"No hay nada en el mundo como la devoción de una mujer casada. Es algo de lo que ningún hombre casado tiene la menor idea." - Oscar Wilde
"El camino más rápido para llegar al corazón de un hombre es a través de su tórax." - Roseanne Barr
"Hace tanto tiempo que no practico el sexo que ya no recuerdo quién ata a quién." - Joan Rivers
"He vendido las memorias de mi vida sexual a un editor. Van a hacer un juego de mesa con ellas." - Woody Allen
**************
(Créeme, mamá. Es mejor que no leas esto.)
-"Si veo otro globo / oso de peluche / tarjeta / cojín / caja de bombones / molde de tarta / sartén para pancakes rojo-rosa en forma de corazón, me suicido. Mira, justamente ahí hay un McDonald's y empieza a ser hora de comer algo. Hablando de suicidio..." Gruñe monsieur M., arrastrando sus enormes y cansados pies por el centro comercial más monstruosamente descomunal de la provincia de Quebec.
Para que monsieur M., que es un tipo bastante colosal, zen, que ha eliminado el apego, da clases de tai chi y que antes de vivir conmigo ha compartido su vida con una ultravegetariana, proponga comer en un McDonald's, tiene que ser porque está a punto de derrumbarse. Igual esta mañana he forzado un poco las cosas.
Aprovechando un inesperado ataque de pasividad y obediencia, he empezado el día (un encantador trece de febrero) arrastrándolo al Museo de Arte Contemporáneo de Montreal. Normalmente monsieur M. no suele oponer mayor resistencia a las salidas culturales, si exceptuamos exposiciones como la de hoy, que mostraba una máquina de producción de excrementos que ha inventado un tal Delvoye, artista conceptual de profesión. Esta lumbrera del arte, esta luz que nos guía en esta era de oscuridad creativa, ha conseguido construir una máquina a la que se le introduce comida en un extremo, y mediante un proceso que simula la digestión, transforma los alimentos en... materia fecal. Que expulsa por el extremo opuesto, para mayor regocijo de los visitantes del museo. Estupendo. Tengo que decir en mi defensa que antes de salir de casa no había mirado el programa de exposiciones en el sitio web del museo.
Aprovechando un inesperado ataque de pasividad y obediencia, he empezado el día (un encantador trece de febrero) arrastrándolo al Museo de Arte Contemporáneo de Montreal. Normalmente monsieur M. no suele oponer mayor resistencia a las salidas culturales, si exceptuamos exposiciones como la de hoy, que mostraba una máquina de producción de excrementos que ha inventado un tal Delvoye, artista conceptual de profesión. Esta lumbrera del arte, esta luz que nos guía en esta era de oscuridad creativa, ha conseguido construir una máquina a la que se le introduce comida en un extremo, y mediante un proceso que simula la digestión, transforma los alimentos en... materia fecal. Que expulsa por el extremo opuesto, para mayor regocijo de los visitantes del museo. Estupendo. Tengo que decir en mi defensa que antes de salir de casa no había mirado el programa de exposiciones en el sitio web del museo.
A pesar de haber estudiado Bellas Artes, admito sin ningún tapujo que siempre he sido bastante reaccionaria en lo tocante al arte contemporáneo y actual. El videoarte y los happenings me irritaban sobremanera hace ya veinte años. Siempre he mantenido la impresión (muy impopular cuando uno estudia arte en los noventa) que desde Duchamp todo el arte conceptual ha sido mayormente una mierda. Pero que los "artistas" actuales produzcan (¡y vendan!) mierda acompañada de un catálogo de trescientas páginas me parece tan surrealista que raya en lo admirable. El ver a la élite intelectual montrealesa esperando ansiosamente a que la máquina se cague en el museo también tiene su gracia, especialmente cuando yo lo he hecho verbalmente en docenas de visitas y nadie parecía demasiado interesado. Voy a hacer el chiste inevitable, el que docenas de críticos habrán hecho ya, pero me da igual: al menos el autor no disimula, no intenta dar gato por liebre o instalación audiovisual por obra de arte. Produce mierda y vende mierda. Y la gente la compra. Envasada al vacío, eso sí.
Mil perdones por estos párrafos escatológicos, que me parecen indispensables para haceros entender la progresión lógica de eventos del día que os estoy relatando. Para los románticos que se inquietan de cómo demonios voy a hacer para mantener dicha progresión en la que llevo mi historia de la mierda al amor y al sexo, y de ahí a una receta de pastel de chocolate, no os inquietéis: soy perfectamente capaz. Sin ni siquiera entrar en perversiones coprófilas.
A partir de esta edificante visita a ese templo de la cultura que es el museo, todo ha ido un poco cuesta abajo. Como decía al principio, igual es que yo fuerzo un poco. Como no sé cuándo conseguiré de nuevo meter en una tienda a mi homérico hombretón, refractario al consumo, aprovecho su estado de shock a la salida del museo para embutirlo en el coche, llevarlo al centro comercial y empujarlo dentro de una zapatería. No me importa comprarle la ropa (es como jugar con un Ken king-size), pero lo de comprar zapatos sin que la víctima esté presente siempre me ha parecido difícil. Tampoco es que cuando esté de cuerpo presente sea mucho más fácil. Especialmente cuando la víctima es una especie de cowboy nórdico de cien kilos (casi todos ellos situados en el torso) que no se presta a ello con la pasividad deseada.
Tres zapaterías, dos tiendas de ropa de caballero, una tienda de deportes y una exposición de mierda contemporánea más tarde, monsieur M. se me ha amotinado. Con razón. La verdad, yo también empiezo a estar bastante harta del centro comercial. Y ahí es cuando me lanza la sugerencia de suicidarnos con unas hamburguesas y patatas fritas rebosantes de grasas saturadas. Cuando se me pasa por la cabeza que a la máquina del museo le dan de comer algunos de los mejores restaurantes de Montreal, vamos, que hoy va a comer mejor que nosotros, me sublevo, alegando que a pesar de la exposición que hemos visto, no estamos obligados a comer mierda. El argumento parece convencerle.
Mientras intentamos encontrar un restaurante que no sirva nada precongelado y frito preparado por un adolescente acneico (algo difícil en un centro comercial), pasamos delante de un sex shop. Me llama la atención inmediatamente, porque no tiene ese aspecto sórdido de los sex shop del centro, éste está iluminado con lamparitas de brocado, los colores de las paredes son muy convenientes, como de boudoir francés del dieciocho, se escucha una musiquilla hindú y huele a perfume de sándalo. Vamos, una tienda en la que entraría una mujer sola. Tiro del brazo de monsieur M. (algo puramente simbólico, dudo mucho de que pudiera moverlo contra su voluntad), y entramos en la tienda.
-"Wow. Chic." Digo, admirativa.
- "Mmh. Qué demonios, si sirvieran curry, comería aquí." Dice monsieur M., echando un vistazo a su alrededor. -"Mi hermana no vive lejos, creo que éste es el centro al que viene a comprar. No sé si habrá visto esta tienda." Lo piensa mejor. -" Ni quiero saberlo."
Adentrándome entre las bien surtidas estanterías, le digo: -"Aquí lo tienes. El antídoto perfecto a San Valentín. Todos los artículos rosas que se venden en esta tienda tienen forma de pene." Levantando un paquete de pasta de trigo duro en forma de pequeños falos, añado, pensativa: -"A Santa Madre le encantaría."
Monsieur M. suspira: -"¿Dónde quedó el romanticismo?" Y da vueltas con cautela a un, uhm, juguete de color rosa transparente con brillantina, tres cabezas (una de ellas con una luz intermitente) y una entrada para enchufar el Ipod y hacerlo funcionar al ritmo de tu melodía preferida. Me dirige una mirada interrogativa. Le explico lo del Ipod. Levanta las cejas tanto que casi le emigran a la nuca. Le digo que puede utilizarse escuchando, pongamos "Ne me quitte pas", de Brel. O "Emmenez-moi" de Aznavour, si se precisa algo más rapidillo. Pero no parece convencido.
Monsieur M., que me lleva los años suficientes como para pertenecer a otra generación, fue un jovenzuelo en una época en la que las veinteañeras que le hacían suspirar quemaban los sostenes, se perfumaban con una mezcla de pachuli y marihuana y se negaban a depilarse. De todas maneras, estaban todos tan colocados que no creo que nadie notara el vello superfluo. Él viene de esa época en la que aún se seducía a una mujer sacándola a bailar Sinatra y comprándole flores, no vibradores de tres cabezas, todas ellas giratorias.
-"A veces me pregunto para qué demonios necesitáis aún a los hombres." Deja el juguete en su sitio y sigue andando por el pasillo.
-"Para cambiar enchufes y grifos que gotean. Instalar el pladur y la tarima flotante." Respondo con naturalidad. Sigo mirando artículos aquí y allá.
-"No, pero, en serio: ¿las mujeres de verdad necesitan todo esto para, ehm, estimularse?"
-"La cuesta del monte de Venus es empinada." Bromeo. -""Necesitar", lo que se dice "necesitar", no. Es como preguntar si una mujer realmente necesita más zapatos que los diez pares que ya tiene en el armario." Me encojo de hombros.
-"Vaya. Lencería." Monsieur M. sostiene con dos dedos una, euh, ¿prenda? ¿cordón para zapatos? Dado su tamaño, uno de los dedos es totalmente innecesario. Me mira. Mira el escasísimo pedazo de encaje fluorescente. -"Muy apropiada para una señora."
Lo de "señora" es un golpe bajo. Monsieur M. sabe que odio ser calificada de tal. De hecho, aborrezco el término tanto como la institución del matrimonio. El que termináramos viviendo felizmente casados en lugar de vivir felizmente en pecado como hacen la mayor parte de los quebequeses decentes fue un "accidente". Me tendió una trampa. Quise quedarme a vivir con él en este país, y hacía tanto frío que terminé casándome. Después descubrí que existían la calefacción superpotente, la ropa interior larga y el contrato civil de pareja de hecho, pero ya era demasiado tarde.
-"Una señora es una mujer que jamás enseña su ropa interior sin querer." Afirmo, muy digna. -"El amarillo fluorescente no va bien con mi tono de piel."
-"Hay tantas... cosas. Ni siquiera sé para qué sirven la mitad de entre ellas." Prosigue el paseo, señalando las cajas en los estantes, un poco asombrado.
-"No me preguntes, no sé nada sobre sexo. Estoy casada."
-"Ja. Ja. Venga. No seas así. El sexo entre un hombre y una mujer casados puede ser maravilloso."
-"¿Casados con otras personas, quieres decir?" Echo una risilla. Hace ademán de darme un puñetazo en el hombro.
-"¿No estás de acuerdo?"
-"No sé, nuestra cama es pequeña. No sé cómo conseguiríamos meternos los dos entre el hombre y la mujer casados. Especialmente tú. No eres lo que se dice menudo, cher."
Monsieur M., que me lleva los años suficientes como para pertenecer a otra generación, fue un jovenzuelo en una época en la que las veinteañeras que le hacían suspirar quemaban los sostenes, se perfumaban con una mezcla de pachuli y marihuana y se negaban a depilarse. De todas maneras, estaban todos tan colocados que no creo que nadie notara el vello superfluo. Él viene de esa época en la que aún se seducía a una mujer sacándola a bailar Sinatra y comprándole flores, no vibradores de tres cabezas, todas ellas giratorias.
-"A veces me pregunto para qué demonios necesitáis aún a los hombres." Deja el juguete en su sitio y sigue andando por el pasillo.
-"Para cambiar enchufes y grifos que gotean. Instalar el pladur y la tarima flotante." Respondo con naturalidad. Sigo mirando artículos aquí y allá.
-"No, pero, en serio: ¿las mujeres de verdad necesitan todo esto para, ehm, estimularse?"
-"La cuesta del monte de Venus es empinada." Bromeo. -""Necesitar", lo que se dice "necesitar", no. Es como preguntar si una mujer realmente necesita más zapatos que los diez pares que ya tiene en el armario." Me encojo de hombros.
-"Vaya. Lencería." Monsieur M. sostiene con dos dedos una, euh, ¿prenda? ¿cordón para zapatos? Dado su tamaño, uno de los dedos es totalmente innecesario. Me mira. Mira el escasísimo pedazo de encaje fluorescente. -"Muy apropiada para una señora."
Lo de "señora" es un golpe bajo. Monsieur M. sabe que odio ser calificada de tal. De hecho, aborrezco el término tanto como la institución del matrimonio. El que termináramos viviendo felizmente casados en lugar de vivir felizmente en pecado como hacen la mayor parte de los quebequeses decentes fue un "accidente". Me tendió una trampa. Quise quedarme a vivir con él en este país, y hacía tanto frío que terminé casándome. Después descubrí que existían la calefacción superpotente, la ropa interior larga y el contrato civil de pareja de hecho, pero ya era demasiado tarde.
-"Una señora es una mujer que jamás enseña su ropa interior sin querer." Afirmo, muy digna. -"El amarillo fluorescente no va bien con mi tono de piel."
-"Hay tantas... cosas. Ni siquiera sé para qué sirven la mitad de entre ellas." Prosigue el paseo, señalando las cajas en los estantes, un poco asombrado.
-"No me preguntes, no sé nada sobre sexo. Estoy casada."
-"Ja. Ja. Venga. No seas así. El sexo entre un hombre y una mujer casados puede ser maravilloso."
-"¿Casados con otras personas, quieres decir?" Echo una risilla. Hace ademán de darme un puñetazo en el hombro.
-"¿No estás de acuerdo?"
-"No sé, nuestra cama es pequeña. No sé cómo conseguiríamos meternos los dos entre el hombre y la mujer casados. Especialmente tú. No eres lo que se dice menudo, cher."
Monsieur M. masculla algo poco amable sobre mi generación. Se para ante un adminículo cuya función parece ser la de agrandar un orificio corporal cuyo tamaño original nunca fue muy grande, y parece ser la gota que desborda el vaso. U otra cosa. El pobre. Quizá el tema del día ha sido demasiado anal para su gusto. Lo entiendo.
-"Llámame anticuado, estoy de acuerdo con que la gente sea libre para realizar cualquier práctica sexual que desee en privado, pero creo que deberían marcarse ciertos límites."
-"¿Por ejemplo?"
-"Pues... no sé. Las cabras. Especialmente sin su consentimiento. Y los juguetes sexuales más grandes que una cabra. ¿Nos vamos?"
-"La cabra como unidad de medida sexual." Digo, con aire meditabundo. -"Interesante." Súbitamente soy consciente de mi estómago vacío. -"Podríamos ir a comer."
Cuando nos dirigimos a la salida de la tienda, en el mismo pasillo nos topamos de cara con mi cuñada, Flaming-Hot-Sister, que mantiene estirados entre dos dedos regordetes lo que parece ser un tanga. Con aberturas. Muchas aberturas. Monsieur M., que va delante, frena en seco y me doy de narices con sus espaldas. Cuando me inclino para ver lo que pasa, lo veo mirando de hito en hito el tanga y la rojísima cara de su hermana, horripilado.
-"Demasiada información. De verdad." Dice, lleno de horror, cuando hemos conseguido terminar la conversación más forzada de la historia y salir al fin de la tienda. -"Se me ha quitado hasta el hambre."
-"No te preocupes." Le voy dando palmaditas en la espalda. -"He hecho un pastel de chocolate especiado y cerezas bastante espectacular. Relleno de mousse de chocolate y canela. Y NO es en forma de corazón. Me ha sobrado un bol entero de mousse, por cierto." Le doy un codazo un poco picarón.
-"Lo has hecho en forma de pene, estoy seguro. Porque hay moldes de tarta en forma de pene, que acabo de verlos."
-"Nooo, es redondo. Camina, Venga." Salimos hacia el aparcamiento.
-"La mousse la quiero vía oral, ¿eh? Que yo ya estoy muy mayor para estas cosas."
-"Síí, pesado. No vuelvo a ir de compras contigo. Ni al museo. Eres demasiado impresionable."
-"Odio San Valentín. No por nada San Patricio viene justo detrás: se necesita mucha Guinness para poder olvidar todo esto. Qué fiesta de mierda."
PASTEL DE CHOCOLATE ESPECIADO Y CEREZAS CON MOUSSE DE CHOCOLATE Y CANELA Y COBERTURA DE CHOCOLATE AL TÉ CHAI.
(PARA SAN VALENTÍN. O LO QUE QUERÁIS.)
Esta vez la receta no es mía, es de Epicurious, con alguna modificación.
INGREDIENTES DE LOS DOS BIZCOCHOS:
(Para cada uno de ellos, así que tendréis que doblar la receta. Os aconsejo hacer los bizcochos un día antes y conservarlos tapados. Hacer todo el mismo día es un trabajazo.)
- 4 cucharadas soperas de mantequilla sin sal, fundida
- 1/3 de taza de harina
- 1/3 de taza de cacao en polvo, puro 100%, sin azúcar
- 1/4 de cucharada de té de sal
- 4 huevos a temperatura ambiente
- 3/4 de taza de azúcar
INGREDIENTES DEL RELLENO:
- 1 taza (1 bote) de una buena mermelada de cerezas (yo utilicé Bonne Maman)
- 2 cucharadas soperas de kirsch
MOUSSE:
- 1 taza de nata líquida para montar (mínimo 35% de materia grasa)
- 4 bastones de canela, partidos por la mitad
- 115 gr. (o 4 cuadrados de Baker's semidulce) de chocolate con leche (mejor de repostería) con un buen porcentaje de cacao, ralllado con un cuchillo
INGREDIENTES DE LA COBERTURA O GANACHE:
- 225 gr. (o 8 cuadrados de Baker's semidulce) picado groseramente en trozos
- 1 taza y 1/4 de nata líquida de 35% de materia grasa
- 2 cucharadas de té colmadas de té chai o de té ahumado Lapsang Souchong (al gusto)
- Cerezas para la decoración
- Glasa real coloreada de rojo (opcional)
- Corazones de canela (para los que viven a este lado del charco), o cualquier caramelo en forma de corazón... si no aborrecéis San Valentín
ELABORACIÓN DE LOS BIZCOCHOS DE CHOCOLATE:
Un día antes del montaje del pastel:
Precalentar el horno a 205º. Enmantequillar y posteriormente enharinar dos moldes redondos de bizcocho. Reservar.
Poner agua a hervir en un cazo. Tamizar la harina, el cacao y la sal en un bol. En otro bol aparte, batir los huevos y el azúcar. Poner este último bol encima del agua hirviendo (no debe tocar el fondo del cazo, de lo contrario los huevos comenzarán a cuajarse). Remover hasta que el azúcar se haya disuelto por completo (si la mezcla se calienta demasiado, retirarla del baño maría). Fundir la mantequilla en una taza aparte y reservar. Con el accesorio de varillas del batidor (o a mano) batir los huevos y el azúcar hasta que la mezcla se vuelva cremosa y espese, aumentando de volumen.
Con una espátula de silicona y mucho cuidado, mezclar la mitad de los ingredientes secos (la harina y el cacao). Es muy importante hacerlo con delicadeza y rapidez al mismo tiempo: al no llevar levadura, cuanto más baje el volumen de los huevos más densos y pesados serán los bizcochos. Mezclar la otra mitad de los ingredientes secos. Mezclar suavemente la mantequilla fundida con el resto de la masa. Dividir la masa entre los dos moldes (os parecerá poca cantidad, pero con el relleno y la cobertura el pastel será de un espesor considerable).
Hornear los bizcochos unos veinte minutos, o hasta que pinchéis el centro con un palillo y salga limpio. Estos bizcochos no subirán como los que estáis acostumbrados a hacer, ya que no llevan levadura. Dejar enfriar por completo. Desmoldar encima de un papel de aluminio o de un papel encerado, algo que facilite moverlos durante el montaje del pastel. Guardar bien cubiertos una vez fríos, si los hacéis con un día de antelación.
Un día antes del montaje del pastel:
Precalentar el horno a 205º. Enmantequillar y posteriormente enharinar dos moldes redondos de bizcocho. Reservar.
Poner agua a hervir en un cazo. Tamizar la harina, el cacao y la sal en un bol. En otro bol aparte, batir los huevos y el azúcar. Poner este último bol encima del agua hirviendo (no debe tocar el fondo del cazo, de lo contrario los huevos comenzarán a cuajarse). Remover hasta que el azúcar se haya disuelto por completo (si la mezcla se calienta demasiado, retirarla del baño maría). Fundir la mantequilla en una taza aparte y reservar. Con el accesorio de varillas del batidor (o a mano) batir los huevos y el azúcar hasta que la mezcla se vuelva cremosa y espese, aumentando de volumen.
Con una espátula de silicona y mucho cuidado, mezclar la mitad de los ingredientes secos (la harina y el cacao). Es muy importante hacerlo con delicadeza y rapidez al mismo tiempo: al no llevar levadura, cuanto más baje el volumen de los huevos más densos y pesados serán los bizcochos. Mezclar la otra mitad de los ingredientes secos. Mezclar suavemente la mantequilla fundida con el resto de la masa. Dividir la masa entre los dos moldes (os parecerá poca cantidad, pero con el relleno y la cobertura el pastel será de un espesor considerable).
Hornear los bizcochos unos veinte minutos, o hasta que pinchéis el centro con un palillo y salga limpio. Estos bizcochos no subirán como los que estáis acostumbrados a hacer, ya que no llevan levadura. Dejar enfriar por completo. Desmoldar encima de un papel de aluminio o de un papel encerado, algo que facilite moverlos durante el montaje del pastel. Guardar bien cubiertos una vez fríos, si los hacéis con un día de antelación.
ELABORACIÓN DEL RELLENO DE MOUSSE DE CHOCOLATE Y CANELA Y CEREZAS AL KIRSCH:
Un día antes del montaje del pastel:
Poner la nata líquida y los bastones de canela a fuego medio-bajo en un cazo. Cuando empiece justo a hervir, retirar del fuego. Dejar enfriar. Tapar y conservar en el frigorífico hasta el día siguiente.
El día del montaje:
Meter el bol en el que vais a montar la nata en el congelador (si vivís en Quebec, con sacarlo al balcón un rato vale :-). Mezclar la mermelada de cerezas con el kirsch en un tazón. Untar los dos bizcochos con la mermelada. Si tenéis un molde de tarta desmontable (o un cartón redondo que hayáis fabricado para la ocasión), deslizar la base bajo uno de los bizcochos. Servirá para darlo la vuelta sin hacer un estropicio. Si sois hábiles, con dos espátulas y mucha decisión también es posible hacerlo.
Fundir el chocolate al microondas o al baño maría. Dejar que se enfríe hasta que esté tibio (si se enfría por completo no se mezclará bien con la nata). Colar la nata para retirar los bastones de canela y montarla hasta que esté bastante firme (probad a hacer una punta con una cuchara, si se mantiene de pie está lista). Mezclar con rapidez y mucho cuidado el chocolate y la nata montada.
Inmediatamente (la mousse se funde a toda castaña) extender la mousse sobre uno de los dos bizcochos con una cuchara, dejando unos tres centímetros de contorno sin cubrir (el factor aplastamiento :-). Dar la vuelta al otro bizcocho con gran garbo y salero e intentar que aterrice encima de la base cubierta de mousse. Eliminar el exceso de todo lo que chorree por los lados del bizcocho (mermelada, mousse): es buen momento para comprobar lo buenísima que está la mousse. Meter en el frigo (residentes en Canadá y otros países igual de glaciales: no lo dejéis fuera, si la nata de la mousse se congela, la textura se echará a perder). Limpiar todas las salpicaduras de mermelada que habéis producido al dar la vuelta al segundo bizcocho.
ELABORACIÓN DE LA COBERTURA (GANACHE) DE CHOCOLATE AL TÉ CHAI :
Un día antes del montaje del pastel:
Poner la nata líquida y los bastones de canela a fuego medio-bajo en un cazo. Cuando empiece justo a hervir, retirar del fuego. Dejar enfriar. Tapar y conservar en el frigorífico hasta el día siguiente.
El día del montaje:
Meter el bol en el que vais a montar la nata en el congelador (si vivís en Quebec, con sacarlo al balcón un rato vale :-). Mezclar la mermelada de cerezas con el kirsch en un tazón. Untar los dos bizcochos con la mermelada. Si tenéis un molde de tarta desmontable (o un cartón redondo que hayáis fabricado para la ocasión), deslizar la base bajo uno de los bizcochos. Servirá para darlo la vuelta sin hacer un estropicio. Si sois hábiles, con dos espátulas y mucha decisión también es posible hacerlo.
Fundir el chocolate al microondas o al baño maría. Dejar que se enfríe hasta que esté tibio (si se enfría por completo no se mezclará bien con la nata). Colar la nata para retirar los bastones de canela y montarla hasta que esté bastante firme (probad a hacer una punta con una cuchara, si se mantiene de pie está lista). Mezclar con rapidez y mucho cuidado el chocolate y la nata montada.
Inmediatamente (la mousse se funde a toda castaña) extender la mousse sobre uno de los dos bizcochos con una cuchara, dejando unos tres centímetros de contorno sin cubrir (el factor aplastamiento :-). Dar la vuelta al otro bizcocho con gran garbo y salero e intentar que aterrice encima de la base cubierta de mousse. Eliminar el exceso de todo lo que chorree por los lados del bizcocho (mermelada, mousse): es buen momento para comprobar lo buenísima que está la mousse. Meter en el frigo (residentes en Canadá y otros países igual de glaciales: no lo dejéis fuera, si la nata de la mousse se congela, la textura se echará a perder). Limpiar todas las salpicaduras de mermelada que habéis producido al dar la vuelta al segundo bizcocho.
ELABORACIÓN DE LA COBERTURA (GANACHE) DE CHOCOLATE AL TÉ CHAI :
Echar el chocolate picado en un bol. Mezclar la nata líquida y el té en un cazo a fuego medio. Remover de vez en cuando hasta que empiece a hervir. Retirar del fuego y dejar infusar como mínimo cinco minutos, más si se desea que el sabor del té esté más presente. Colar la nata y volver a ponerla al fuego hasta que empiece de nuevo a hervir. Verterla inmediatamente sobre el chocolate y remover hasta que éste se haya fundido por completo y la mezcla esté lisa y brillante. Dejar reposar sin moverlo (importante) hasta que espese con una consistencia como de miel (alrededor de un cuarto de hora), pero que aún sea posible verterlo con un cazo.
Bañar el pastel (colocadlo encima de una rejilla si queréis evitar un charco enorme de chocolate alrededor de vuestra obra de arte): verter un cazo de ganache y extender con una espátula. Cuando terminéis, meterlo en el frigorífico hasta que la cobertura se endurezca (entre media hora y cuarenta y cinco minutos, tiempo suficiente para preparar la glasa si no estáis muertos de cansancio a estas alturas... por eso os decía lo de hacerlo en dos días).
Si queréis decorar el pastel con muchas filigranas o escribir un mensaje de amourrrr, os recomiendo que tracéis primero el dibujo con un palillo, os será más fácil seguir la línea sin estresaros y sin que os den calambres.
Este pastel es un verdadero acto de amor: hacerlo es bastante trabajo, pero el resultado, la mezcla de texturas (la densa del bizcocho con la más ligera de la mousse... los pedazos de cereza que añaden un toque interesante...), de chocolates (con sabor a canela en la mousse, con claro sabor a especias chai, cardamomo, canela, anís... en la ganache) hará feliz a cualquier mujer. Y hombre.
Si vuestra pareja no se prueba la lencería picarona después de este postre, lo vuestro no tiene remedio. Vale, igual le queda un poco justa... razón de más para quitársela rápidamente, no sea que se le corte la circulación.
* (Otras recetas de pasteles de chocolate que pueden interesaros:
"Wake-up-and-smell-the-coffee Dark Chocolate Cake" y pastel sexy de Tía María. Si con esto no ligáis, no sé qué más puedo hacer por vosotros.)
¡Como me he reido! Te echaba tanto de menos...
ResponderEliminarAle
Hola guapa!! Ya me he presentado en tu otro blog, pero ahora me toca hacerte comentario en este, porque es que me he desternillado de la risa imaginándome a tu querido y grande esposo haciéndose el remolón por las tiendas y flipando en el sex-shop.
ResponderEliminarY bueno, por supuesto, me he quedado con la boca abierta con ese pastel tan tremendo que has hecho. Si lo pesca mi marido, no os deja ni catarlo, te lo digo yo.
En fin, que por aquí sigo.
Besos
He aterrizado en tu blog por casualidad, menuda suerte!
ResponderEliminarBesos
¡Qué bien me lo he pasado con la entrada de hoy! Estás en plena forma! No sé que tienen tus relatos, me mantienen pegada al monitor... en cuanto a la receta, fantástica de verdad, ¡impresionante pastel!
ResponderEliminarEn fin, ahora sería cuestión encontrar a alguien que se decidiera a hornearlo para mí...;-)
¡Me ha encantado!
María (Bruselas)
Vaya estampa la de ir a comprar con monsieur "el mío" me suena....muuuuucha paciencia, aunque yo, como tu, llega un momento que ya estoy hasta...mir un sex-shop lo hace mas ...ameno??
ResponderEliminarVay pastelazo te has marcado...ojalá lo pudiera probar...
un besote
Esta preparación se ve deliciosa!! una exquisitez.
ResponderEliminarSaludos de espacio culinario, chile
Jajajajaja, me apunto a pasar directamente a celebrar San Patricio... con cerveza!!!! y no me hagas un pastel verde!!!!! Me acabo de dar cuenta que me estoy haciendo mayor... estoy con Monsieur.
ResponderEliminarUn besuco (casto) para ambos.
Me gusta muchisimo tu tarta tu blog y todo lo que veo por aqui asi que te visitare a menudo ,yo me llamo mari y este es mi blog por si quieres conocerme
ResponderEliminarhttp://mary505.blogspot.com/
Pues yo voy a ser la más original y voy a decirte que me he reído muchísimo, lo malo es que yo tenía preparada una entrada cursilona-dulzona para San Valentín y después de la tuya aún va a parecer más cursilona... pero en fin, afrontémoslo, me estoy haciendo vieja y reaccionaria ;-P ¡Besos!
ResponderEliminarMe encanta que cuelgues otro pastel de los tuyos y sobretodo lo que signfica.
ResponderEliminarB7
Brutal la tarta y genial el post... como siempre, vaya jejeje
ResponderEliminarHay una manera mejor de empezar un lunes que riéndome de esta manera? No te aseguro que no. La tarta tiene una pinta estupenda. Un beso.
ResponderEliminarQué bien que estés de vuelta, se te echaba de menos. Me ha sido imposible contener la risa (creo que mi jefe empieza a estar seriamente preocupado por mi salud mental); qué mejor manera de empezar la semana.
ResponderEliminarJajajajaaj, Arantza, siempre, siempre consigues sacarme una sonrisa y además sorprenderme.
ResponderEliminarExacto, yo era de las que pensaba cómo ibas a llegar hasta el chocolate desde el arte conceptual, que por cierto, a mí tampoco me va.
Besos desde Helsinki
Guau!! Como lo haces??? eres genial, pero de verdad de la buena verdadera!! y ese pastel, ese pastel....hummmmm
ResponderEliminarBesazo
Maïte
holaaa
ResponderEliminarme he imaginado preparando tu receta, pero entre las visitas al sex shop, las risas y mis habilidades culinarias... he optado por la de marona
mañana te cuento como ha acabado el tema...
v'sss
Que simpática la entrada. El pastel se ve buenísimo. Biquiños de "la ratita en la cocina"
ResponderEliminarSí, sí, mucho salir del armario pero ya pensaba que en esta casa no se volvía a comer nada de nada, @_^
ResponderEliminarPues no sabía yo muy bien qué vericuetos ibas a seguir entre una máquina de hacer excrementos, una sex-shop y un pastel de chocolate, pero veo que los caminos de San Valentín son inexcrutables.
Me alegra volver a leerte... mucho... de veras
MUA
Eso es verdad! San Patricio sin cerveza es como un jardín sin flores, el cine sin palomitas, el amor sin sexo y San Valentín sin chocolate... ya sea vía mousse o en vena.. completamente espectacular ese nido de cerezas disfrazadas de chocolate, Besos
ResponderEliminareres genial!!! me gustaría ver la cara de Monsier M al ver a su hermana, podías haberle sacado una foto, jajaja
ResponderEliminarMenos mal que ese pastel debió compensarlo todo ;)
Besos, Paula
http://conlaszarpasenlamasa.cultura-net.
http://galletilandia.blogspot.com
¡Hola Arantza! Hacía muuuuucho que no te visitaba y me ha encantado tu entrada (y tu pastel de chocolate).
ResponderEliminarTambién me he leído algunas entradas anteriores y
me encantan tu sentido del humor y tu forma de ver la vida.
Sigue así. Un besote gordo ¡MUUUUAC!
Ale: cómo me gusta que te hayas reído. Y (aunque me dé apuro reconocerlo), que me eches de menos.
ResponderEliminarPandora: bienvenida a la cocina montrealesa. Y te aseguro que si te pegaras el trabajazo que me pegué yo para hacer el pastel, amenazarías a tu marido con cualquier instrumento de cocina (afilado o lubricado, los dos dan miedo) para que te dejara un pedazo. Faltaría más.
Verónica: bienvenida tú también. Espero que el aterrizaje no haya sido forzoso :-).
María, la belga: gracias. Mira, haces bien en eso de buscarte a alguien, porque este pastel es de los que no se hacen muy a menudo. No tienes más que imprimir la receta y dársela.
Núria: yo creo que no son los únicos. En cuanto a probarlo, estoy intentando encontrar una manera de hacer el blog en "saborama", pero chica, nada, que de las 3D no salen.
Fran:: saludos a tí también, cocinera chilena.
Dispersa: vaya, como que me has cortado un poco el rollo... porque tras el pastel de Guinness de hace dos años y el pastel -verde!- de aguacate del año pasado, este año también planeo hacer algo, ajem, verde. Literalmente.
Mary: hola y bienvenida.
ResponderEliminarRosa: significa que aún ando esperando. Y que la espera con chocolate se lleva mejor :-).
JB: gracias, JB. Me decía que como mi historia con el profesor Lesage te parece demasiado formalita, tenía que resarcirte en algún sitio. Has hecho bien en hacer la estupenda crêpe de Marona, al menos esa receta es de las que te deja energías para hacerle un masaje a la socia :-D.
Chus: me alegro de haberte ayudado a reírte del lunes. Beso.
Esther: mucho tiento con el jefe, no quiero ser la responsable de despidos fulminantes :-).
Zamorana: Mira, a mí me das espacio suficiente y puedo encontrar una relación entre el culo y las témporas, con muy poco esfuerzo. Con guarnición 100% chocolate, 0% arte conceptual. Saludos de nórdica a nórdica. Fresquitos.
Maite: menos coba, Maite, aquí hay poco genio y mucha hambre. Tú lo que quieres es un pedazo :-). Y ya no queda.
Ratita: besos de vuelta.
ResponderEliminarLaCaro: aquí sí que se come, Caro. Y demasiado. Y lo que se comerá. Aunque a veces tenga que cocinarlo monsieur M.
Paula: me dice monsieur M. que ya le humillo lo suficiente por vía textual, como para empezar a hacerlo por vía gráfica. Ni hablar. Jamais de la vie, resopla.
Don Pedro, dichosos los ojos! Recibo ese besote y le mando uno. Espero que tú, tu "Valentina" y todos esos perros y gatos con los que vivís andéis bien.