerte: fue muy rápido. Nos adoptó Chica. Fue vernos, olernos, y decidirse: «Estos son los humanos que me convienen. Pinta de incautos, un poco pardillos... les hago dos fiestas y no los dejo pensar hasta que estemos ya en el coche». Y así fue. Una vez en el coche, con Chica sentada en el asiento trasero babeándome la nuca con pasión, durante todo el trayecto de vuelta a casa me iba diciendo «Yo me he dado un golpe en la cabeza. O Algo. Quéhehechoquéhechoquéhehecho». 

Chica es un perrazo (una perraza), un bouvier de Berna mestizo y tiene dos años. La encontraron aullando en una carretera de campo: parece que quiso jugar con un puercoespín (sí, en Quebec esas cosas pululan por el bosque) y al animalito no le gustó. La verdad, tras haber sobrevivido a un encontronazo con dos cervatillos en la carretera del barrio esta mañana, empiezo a imaginarme por qué el puercoespín quiso deshacerse de ella. Algo en su actitud (arfarfarfarfjugarjugarjugarjugar). Nos enseñaron una foto de cuando llegó, tenía el morro que parecía un erizo, la pobre. La tuvieron que operar varias veces para extraerle las púas, que en el caso de los puercoespines pueden tener casi el grosor de un lapicero. También tiene las patas traseras un poco torcidas, parece que las ha tenido fracturadas. El veterinario no sabe si fue un atropello o malos tratos. Eso no parece molestarle para correr y saltar, aunque cuando envejezca tendrá problemas de artrosis, claro. Por el momento tengo compañera de jogging. Chica es lo más afable y cariñoso del mundo, cuando llegamos al refugio estaba acostada entre gatos y nos adoptó en dos segundos, (a Monsieur en uno). Las presentaciones a Julieta están siendo un poco más laboriosas.  Aunque nos han dicho que adora a los gatos y a los humanos de todas formas y tamaños. Su nombre... cuando la vi la llamé -"¡Ven aquí, chica", y Monsieur, cuyo castellano anda un poco oxidado, asumió en el acto que era su nuevo nombre. 

Así que dos días, dos vómitos, muuuchas cacas (os lo he advertido, de hecho, iba a titular este post «Shit happens again», pero no quería asustar a nadie) y varias tazas de pienso para perros más tarde, aquí estamos, yo molida por haber retomado el jogging y con Chica sentada encima de mi pie izquierdo mientras escribo (pesa, la condenada), Monsieur construyendo una caseta de perro y Julieta temblando bajo la cómoda de mi cuarto. Ayer, tras un muy traumático primer intento de presentaciones (arfarfarfarfjugarjugarjugarjugarMEAOWarfarfarfjugarjugarME-AOW!!), le  ofrecí pedacitos de atún para que saliera de debajo de la cómoda. Mientras masticaba, toda delicada, me miraba con cara de grave reproche: -«Cabrones. No hay atún suficiente en el universo para perdonaros el haber metido en casa a ese monstruo del averno». Yo ahora ando practicando todo eso que recomiendan César y la Señora Hernández: intento servirme de mi experiencia como profe en secundaria y practico la asertividad, la fuerza tranquila, cómo ser jefa de manada. Y viene la Chica y me tira al suelo de dos lametazos y me joroba todo el asunto.