sábado, 10 de abril de 2010

Chinatown

Aprovechando una incursión al centro (a la biblioteca y archivos nacionales, concretamente), me di mi paseito de rigor por Chinatown. Hace tiempo que necesitaba esa salsa de pescado que se utiliza tanto en los platos tailandeses y vietnamitas, amén de unas algas wakame para hacer sopa de miso, algas imposibles de encontrar en el super. Y Chinatown es el sitio en el que se concentran all things Asian.

Desde que me puse a revolucionar el mundo de la lingüística, con esa tesina interminable, mi escasa vida social escaseó aún más. Entre la falta de tiempo y la dificultad de combinar los razonables horarios de trabajo de mis amigos con mi falta de horarios de estudiante, más un trabajo a tiempo parcial, lo de quedar se convirtió en algo difícil. Cuando vivía en España no tenía problema para hacer cosas sola, pero durante la veintena fui un espécimen extremadamente sociable. Ahora, aunque aprecio mucho a mis amigos, el tiempo y la emigración me han acostumbrado a vivir bien la soledad.

Me gusta ir al cine sola, viajar sola e ir al restaurante sola, y, a diferencia de mucha gente, puedo hacerlo sin ponerme forzosamente a leer un libro que me camufle. Tengo la costumbre de leer comiendo, producto de muchas comidas en solitario mientras mi nórdico compañero está de viaje electrificando renos en el gran norte, pero si la comida es realmente buena, le dedico toda mi atención. Suelo aprovechar esos momentos de soledad para ver películas que sé que monsieur M. no iría a ver ni atado y atiborrado de sedantes, y probar restaurantes de aspecto dudoso e intrigante.

En mi paseo de ayer descubrí un boui boui (como se llama por aquí a los restaurantes caracterizados por un cierto desprecio por la decoración, en los que se puede comer por una docena de dólares o menos, a menudo bastante bien, algo así como un equivalente quebequés a los bares españoles que sirven un menú del día) bastante interesante. Para los pocos lectores que me leen en Quebec (alguno hay), se llama Sumo Ramen y está en el 1007 de la calle St-Laurent, en pleno Chinatown. No os dejéis desanimar por el aspecto de la puerta, que da bastante miedo. Está en el segundo piso, y como podéis ver por la foto, el ambiente es muy agradable si comparamos con el boui boui típico en Montreal. Eso sí, al mediodía la clientela es joven y tendréis que tolerar un fondo musical de electro-pop chino y japonés, simpático los primeros cinco minutos, pero bastante torturador al de media hora.

En realidad el descubrimiento no es mío, suelo leer el cuadernillo de gastronomía de La Presse y el fin de semana pasado le hicieron una crítica bastante favorable. Sumo Ramen es una mezcla típica de Montreal: en pleno barrio chino, está especializado en las sopas ramen. La parroquia es sobre todo universitaria, atraída por los precios bajos y porque con una de estas sopas, uno se siente casi tan bien nutrido como cuando sale de la mesa de mamá.

Yo pedí una Sumo Ramen, cuyo nombre tiene más que ver con su tamaño (no es un plato, es un barreño) que con el poder engordante de esta sopa, especialidad de la casa, y creo que este restaurante se ha ganado una nueva clienta. Forofa como soy de las sopas, ésta, deliciosa y completa, con una base de miso, unos buenos pedazos de lomo de cerdo a la parrilla, huevo, setas enoki, algas wakame y (licencia americana, porque no creo que esto sea típico en Japón) maíz, me reconfortó y llenó pancilla y espíritu durante el resto de la jornada.

Por supuesto, una comida no es digna de ese nombre sin ser coronada de un postre. Parada en una de las pastelerías del barrio, especializada en lo que han traducido como "flan", pero que en realidad son unas tartaletas rellenas de natillas de huevo (foto, arriba), cuyo sabor se parece enormemente al de los pasteles de arroz vascos de toda la vida. Me llevé a casa unos pasteles de té verde (en la foto), unos bollitos de alubias azuki (también en la foto), y unos bollos rellenos de nata que son de una similitud increíble al tradicional bollo de mantequilla bilbaíno, que tantas nostalgias nos provoca a los vizcaínos en el exilio. Tan lejos, tan cerca.

20 comentarios:

  1. Pues a mí me entran nostalgias de cosas que nunca tuve, como vivir en una ciudad con un Chinatown de verdad, aaaaains... Pero en fin, tampoco me puedo quejar, que para lo pequeña y rural que es Salzburgo no estamos mal equipados en el sentido oriental del asunto :)

    ResponderEliminar
  2. Me ha encantado la entrada...gracias por compartir no sabes como he disfrutado leyéndote.
    besos

    ResponderEliminar
  3. ¡Hola Arantza!
    ¡Como me gustan tus posts! Ya te seguía en Desde la cocina en Montreal y nunca te he comentado...¡Me encanta tu blog, con ese sentido del humor, esas fotos tan bonitas y unas estupendas recetas :)
    ¡Gracias por compartirlo!
    Besos,
    Marina

    ResponderEliminar
  4. Qué bien trasmites esa parcela íntima de tu vida, puedo imaginarte perfectamente sentada en el restaurante comiendo la sopa ramen y observando a la gente. También soy de las que comen leyendo...uggg!.
    Un beso

    ResponderEliminar
  5. Arantza, me encanta tu blog. Creo que es el primer comentario que pongo, pero leo todos tus post con verdadero placer. Me encanta tu sentido del humor, y la ironia con que llenas lo que escribes. Un abrazo desde Barcelona.

    ResponderEliminar
  6. Digo ñam así en general, y digo que los flanes esos se parecen a los muy maravillosos pastéis de Belém de Lisboa, sólo que más pálidos.

    Ah, mi reino por un platito de pastéis de Belém recién hechos.

    ResponderEliminar
  7. Como lo dijo tu Santa Madre, eres una maja guapa, bien educada, limpia y trabajadora¡¡¡¡¡

    Hola Arantza, es un deleite leer tus post (aun me faltan muchos por ver, pero lo que he visto me ha gustado), tienes un nose que que que se yo jajajajaja..

    Buscando algo llegue a Desde le cocina de Montreal y he venido a seguirte a a Sirope de Alce y sere lectora continua... Que tengas un excelente dia , semana, mes, año, vida....

    Saludos desde Mexico.

    ResponderEliminar
  8. Hola! Vengo atraves del blog the crazy tea party y me encuentro con este pedazo de blog! Yo soy de las que NO PUEDE ir a comer sola... al cine aun no lo he intentado pero es algo que no me importaria... Hace poco fui a Chinatown aqui en Londres por cuestiones de turismo con familiares y compre un bollito el cual me recordo mucho al bollo de azucar de Bilbao... QUE RICO! Me vinieron cantidad de imagenes a la cabeza.

    Seguire visitandote, un saludo...

    ResponderEliminar
  9. Buuueno, qué voy a decir yo, que ya sabes tú que esta es de las mías ¿eh? Tan lejos, tan cerca. Qué disfrute de paseo y comida, madre mía. A mí también me han recordado a los pasteles de nata que dice La Lupe, ñaaaaam. Y los que dices de té verde se parecen a estos, ¿no? pero si dices que llevan té verde, entonces no lo son.
    Tú sigue poniéndonos los dientes largos que vamos a acabar yendo en tropel a fastidiarte esos paseos, comidas y tardes de cine a solas... (esto es ya una amenaza formal de visita).
    PD: Por cierto, yo que pensaba que era de las que no lee mientras come pero me acabo de pillar dejando la tostada con mermelada para poder escribir este comentario.

    ResponderEliminar
  10. A mí también me ha dejado un poco extrañada lo del maíz. Yo es que no soy nada (pero nada nada, que me dan un asco que me muero vaya) de sopas así que no me habría tirado a por eso ni loca. Los dulces sí, mire. Y tiene razón la Lupe, los flanes esos son como los pastelitos portugueses, qué ricos.

    ResponderEliminar
  11. Bueno, pasaba por aquí y me he quedado enganchada, a los pastelitos de arroz
    (¿quizás de Martina Zuricalday?), a los bollos de mantequilla, si no recuerdo mal era una mantequilla demasiado dulce para mi gusto...y ya me han llevado directamente, a las colinetas, a los rusos, y a un género que sólo he visto en las panaderias de Bilbao, así en tamaño y textura, que son las tortas de azúcar y que cada mañana, antes de ir al colegio de las monjas, comprábamos en la Panificadora de la esquina de casa y que, si no recuerdo mal se llamaba La Espiga ¿o era Maiz?; tortas que tenían colocadas en montaña, con su azucar mojadito y que sólo hacían bien en ésa panadería...tortas que se te deshacían en la boca y de las que me hubiera comido cuatro...
    Pues eso, que encantada, que seguro que volveré.
    Me gusta tu blog.

    Una bilbaina en Barcelona

    ResponderEliminar
  12. Tengo una amiga que siempre dice:
    "Dicen que no se sabe de dónde procede el euskera. Yo sí lo se. Viene del japonés. Tepanyaki suena a euskera. Nekane es nombre de nipona. El euskera viene del japonés"
    Y viendo esos "pasteles de arroz" y esos "bollos de mantequilla"... va a tener razón ella. Mira que en Madrid hecho de menos cositas de Bilbao que vas tú y encuentras en Qebec...

    A mí también me encanta pasear por ciudades sóla. Comer en un restaurante o tomar un café con un buen libro son placeres que nadie comprende... Aunque aparte de eso soy poco amante de la soledad!

    Muchas gracias por tus historias, me encanta leerte (y también me encantaría probar esa sopa, aunque eso es otra historia...)

    Un beso

    ResponderEliminar
  13. Lo bien que sientan esas sopas, y lo difícil que es encontrar algas en condiciones en esta provincia. Lo de entrar sola en un restaurante es algo que yo aprendí en Barcelona pero perfeccioné en Salzburgo, los días en los que tenía tanta hambre que no podía soportar media hora en tren hasta casa... Ahora no se me ocurriría ir a comer sola en mi pueblo, imagínate lo que dirían por ahí... :D

    ResponderEliminar
  14. jo! que hambre!!!...hacen envios a domicilio?? ;-P

    ResponderEliminar
  15. Marona: bueno, al menos tenéis las tiendas y con tu habilidad legendaria, estoy segura de que podrás cocinarte algo orientalísimo.

    Núria y Marina: gracias a vosotras por pasar por aquí y leerme. Hablar sola no es tan divertido :-)

    Cris y con Ka: pues aquí en Quebec, las que comemos solas en el restaurante (leyendo o no) no somos "raras". Aquí es muy normal ver a mujeres hacer exactamente lo mismo que un hombre haría sin que a nadie le llame la atención. Es una de las cosas que me encantan de vivir en Canadá.

    Yolanda: gracias por leerme y por dejar un comentario. Sólo puedo decirte que, como todos los que blogueamos, hay veces en las que nos resulta un poco difícil mantener la constancia en la publicación. Como todo el mundo, tengo una vida, obligaciones y platos por lavar :-). Es gracias a la gente que nos lee y que aprecia el esfuerzo que hacemos (gente como tú) que los blogueros seguimos teniendo ganas de publicar. Un abrazo.

    ResponderEliminar
  16. Lupe: estoy intentando hacer un esfuerzo de memoria, porque hace ya milenios que estuve en Lisboa, y no recuerdo esos pasteles... pero si se parecen a éstos, refuerza mi teoría de que prácticamente todo - y todo el mundo- tiene su doble en países lejanos.

    Coco y Joana: bienvenidas por aquí. Como les digo a todos los recién llegados, en esta cocina virtual hay sitio para todo el mundo. Agarraos una silla y servíos una taza de té con nosotros. Joana: tienes que probar lo de salir a comer sola, verás como no se cae el mundo :-).Es agradable, estás en buena compañía :-) y saboreas de otra manera, sin distracciones.

    Noema: pues esos pasteles de tus fotos son exactamente iguales que los que probé, sólo que los de aquí están rellenos con pasta de té verde. Mira, lo de leer comiendo es una "buena-mala costumbre" que practico mucho, tanto en casa como fuera de ella, pero en el restaurante hay veces que me gusta hacer la prueba de no leer y ver si tolero mi propia compañía sin necesidad de algo que me distraiga. Y me sienta bien ver que aún me soporto :-). Aunque no me importaría nada que vinieras por aquí y compartiéramos mesa alguna vez :-D.

    ResponderEliminar
  17. Ginebra-Mafalda:-) vaya, yo siento un amor desmedido por la sopa. Y en este restaurante sólo sirven eso, sopas de ramen, así que cuando entras lo haces con conocimiento de causa.

    Pombolita: ah, los rusos, ah las tortas de azúcar, ah, Zuricalday... *suspiro*. Bienvenida por aquí, bilbaína. Vuelve cuando quieras.

    ResponderEliminar
  18. Anita: una de las mías, de las que degustan las cosas a solas... gracias a tí por visitarme.

    Maïte: mh, yo creo que les pillas un poco lejos para el reparto...

    ResponderEliminar
  19. En mi puesta al día en tu blog, no he podido evitar hacer un comentario en Chinatown... Los pasteles que se parecen a los de arroz (que por cierto, son vizcaínos más que vascos, en Guipúzcoa no los he visto en la vida), los que llevan natillas, serán simples pastéis de Belém, típicos también del sur de China, llevados por los portugueses a Macao (donde los comí mejor que en ningún otro lado, calentitos, con sabor a huevo y canela) y donde los llaman pushi danta (tartaletas de huevo al estilo portugués). Ya ves, cuánta transculturalidad n_n

    ResponderEliminar
  20. Y Ander nos dio la solución al misterio... qué interesante, gracias Ander. A mí y a Noema nos mola mucho esto la trans-inter-multi-culturalidad. Ya decía yo que estos pasteles eran de lo más europeos...

    ResponderEliminar