Como todos los otoños desde que llegué a Quebec, me faltan las palabras (pero me sobran las fotos) para describiros lo magníficamente excesivo de los colores de este rincón del mundo en esta época del año: la explosión de abundancia, formas y sabores del mercado, el olor del aire fresco de octubre, el clamor de las ocas salvajes que anuncian su partida, y con ella, la llegada del frío, las nubes maravillosamente hinchadas que flotan encima de las copas de los árboles de un carmesí delirante.
Sé que esta entrada es cursi y lo asumo plenamente. Pocas cosas hacen que me ponga realmente seria y torpemente lírica: la Belleza (con B mayúscula, como la de esta estación en este país nórdico, o la del campo escocés en este mismo mes), un par de quesos que he probado en mi vida, uno de ellos en Francia y otro aquí, en Quebec (qué queréis que le haga: tengo la tripa poética), un acantilado vasco que representa todo lo que me gusta de aquel paisaje y que me recuerda a alguna que otra persona a la que quiero especialmente, el chocolate de la Cabosse d'Or, alguna mirada de grizzly degollado que aún me suelta de vez en cuando monsieur M., y un par de poemas de Benedetti y Galeano. Aparte de esas cosillas, normalmente tengo mi tendencia natural a la emotividad bastante controlada, salvo en algunos momentos críticos del mes, cuando cualquier anuncio cutre con un perro abandonado hace que los ojos se me aneguen de lágrimas estrogenadas.
En este fin de semana de acción de gracias nos paseamos en coche bajo una uve de ocas volando en formación y todas las carreteras de campo por las que nos perdemos pasan delante de granjas que ofrecen los productos de la cosecha. La courgerie, en Lanaudière, es una de esas granjas. Especializada en calabazas, es un auténtico festival de formas, tamaños y colores. Uno agarra una carretilla y elige las calabazas que quiere. Los niños disfrutan particularmente del paseo, y de poder elegir ellos mismos la calabaza que van a decorar por Halloween. Los mayores que, como yo, tienen problemas para madurar del todo, adoran pasear en medio del calabazar, uno de los campos de cultivo más marcianos que he visto, y se sienten transportados a un decorado de película de Tim Burton. Las manzanas se compran en autoservicio: morder una humilde manzana Cortland recién cortada de su rama se convierte en fuegos artificiales gustativos. La manzana cruje, y llena la boca de jugo en un solo bocado increíblemente fresco y perfumado. Es el sabor del otoño quebequés. Que sigo adorando con locura.
Hola!
ResponderEliminarHacía un mntón que no te escribía nada, lo sé. Y voy y lo hago en una entrada sin receta. En fin (Pilarín).
No sé cómo será el otoño por ahí, pero me encanta verlo. El nuestro es casi inexistente. Cosas de Castilla, supongo.
En cuanto a las fotos... Me parecen buenísimas, Arantza. Especialmente la sexta.
Un abrazo (y no cojas frío).
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ResponderEliminarYo también adoro hasta la locura los rojos y los ocres y las calabazas y las manzanas y las ciruelas... eso, que adoro el otoño. En primavera es todo locura, brotes y furor (de todas clases) pero el otoño es la estación de la vida que se prepara para sobrevivir al invierno... y todas las frutas, verduras y frutos secos de esta estación nos ayudan a mantener las defensas altas frente al frío... pero que listo es el otoño, co*o!
ResponderEliminarBesos y me gustas mucho de sentimental y sin receta
PD: Ojo, querida heroína! que tus recetas me chiflan... una cosa no quita la otra... ea, que me voy!
Son unas fotografías preciosas, de verdad.
ResponderEliminarQué puedo decir, nací en otoño...él cual me parece maravilloso¡!
ResponderEliminarUnas fotografías maravillosas y un post muy emotivo, a mi también me encanta el otoño y sus colores y sabores.
ResponderEliminarBicos
¡Qué bonito! A mí me encantan todas las estaciones, pero es verdad que creo que iría a vivir allí en otoño. ¡Qué variedad de calabazas! Con lo que me gustan a mí.
ResponderEliminarSaludos desde algún acantilado cantábrico. Ja,ja.
Que entrada y que fotos mas bonitas. Bss
ResponderEliminarNostalgia pero tannn rica de ver los anaranjados de las calabzas y tan deliciosas que son también. Me encantaron tus fotos y esa sensación de tranquilidad con al entrada del otoño.
ResponderEliminarQue fotografias más bonitas!! y cuantas calabazas, tienen un color super-bonito!
ResponderEliminarSaludos
¡¡YO QUIERO QUE ME DEN CALABAZAS!!; NORMALMENTE ESTA EXPRESIÓN TIENE UN SIGNIFICADO NEGATIVO, PERO EN ESTE CASO ES TODO LO CONTRARIO, ¡VAYA UNA EXPLOSIÓN DE COLORES Y FORMAS!, SIN DUDA UNA MARAVILLA DE LA NATURALEZA. GRACIAS POR COMPARTIRLO CON NOSOTROS. BESICOS
ResponderEliminarMuy buen post y bonitas fotos Arantza, este fin de semana tambien hemos estado en una de estas granjas (Verger Labonté) y me quitastes las palabras de la boca. Me pase igual que a ti, que me encanta el otoño Quebecois (la mitad al menos).
ResponderEliminarSiempre tengo la misma discusion con mi media manzana de si el otoño es un asco o una maravilla aqui en Montreal pero es que Septiembre y Octubre me encantan pero Noviembre/principios de Diciembre son bastante feitos.
En fin, vivan los sitios donde todavia hay cuatro estaciones.
Pues me acabas de crear un conflicto, yo que quería volver a Quebec por esta época, en algún otoño próximo, pero chica, no sé si seré capaz de aguantarte la cursilería [jiji, mentira, yo ando igual de pastosa viendo las formaciones de aves marcharse (y envidia que me dan las cabritas)].
ResponderEliminarOye, con lo feas que son las calabazas y lo bonitas que las has sacado (esa primera foto me gusta especialmente).
Que maja que estas así en plan sentimental....pero no te pienses que a partir de ahora te vas a escaquear de receta...I´m sorry...de eso ni hablar.
ResponderEliminarPreciosas las fotos y como tu soy una enamorada del otoño. de sus paisajes, colores, sabores, olores.....
feliz otoño.
besos
Tienes un blog fantástico, me encantan las fotografías que nos muestras, me quedo leyendo tus recetas! un beso desde Barcelona
ResponderEliminarUnas fotos fantásticas, como siempre. Por más que digas que Canada en otoño es la mar de fotogenico no puedo evitar pensar que esto se te da muy, pero que muy bien...me han entrado unas ganas irresistibles de comprar calabazas!!!
ResponderEliminarBesazo!
Monsieur Cocotte: dichosos los ojos. Por cierto, siendo como soy nieta de castellana, y aunque he pasado más veranos que otoños en Castilla, creo que las estaciones allí también tienen su encanto. Sobrio y castellano, pero lo tienen. Otro abrazo.
ResponderEliminarPombolita, Rakelilla, Luisa, Zarawitta, Da Y Mer y Maïte: gracias por los piropos a mis fotos. No los merecen, de verdad que las calabazas son muy fotogénicas. Yo sólo pasaba por allí :-).
Maite, Susana y Núria: veo que los que adoramos el otoño somos legión :-). Menos mal que mi sentimentalismo no parece provocar urticarias ;-).
Núria: si me mandas un sueldito todos los meses prometo no escaquearme de receta :-). Mientras te decides, tendré que escaquearme de vez en cuando. Por lo de trabajar y sobrevivir... ya sabes.
Gnomito: a mí no por darme no me dieron ni calabazas. Tuve que pagar por ellas.
Sergio (¿de verdad vives en Westmount? Qué nivelón :-): zanjando el debate con tu pareja: la primera mitad del otoño quebequés es indiscutiblemente una hermosura. Después de Halloween, es una incitación al suicidio (hasta la primera nevada). Yo noviembre lo duermo. Si puedo, claro.
Un saludo. (A ver si nos tomamos un cafelito un día, chico. Que somos vecinos.)
Noema: hecho tristemenete verídico: a mí se me han saltado lagrimones emocionados ( y más de una vez) viendo a las ocas marcharse. Según monsieur M., es debido a que llega el frío y a lo que odio la ropa interior larga. Yo quiero pensar que es debido a mi alma sensible :-).
Fresaypimienta: bienvenida por aquí, barcelonesa. Te hacemos un sitio, siéntate.
hija, mal gusto no tienes, las fotos son preciosas ;)
ResponderEliminarSalu2, Paula
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