miércoles, 12 de mayo de 2010

La magdalena de Proust: Magdalenas de lavanda y aceite de oliva / Madeleines à la lavande et à l'huile d'olive

Las fotos son todas mías, aunque a veces se me olvide insertar la firma.
Pero me fío de vosotros :-).

"(Ma mère) envoya chercher un de ces gâteaux courts et dodus appelés Petites Madeleines qui semblent avoir été moulés dans la valve rainurée d'une coquille de Saint-Jacques. Et bientôt, machinalement, accablé par la morne journée et la perspective d'un triste lendemain, je portai à mes lèvres une cuillerée du thé où j'avais laissé s'amollir un morceau de madeleine. Mais à l'instant même où la gorgée mêlée des miettes du gâteau toucha mon palais, je tressaillis, attentif à ce qui se passait d'extraordinaire en moi. Un plaisir délicieux m'avait envahi [...]. "

"Et tout d'un coup, le souvenir m'est apparu. Ce goût, c'était celui du petit morceau de madeleine que le dimanche matin à Combray [...] ma tante Léonie m'offrait après l'avoir trempé dans son infusion de thé ou de tilleul."

"Quand d'un passé ancien rien ne subsiste, après la mort des êtres, après la destruction des choses, seules, plus frêles mais plus vivaces, plus immatérielles, plus persistantes, plus fidèles, l'odeur et la saveur restent encore longtemps, comme des âmes, à se rappeler, à attendre, à espérer, sur la ruine de tout le reste, à porter sans fléchir, sous leur gouttelette presque impalpable, l'édifice immense du souvenir."


- Marcel Proust in "Combray" in "Du côté de chez Swann" in "À la recherche du temps perdu"
(1913)


"Mi madre pidió uno de esos bizcochos regordetes que llamamos magdalenas, y que tienen un aspecto como de haber sido horneadas en una de las valvas estriadas de una concha de Santiago. Y muy pronto, abrumado por el triste día que había pasado y por la perspectiva de otro triste día tan melancólico por venir, me llevé a los labios una cucharada de té en la que había echado un trozo de magdalena. Pero en el mismo instante en que aquel trago, con las migas del bizcocho, tocó mi paladar, me estremecí, fija mi atención en algo extraordinario que ocurría en mi interior. Un placer delicioso me invadió, me aisló, sin noción de lo que causaba. Y él me convirtió las vicisitudes de la vida en indiferentes, sus desastres en inofensivos y su brevedad en ilusoria, todo del mismo modo que opera el amor, llenándote de una esencia preciosa; pero, mejor dicho, esa esencia no es que estuviera en mí, es que era yo mismo. Dejé de sentirme mediocre, contingente y mortal. ¿De dónde podría venirme esa alegría tan fuerte? Me daba cuenta de que iba unida al sabor del té y del bizcocho, pero le excedía en mucho, y no debía ser de la misma naturaleza. ¿De dónde venía y qué significaba? ¿Cómo llegar a aprehenderlo? Bebo un segundo trago, que no me dice más que el primero; luego un tercero, que ya me dice un poco menos. [...]

Vuelvo con el pensamiento al instante en que tomé la primera cucharada de té, y me encuentro con el mismo estado, sin ninguna claridad nueva. Pido a mi alma un esfuerzo más que me traiga otra vez esa sensación fugitiva. [...]

Y luego, por segunda vez, hago el vacío frente a ella, vuelvo a ponerla cara a cara con el sabor aún reciente del primer trago de té y siento estremecerse en mí algo que se agita, que quiere elevarse, algo que acaba de perder ancla a una gran profundidad, no sé el qué, pero va ascendiendo lentamente; percibo la resistencia y oigo el rumor de las distancias que va atravesando. [...]

Y de pronto el recuerdo surge. Ese sabor es el que tenía el pedazo de magdalena que mi tía Leoncia me ofrecía, después de mojado en su infusión de té o de tila, los domingos por la mañana en Combray. [...]

Y como ese entretenimiento de los japoneses que meten en un cacharro de porcelana pedacitos de papel, al parecer, informes, que en cuanto se mojan comienzan a estirarse, a tomar forma, a colorearse y a distinguirse convirtiéndose en flores, en casas, en personajes consistentes y cognoscibles, así ahora todas las flores de nuestro jardín y las del parque del señor Swann y las ninfeas del Vivonne y las buenas gentes del pueblo y sus viviendas chiquitas y la iglesia y el Combray entero y sus alrededores, todo eso, pueblo y jardines, que va tomando forma y consistencia, sale de mi taza de té. [...]

- Marcel Proust, "Combray", "Por el camino de Swann", "En busca del tiempo perdido" (1913).

En francés, la dichosa magdalena de Proust se ha vuelto una expresión común para designar esos olores o sabores que nos provocan un flashback instántaneo. Por ejemplo: para mí oler pimientos asándose en el horno me retrotrae instantáneamente a la cocina de mi madre, en una de las muchas tardes de los otoños de mi infancia, haciendo los deberes en un rincón de la mesa mientras ella asa los pimientos para sus conservas caseras. El olor del tomillo, del romero y de la lavanda me transporta a los paseos por el campo de la Rioja con mi padre, entre los viñedos y los almendros, yo tengo de nuevo diez años y él me me da de comer almendras frescas y moras y me explica el nombre de los diferentes arbustos, mientras mordisquea una rama de tomillo.

Todos tenemos ese tipo de detonadores de la memoria, y algunos de vosotros estáis creando en estos momentos los recuerdos que vuestros hijos revivirán dentro de muchos años, al olor o al sabor de algo que los despierte. O al menos así lo espero. Porque esos olores y sabores que son la textura de la infancia, sirven de telón de fondo que enriquece la vida adulta.


INGREDIENTES (Para una docena de minicakes, o para dos docenas de magdalenas en molde francés*):

- 2 tazas (300 gr.) de harina

- 1/2 cucharada de té de levadura en polvo

- 1/4 cucharada de té de sal

- 1 taza (237 ml.) de aceite de oliva

- 1 taza y media de azúcar

- 3 huevos

- 3 cucharadas soperas de lavanda seca (asegurarse de que es comestible y no perfumada artificialmente: podéis comprarla en las tiendas de alimentación natural y en los herbolarios, donde venden lavanda seca para infusiones)

- 1 cucharada de té de extracto natural de limón (no es totalmente indispensable)

- 1 cucharada de té de ralladura fina de corteza de limón

- 1/2 taza (118 ml) de suero de leche o buttermilk (para hacerlo vosotros mismos, ver aquí)

ELABORACIÓN:

Precalentar el horno a 180º. Aceitar y espolvorear con harina los moldes para las magdalenas (si utilizáis moldes de papel, podéis prescindir de esta etapa). En un molinillo para especias, o en un robot de cocina, picar ligeramente las flores de lavanda. No se trata de pulverizarlas por completo, sino de eliminar los pedazos más grandes y de permitir que desprendan su aroma.

Tamizar y mezclar bien en un bol los ingredientes secos: la harina, la levadura en polvo y la sal. Añadir la lavanda y mezclar de nuevo. En otro bol, batir bien el aceite y el azúcar, incorporando los huevos progresivamente, uno a uno. Añadir la esencia de limón. El resultado será cremoso.

Incorporar la harina en tres veces sin dejar de batir, alternando con el suero de leche. No esperéis obtener una masa sólida, la mezcla final será tirando a líquida. Verter en los moldes.

Hornear unos 50 minutos (para los moldes de minicakes), 45 para las magdalenas en molde francés, y entre una hora y una hora y cuarto si preferís hacer un cake grande. Procurar no abrir el horno al menos durante los primeros 20 minutos, para permitir que las magdalenas suban. Estos tiempos de cocción son aproximativos, lo mejor es comprobar pinchando con un palillo en el centro, hasta que salga limpio. Dejar enfriar ligeramente y desmoldar las magdalenas cuando aún estén tibias.

* (Las madalenas o magdalenas son el equivalente español a los muffins norteamericanos. Las madeleines francesas se hornean en estos moldes en forma de concha, en la foto, y son más pequeñas.)

Esta receta lleva una buena cantidad de huevos, y sin embargo, la textura de las magdalenas resulta ligera. La corteza exterior es consistente, dorada, casi crujiente, y la miga es delicada y esponjosa. El ligero y fresco eco de limón forma una armonía de sabor en perfecto equilibrio con el sabor astringente del aceite de oliva y el leve amargor de la lavanda. La combinación de sabores, ligada por la cantidad justa de azúcar, es sutil y elegante. (Normalmente, estas dos últimas frases que acabo de escribir me provocarían arcadas, pero si habéis leído a Proust, veréis que en este contexto son perfectamente soportables).

El perfume que desprenden estas magdalenas al hornearse es como atrapar el verano en el horno.

14 comentarios:

  1. A mí me encanta el olor a boj... cada vez que lo huelo vuelvo a tener tres o cuatro años y estoy sentada en un columpio que había en casa de una de mis tías, y los limones me recuerdan a Peñíscola y así podría seguir un buen rato....
    Proust me encanta (aunque creo que debo de ser la única, ja, ja.) y las magdalenas también. Y casualidades de la vida, mi hijo nació un 22 de julio (Santa Magdalena), así que tu post me llega ¡a la nariz!

    ResponderEliminar
  2. ¡Qué maravilla de magdalenas! Hasta me puedo imaginar el olor de toda la casa.Yo adoro la lavanda,tenía una planta y se me ha perdido pero en cuanto la compre haré esta receta.
    Mil gracias

    Besitos

    ResponderEliminar
  3. Ayyyyyyyyyy, qué me ha gustado la introducción con el texto de Proust y, luego, tus flashbacks. Muy bonita forma de expresarlo... Y menudas magdalenas o conchitas o como quieras llamarlas. Y d elavanda deben tener un saborcillo... ummmm.
    Un besoteeeeeeeeeee

    ResponderEliminar
  4. ¡Qué evocador! ensegida he visto a mis niñas entrando en la cocina ¡qué bien huele, mamá!, y me he dado cuenta de que tienes razón. Qué responsabilidad más grande la del creador de recuerdos.
    Y qué perfección en la frase en la que atrapas el verano en el horno.
    Me ha encantado.
    Las madalenas van en consonancia con todo lo dicho. Casi noto el aroma desde aquí.
    Besos.
    Esperanza.

    ResponderEliminar
  5. cada vez me gusta más tu blog y con estas entradas haces que también busque esos recuerdos de mi infancia.

    "estas hecha una artista" como dicen aquí en España.

    ResponderEliminar
  6. Tienes razón, los olores tienen esa particularidad, la de trasladarnos a otros momentos vividos...sabes que hace poco hice una entrada con una reflexion parecida? por eso me gusta tanto haber conocido de tu mano estos pasajes de la obra de Proust...las madalenas fantasticas...mataria por conseguir que las mias salieran con un copete tan buen puesto :) un besito!

    ResponderEliminar
  7. Hala, mira, he hecho madalenas hace un rato (con aceite de oliva y limón, lo de la lavanda no se me ha ocurrido)y cuando las hemos probado hemos comentado que no nos extrañaba que el Proust tuviera fijación por esas cosas. Yo es que tengo muchos flasbás de esos de los olores a lo largo del día, y me gusta tenerlos.

    ResponderEliminar
  8. que buena pinta...la lavanda se puede secar la de casa verdad?...tambien estoy pensando que podrian quedar bien de hierba luisa...ummmm
    Bicos, gracias por tus suculentas recetas

    ResponderEliminar
  9. Egun on Arantza,
    mientras tú estás sepultada bajo tu edredón de plumas yo ya estoy en la ofi admirando estas magdalenas y paladeando mi propia reminiscencia proustiana de la niñez: una tarta de Nutella con canela y avellanas que hice anoche para traer a la ofi. La adicción a la Nutella me viene desde niña, en la época en que mi sabia Madre me la racionaba por el bien de mi línea. La pena es que en algún momento me volví tan cenutria que dejé de hacerle caso, y así me va.
    La idea de la lavanda combinada con el aceite de oliva no puede ser más evocadora. Las miro y me siento transportada en un momento a la Provenza. Y tu montaje tipo patchwork con tus mantelitos me encanta. Pero claro, ¿qué es lo que no me encanta de tu blog?
    (N.B. Estoy terminando de leer todos los posts de tu blog "cocina montrealesa" y en breve me pondré al día con éste. Me confieso total e irremisiblemente enganchada a tus crónicas)
    Un abrazo y que tengas buen día.

    ResponderEliminar
  10. Entre estornudo y lagrimón he conseguido llegar al final de la entrada (desgraciadamente por culpa de la nariz taponada y la falta de sabor no he conseguido disfrutar de ese olor a lavanda, así que me dejo llevar por los bonitos colores de las fotos). Eso sí, las dos últimas frase me estaban produciendo amagos de náuseas hasta que llegué al final del texto, ¡qué susto, Arantza!
    PD: Los pimientos asados también siguen transportándome a la cocina de mi madre ;-D

    ResponderEliminar
  11. Uhmmm... mis recuerdos más prehistóricos huelen a vendimia y al olor del poso de uva que desprendía la cooperativa situada a unos cuantos metros de casa; ¿sabor? a mantecados y a miguelitos.. y en verano, a la que nos bañábamos en la alberca, corríamos al huerto a por pepinos que nos preparaban con un chorro de aceite de oliva y sal... aunque para los golosos, con azúcar... solo viví mis primeros 5 años de vida en La Mancha y algunos veranos después, pero los olores y sabores están presentes como algo cotidiano, robusto e indestructible...
    :-) viva la vida mi queridísima Arantza!

    ResponderEliminar
  12. Acabo de descubrir tu blog y no entiendo como no lo habia visto antes... estoy alucinando con tanta receta rica, con esas fotos maravillosas y con tus historias.... quiero hacer todas tus recetas!!!! tienes algo q me ha enganchado antes incluso de ponerme a leerte.... increible! asi que nada, sigo navegando por aki y desde luego cuentas con una seguidora mas!
    Un besito!

    ResponderEliminar
  13. María: el olor de boj... también lo conozco, de mis veranos en Castilla... tenía un tío que tallaba cucharas de cocina y espátulas en madera de boj, utensilios que con el tiempo ganaban en suavidad... cuando vine a vivir aquí me regaló un par, y cada vez que los uso me recuerdan ese olor.

    Cavaru: Acabo de plantar un par de ellas, (curiosamente, existe una variedad que tolera bastante bien nuestros inviernos polares), y ya me froto las manos pensando los saquitos perfumados que voy a fabricar, los bombones, fudges, scones y madalenas aromatizados a la lavanda... mmh.

    Laube: bueno, parece que hay más gente que aprecia Proust de lo que podría sospecharse ;-). Un beso de vuelta.

    Esperanza: estoy segura de que tus niñas serán adultas con una memoria olfativa -y gustativa- "bien amueblada" :-) gracias a su madre.

    Anónimo: muchas gracias por todos esos piropos. La próxima vez, firma con un nombre, por favor. Es que si no todos los anónimos se confunden unos con otros, y a mí me gusta porder reconocer a los lectores que se toman la molestia de comentar.

    Maria José: vaya, fui a leer tu entrada, por curiosidad, y... está en catalán. Qué pena que no lo entienda apenas (pensaba que hablando francés... pero no). En fin, que lo de la ausencia de copete :-) probablemente se deba a : levadura insuficiente, horno no suficientemente caliente (sobre todo los 10 o 15 primeros minutos de cocción) o que bates demasiado la masa (para que las madalenas sean ligeras, hay que batir lo mínimo necesario). O una combinación de los tres detalles. Otro beso.

    Gin: ando ultimando unas madalenas mediterráneas, de esas como las tuyas (que suenan de escándalo), con aceite de oliva, limón y alguna hierbita soleada. Oye Gin, tu progenie va a tener unos flashbacks como la copa de un pino.

    An: claro que puede secarse la de casa, de hecho es la mejor, asegúrate sólo de que sea lavanda y no otra cosa semejante y no comestible :-)

    Fabi: oh, la Nuttella. En mi infancia éramos más de Pralín (lo prefería a la Nocilla), y la Nuttella aún no había llegado (soy vieja, lo sé). Gracias por leerme y por comentar.

    Noema: si puede servirte de consuelo, yo soy alérgica al polen de ciertos árboles, y ahora estamos en esas semanas del año en las que me emociona un poco menos lo que Montreal sea una ciudad bastante verde y llena de árboles. Me paso el día chutándome sprays antialérgicos. Empiezo a tener la sensación de que en lugar de nariz, me está saliendo una trompa. De ahí lo de cocinar perfumado, para que me sepa a algo (ayer hice un chile con carne... que te hubiera destaponado narices y lo que haga falta, hasta un desagüe :-D). Prueba a hacerte una tisanita de jengibre fresco, limón y miel. mano de santo. ;-)

    Mai: por haber pasado la mitad de mis veranos en la Rioja, donde mi abuela tenía una casa, sé perfectamente a qué huelen los posos de la uva. Y recuerdo unos mantecados que... mmh. Y los pepinos recién cogidos... (imagina, este verano he plantado en una especie de huerto portátil que me ha inventado monsieur M. en el patio...). Ahora que lo pienso, pasábamos unos veranos estupendos.

    Mary al cuadrado ;-): gracias por pâsearte por estas páginas, y por comentar. Espero verte de nuevo por aquí. Un saludo.

    ResponderEliminar
  14. La Magdalena de Proust es una manufactura de PAN y bollería BIO en el corazón de Chueca. Hacen su propio pan y bollería y está buenísismo. Estuve el otro día y es una pasada, un sitio super chulo!

    Este lugar sí que te transporta a tus recuerdos....

    Está en la calle Regueros 8 de Madrid, os lo recomiendo a mí me encantó!!

    ResponderEliminar