lunes, 6 de diciembre de 2010

Un cuento de Navidad montrealés: Navidades de bolsillo (Have Yourself a Merry Little Christmas). Parte 1.


(Imagen de Anne Taintor)

-"¿Qué quieres hacer QUÉ?" - exclama monsieur M., atónito, doblando La Presse y dejándola caer encima de la mesa del desayuno.

-" Escapar de las navidades este año." -respondo, impertérrita, dándole un mordisco a la tostada.

Monsieur M., mi legítimo consorte, es enorme, es budista, es zen y ha eliminado el apego, y no se sorprende fácilmente. Lo cual puede ser un poco irritante algunas veces. Por eso esta fría mañana de principios de diciembre en Montreal saboreo su sorpresa casi tanto como la tostada de mi desayuno tardío. No porque me haya levantado tarde (considero que las ocho de la mañana de un sábado es bastante temprano para una española-canadiense), pero cuando una vive con un tipo grandón que se afeita la cabeza y se despierta los sábados a las cinco de la mañana en plena forma (de forma natural, aclaro, sin golpes de bates de béisbol, ni despertador, ni anfetaminas) y se pone a meditar sentado en un cojín, es fácil terminar con fama de dormilona. Inmerecida, proclamo.

-" ¿De verdad he oído bien? Me ha parecido entender que quieres saltarte las navidades. . Jingle Girl. La que el uno de diciembre se apresura a decorar toda la casa, salvo el portarrollos de papel higiénico, y eso porque aún no has tenido tiempo de fabricar algo para decorarlo. La que hace galletitas de jengibre y pasteles de frutas para regalar a los vecinos y compañeros de trabajo, la que me hace ver "Qué bello es vivir" TODOS los años bebiendo ponche de huevo (puaj) y la que me tortura con "Have Yourself a Merry Little Christmas", la versión lacrimógena de Judy Garland, nada menos, y con "White Christmas", de Bing Crosby--"

-"Alto ahí, chicarrón ¿qué me dices de tu disco "Elvis Sings Christmas"?" - interrumpo, enarcando una ceja.

- "Eso es diferente. Es Elvis." - Monsieur M. hace un gesto con la mano, como apartando el tema. -"Pero, ¿en serio que quieres saltarte las navidades?"

Mastico tranquilamente y me llevo una taza de café a la mesa.  La taza es roja y verde y luce la frase "You Jingle my Bells, Babe". Un regalo de uno de mis ex alumnos de secundaria con una glándula suprarrenal hiperactiva. -"No, no estoy hablando de saltarnos las navidades. Estoy hablando de huir de las navidades de todos los años. Escapar. Fugarnos. Evadirnos. Desaparecer. Si necesitas algún sinónimo más, tengo muchos diccionarios." - Sorbo de café. Aparto el cinturón de la bata, que ha caído en medio del charco de mermelada de fresa que adorna mi tostada, y me aplico a limpiarlo con la servilleta. Por las mañanas siempre me alegro de no tener que conducir maquinaria pesada.

Gruñido sordo de monsieur M.  -"Capto la idea, gracias. Pero lo que no entiendo es lo que te ha pasado, de repente,  ¿ya no te gustan las navidades?" - me mira, incrédulo. Éste es el hombre que por mí ha arrastrado abetos enormes hasta el salón, recorrido supermercados y supermercados el día de Nochebuena en busca de arándanos frescos, o crackers, o sidra espumosa o cualquier otra majadería indispensable para la cena, y sufrido congelaciones parciales de dedos de las manos colgando luces decorativas en la fachada de la barraca montrealesa. Sencillamente, no puede creer que Mrs. Claus se haya transformado en Scrooge, de golpe. La expresión con la que me examina está a medio camino entre la diversión y la preocupación. -"Uhm, ¿no será que necesitas otro café? Tú no eres lo que se dice matinal, mon p'tit loup enragé." 

-"Otro café estaría bien, gracias. Pero no, no es eso. Las navidades me siguen gustando. Es sólo que estoy cansada, M. Me siento agotada, quemada, vieja. No, no vieja, milenaria. Estos dos últimos años han sido un maratón olímpico. Entre terminar de revolucionar el mundo de la lingüística, las reformas de la choza montrealesa, los sobresaltos de salud, la pasada visita navideña de Santa Madre y la búsqueda de empleo, estoy molida. No me veo con fuerzas de enfrentarme a las navidades tradicionales quebequesas (ni españolas, la verdad). Para ser franca, no me veo con fuerzas ni de peinarme esta mañana." -tomo aire, inspirando sonoramente. Me atuso el pelo, que parece un cruce del cardado de Doris Day con Tina Turner sobrecargada de electricidad estática.

Y prosigo: -"Es todo lo que hay que hacer y lo poco que me apetece hacerlo. El reparto de platos de la cena colectiva, platos que cuesta preparar un día entero y que tus sobrinazos engullen sin masticar (y con ketchup, argh)... además del exceso de carne típico en la cena navideña de Quebec, que es demencial para una casi-vegetariana como yo: el pavo nadando en guisado de albondiguillas, la tourtière que lo corona todo... la Navidad para mí es una larga indigestión que comienza en la primera fiesta con los colegas del trabajo, en la primera semana de diciembre, y se termina el 6 de enero. Sólo de pensarlo ya me palpita el hígado." - Suspiro de nuevo, dejando la tostada a medio terminar en el plato y mirando por la ventana de la cocina. El patio ya está cubierto de una capa blanca, y la nieve sigue cayendo en copos minúsculos. Apoyo la barbilla en una mano.

-" Y después de la cena promocional del escorbuto, viene el fregado colectivo que nunca es realmente colectivo porque tus sobrinazos desaparecen... por no hablar del intercambio de regalos absurdos: ¿quién demonios quiere pasar una tarde pegándose con compradores desesperados por conseguir la última vela con olor a canela sintética en tiendas  abarrotadas, y sudando en el metro de vuelta porque está demasiado lleno como para poder quitarse la parka? Te aseguro que el 22 de diciembre lo que abunda en el metro no es precisamente el espíritu navideño, sino la axila maloliente."

Dejo de mirar por la ventana y vuelvo la mirada hacia mi quebequés de marido, ese homérico y nórdico hombretón que me devuelve la mirada ahora francamente preocupado. Algo más brilla en el fondo de sus ojos de adorable hombre de las nieves:  ¿esperanza? 

Yo ya estoy lanzada: -"No me malinterpretes, no tengo nada contra tu familia. Siempre han sido muy amables conmigo. De hecho, si se hubiera tratado sólo de la Nochebuena, creo que habría sacado fuerzas de flaqueza. Habría paleado el pavo, rellenado la nieve de la entrada, decorado los sobrinos. Todo eso."

Monsieur M. me sirve otro café: -"Lo necesitas, mon p'tit chardon" -murmura.

Añado leche y continúo, revolviendo frenéticamente con una cucharilla y salpicándome un poco la bata de cuadros (ya llevo tres cafés, otro más y me pongo a repintar las paredes del salón): -"...pero cuando el otro día me anunciaste que este año nos toca a nosotros invitar a todo el mundo en Año Nuevo (ya, ya sé que hemos conseguido escaquearnos hábilmente los tres últimos), me puse a pensar que en una semana tendríamos que volver a lidiar de nuevo con los sobrinazos, los platos sucios, los perros que aterrorizan a nuestros gatos (¿pero qué demonios tienen en tu familia en contra de dejar a los perros en casa?), los niños que vomitan el postre en la funda del sofá, los cuñados achispados y un poco tocones y las cuñadas que atrapan cogorzas agresivas. Ahí es cuando empecé a pensar: La. Fuga. Es. La. Solución." Puntúo cada palabra para darle más énfasis. Lo miro, la cuchara en el aire, los ojos ligeramente desorbitados.

Monsieur M. me devuelve la mirada con un aire cautivado, como contagiado de mi locura: -"Oh, oui."

-"La Gran Evasión, mon ours brun." Añado, agarrándole de las solapas. -"No hablo de escaparnos de todas las navidades. Sólo de lo que nos irrita de las navidades. Te estoy proponiendo unas navidades a pequeña escala, unas navidades en versión móvil, unas navidades de bolsillo." Me oigo a mí misma y me doy la impresión de estar vendiéndole una aplicación para el Iphone.

Monsieur M. vuelve momentáneamente a la realidad: -"Me encanta la idea. A mí ya sabes que no me vuelve loco esta orgía de consumismo y atracones. Pero hay que ser realistas, mon p'tit oursin: no tenemos pasta para tomar un avión a México y escapar del frío."

Sin soltarle las solapas, toda sonriente, casi gritando, respondo: -"¡No importa! ¡No tengo nada contra el frío y la nieve! Imagina: solos tú y yo, el bosque nevado, las vistas a un lago helado, paseos en raquetas, esquí de fondo,  un tazón de chocolate bien caliente, un pedazo de mi "What-the-Dickens-Whisky-Fruitcake", un buen libro, un fuego en la chimenea, una piel de oso ante el fuego..."

-"Eeh, no es por ser aguafiestas, pero todos los chalets* de Quebec ya están reservados desde enero pasado. Imposible encontrar uno libre sin  pagar una fortuna o sin un año de antelación."

-"Se te olvida uno. Uno que tú mismo ayudaste a construir. Uno que nos han ofrecido montones de veces, para cuando queramos ir: el chalet de Dan. Él pasa las navidades visitando a su tía en la residencia, es muy mayor, está sola y no tiene más familia." 

-"El chalet de Dan no tiene piel de oso frente a la chimenea."

-"Si ésa es la única pega, puedo desollarte uno de peluche ahora mismo." Guiño un ojo, intentando una expresión picarona. Sospecho que me sale más como un tic por exceso de cafeína.

-"Hecho. Tú llamas a Dan, yo me invento una excusa para la familia."

Es lo que me gusta de monsieur M. Una vez lanzado, no hay quien lo pare.

(CONTINUARÁ)



                                            *****************************************

(* Nota: un chalet en Quebec no es lo mismo que en España. Consiste en una cabaña pequeña en plena naturaleza, normalmente de madera, a veces sin electricidad ni agua corriente, dotados de una estufa de leña o una chimenea. Los más lujosos pueden ser casas completamente equipadas, pero no es lo que  la gente como  nosotros puede permitirse.)



(La receta no es nueva. Pero es un clásico tan apreciado en esta casa -y alrededores-, que he pensado que valía la pena volver a publicar el "What-the-Dickens-Whisky-Fruitcake". Este año en pastelitos individuales. Perfecto para regalo, muy portátil si planeáis unas navidades de bolsillo.)


12 comentarios:

  1. Jajaja, tengo la solución para el "problema" del papel higiénico, os voy a enviar un paquete de rollos con olor a spekulatius, los venden, lo juro. Pero no os los llevéis a la cabaña de Dan, el olor podría atraer a los osos.

    ResponderEliminar
  2. Aúllo como una manada de lobos.

    ResponderEliminar
  3. I need a nap too, qué bueno!. Vuelvo en cuanto haya acabado el curro para leer con tranquilidad.
    Hasta ahora.

    ResponderEliminar
  4. holaaa

    pero por dior, como puede tu herculeo mozo resistirse a la opcion de cabaña de madera con chimenea a tope y piel de oso en el suelo... si es que esto de zen....

    v'sss esperando la dichosa navidad y la felicidad por decreto...

    v'sss

    ResponderEliminar
  5. Me medio planté el año pasado...y fue como un tsunami...nadie lo entendió...pero como ya ha creado precedente...pues éste año más de lo mismo.
    Disfruto con la Navidad, pero a pequeñas dosis.

    Me encantan tus relatos!!

    Petó

    ResponderEliminar
  6. Wao, escribes de un real.. que me los imaginaba tal cual en mi pequeña cabezita.... Me encanta la navidad pero todo el rollo de comprar y decorar a veces me abruma...
    A la espera de la continuación,
    Glenda

    ResponderEliminar
  7. Joder Arantxa!
    Hoy estoy con el bioritmo sumergido... acabo de suspender mi último pedido de galletas -5 kilos- porque mi casa es una incubadora de virus. Adiós mi intento empresarial! como enfermera soy un desastre. No aguanto a Gü soltando "ais" día y noche como si fuera el único en es mundo que sufre de anginas. El niño empieza a enfermar -esa tos me pone los pelos de punta- y yo comienzo a notar el dolor de garganta camuflado por el ibuprofeno... joder. Estas navidades, mi hijo no puede venir pero sí mi suegra -un expediente X de pesadilla- cachis! vaya planazo, eh! Así que me aventuro a recomendarte que hagas lo que te de la real gana. Haz lo que te pida ese cuerpo serrano curado con la brisa del Cantábrico y si hay que rajar al peluche, pues hala, afilar los cuchillos y pegar el culete a la chimenea de Dan. Pero, ¿podrás pasar la navidad sin qué bello es vivir? Yo no pero ya ves que no soy un ejemplo a seguir...

    Bueno, me voy que tengo que hacer entre otras mil, un par de cosillas: decidirme a publicar una entrada que nada tiene que ver con mi estado anímico y decidir si bajo a palear nieve ahora o cuando suba la capa 40cm. más...

    Besos

    ResponderEliminar
  8. Yo me uno para que patentes las navidades de bolsillo y es que este año mi espíritu navideño...anda medio cansado también, yo, para colmo, querría los pastelitos a domicilio jaja.

    Suerte con el chalet y por favor, no despeluchen al oso jaja

    ResponderEliminar
  9. Noema: ¿ves? Ése es el tipo de cosas que veo en las tiendas y me da ganas de correr a esconderme estas navidades :-). Aunque el perfume a spekulaas estaría bien como ambientador... me dan ganas de hornear una tandita...

    Lupe: me pregunto si los aullidos son por los pasteles o por lo de huir y ocultarse de la familia durante las fiestas :-).

    Cris: pues hasta ahora.

    JB: no, si él no se resiste, al contrario... lo que pasa es que es realista y sabe que por estas fechas es imposible encontrar nada libre para ir a refugiarse. Es el realista de la casa, qué se le va a hacer. Por otra parte... siempre viene bien que alguien lo sea, ¿no?.

    Susana: es verdad, lo de ser objetor de las navidades crea como mucha conmoción en la familia... probablemente porque a ellos tampoco les apetece montarlo en sus casas y cocinar y limpiar y todo el resto.

    Glenda: vaya, gracias. Vuelve por aquí, que habrá continuación :-).

    Mai: pobre, me ha dado una cosa leer tu comentario.. y tu suegra... ¿no le dará un arranque Mary Poppins y se pondrá a cuidar a tu niño y hacer la limpieza y palear y cocinar y a decirte "tú descansa, ya me ocupo yo"? (De ilusión también se vive, Maite). En fin, te envío muchos buenos deseos, a ver si todo vuelve la normalidad. Y no, no puedo dejar de ver "Qué bello es vivir" un año. Que vale la fatiga, pero tampoco hay que perder la fe en la vida. Está previsto para antes de irnos.
    Buena suerte en ese intento empresarial.

    Zarawitta: pues nada, como dicen por aquí, cuando el corazón no está en ello, mejor saltar un año :-). El año que viene lo pillarás con más ganas.

    ResponderEliminar
  10. Adantza! no estaba con el biditmo decaido, no! estaba con un ghipazo del otzo! un pad de hodaz de'puéz tenía fiebhe hodhible! ya estoy mu' bien pedo con milez de mocoz... Azí que todo puede paza'd y no dezcahto milaghoz y con un poco de zuehte tendhé a Mady Poppinz pada navidá:-) Hoy no bezo, vale? te dejo que veo que el Dan ha vuelto... Uuuuuuuiiiiii, mi día empieza a zubirse de tono:-)

    ResponderEliminar
  11. Ayyy la cafeina...pero oye te saliste con la tuya...como te envidio "joia"...como me gustaría irme unas Navidades a uno de estos chalets con mi monsieur!!!!!!!
    así en individual quedan geniales....
    beeeeesos

    ResponderEliminar
  12. Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.

    ResponderEliminar