... Cuando justamente el invierno empezaba a pesarme, cuando andaba quejándome de lo muerto que parece el bosque cuando uno sale a pasear, es cuando un encontronazo con una familia de ciervos me recuerda que todo no está tan muerto como parece.
Son estas cosillas inesperadas las que me ayudan a apreciar el momento. Y el largo invierno.
Cuanta velleza, pero como tu bien dices, deve ser cansado ver nieve constantemente...por cierto...me siguen saliendo algo duras las digestive...voy a provar a hacer galletas maria.Bicos
ResponderEliminarMe parece un privilegio poder gozar de esos momentos y apreciarlos como lo haces tú. Disfrútalas.
ResponderEliminarSaludos.
Siempre que me encuentro con algun bichico me da como un vuelco la boca del estómago (mi madre dice que es ahí donde se notan los sentimientos pero el corazón se lleva la fama por ser más poético) como una extraña alegría inexplicable. El Tonisito también escribió sobre ello una vez: http://groundhogyears.blogspot.com/2009/02/encuentros.html
ResponderEliminarA veces pienso que tengo muchísima suerte de vivir en un país donde los animales son respetados y se puede tener el privilegio de encontrarse con ellos :)
Me pasó algo parecido estas Navidades:estaba de buena mañana con unos amigos en un bosque de Holanda, hacía un frío desquiciado y llevabámos mucho rato caminando,yo sólo quería café a esas horas y volver a la cama, pero de repente salió una familia de ciervos y se quedó mirándonos.Fue mágico, después de esto nos animamos a seguir caminando un par de horas más sin notar el frío glacial que nos rodeaba.
ResponderEliminarQué bonito momento, qué bonitas fotos y qué bonita lección...
ResponderEliminarprecioso momento.
ResponderEliminarbesos
Que paz se respira! Entre la nieve, el bicho... a mi también me llenan de algo bonito esos encuentros...
ResponderEliminarAunque yo me sentí un poco diferente este otoño cuando me pasó lo mismo pero con una pareja de jabalíes. Afortunadamente no tenían crías ni estaban en pié de guerra, por lo que huyeron despavoridos mientras yo intentaba patéticamente subirme a un arbol.
Bonita estampa.
Vives en un sitio idílico!
ResponderEliminarAn: aquí hay que acostumbrarse a la nieve, o morir. Es como cuando vivía en el País vasco: uno no puede vivir en Euskadi o Galicia y decir que no le gusta la lluvia. Hoy nos está cayendo una nevada gordísima, por ejemplo. Pero consuela el que no haga frío (cero, eso aquí es calor). Las galletas María... ¿no son las únicas que merece la pena comprar?
ResponderEliminarYoSusan, Núria, Paula y Ander: pues sí que me siento afortunada, sí... esto de poder ver una familia de ciervos a diez minutos -en coche- de la puerta de casa, en pleno parque municipal, es una suerte... Sobre todo porque vengo de una de las zonas más densamente pobladas de Europa, en la que uno no veía un animal más que en los documentales de la 2...
Marona y Cris: yo atesoro cada momento en el que me he encontrado con un animal salvaje en Montreal, hasta llevo la cuenta: cardenales, ardillas, marmotas, mofetas, mapaches, ciervos y una lechuza de las nieves (harfang des neiges), en pleno parque Mont-Royal. Y dos veces con sendos alces en el bosque, varios zorros rojos, perros de las praderas y un águila real americana, fuera de la ciudad. Tengo muchas ganas de ver castores, sólo he visto los restos de su trabajo. Lo del respeto... je, cuántas veces me he dicho que en mi tierra natal más de uno de estos bichejos terminaría sus días en salsa...
Sara: es que hay encuentros que es mejor no tenerlos de cerca. Hace un par de años, de viaje en Nueva Escocia (en la costa este de Canadá), entro una mañana medio dormida en el cuarto de baño de señoras del cámping, y me quedo mirando a las chicas que estaban allí, lívidas (dos de ellas subidas de pie en sendos retretes, las cabinas con la puerta abierta). Neceser en mano, y demasiado legañosa como para entender muy bien qué pasaba, me quedo ahí parada, hasta que una de las presentes me explica que apenas cuatro minutos antes de mi llegada un oso había metido la mitad del cuerpo por la puerta de entrada. Había olisqueado, y se había ido. Vamos, que me podría haber cruzado con él en la entrada.
Jo, venía a recomendarte lo que el Tonicito escribió sobre estos encuentros mágicos, pero veo que Marona ya lo ha hecho. Yo nunca había visto tanto animal salvaje hasta que me vine a vivir a Alemania, algo que no deja de sorprenderme ya que la densidad de población (de humanos, se entiende) es muy alta. A pesar de ello, no hay excursión al bosque sin econtronazo, un incentivo más para salir, aunque claro, no tenemos osos que se coman a excursionistas ;-D
ResponderEliminarY lo que me sorprende aún más de la fauna aquí, es que he llegado a ver varios zorros y liebres en pleno centro de Berlín. Ya sabemos dónde acabarían esas liebres en la madre patria.
Desde luego, el ejemplar que has fotografiado es hermoso.