miércoles, 10 de febrero de 2010

Pecados de Pecán


En Quebec, un petit suisse no tiene nada que ver con queso fresco. A nadie se le ocurriría comerse un suisse a cucharadas. Estos simpáticos y diminutos roedores (foto, arriba) fueron uno de los primeros contactos con la fauna local que tuve al llegar a Quebec, en mi primera acampada. Para alguien como yo, que viene de una ciudad con la mayor densidad de población por metro cuadrado del País Vasco (y cuando uno intenta dormir en una noche de verano, da la impresión que es la misma que la de Tokio), estas ardillas diminutas e hiperactivas son de lo más salvaje. Mi segundo contacto con la fauna salvaje local fue cuando conseguí un puesto de profesora en una escuela secundaria. Pero ésa es otra historia, y será contada en otra ocasión.

Montreal, al igual que muchas ciudades europeas (como Edimburgo), está llena de ardillas, unas ardillas grises enormes y urbanas. Los nativos las miran con cierto desdén que yo no comprendía al principio, fascinada por estos inteligentes roedores. Y es que en mi ciudad natal lo más exótico que he visto nunca son las palomas del parque. Dado el grado de vandalismo que se ejerce alegremente los fines de semana en los parques públicos, imagino que las ardillas no hubieran durado mucho, al menos no sin sufrir mutilaciones graves. O terminar en la cazuela, porque los vascos somos muy apañados. Sin embargo, con el tiempo he llegado a entender ese desdén de los montrealeses: las ardillas grises son a los mamíferos lo que las palomas urbanas a las aves.

Mi afecto por estos vivarachos bichejos bajó algunos enteros cuando sorprendí a uno de ellos masticando alegremente frente a mi ventana los girasoles que había plantado en el patio trasero, girasoles que estaban a punto de florecer. Lo sé, no suena como un crimen grave, pero plantar en Quebec flores mediterráneas como los girasoles exige un esfuerzo titánico: plantar las semillas en semilleros dentro de casa en abril, porque aún hiela, cuidar de ellas y transplantarlas con amor cuando empieza a hacer calor, en junio. Protegerlas de los pájaros y de otros animales hambrientos, como mapaches y marmotas.
Así que cuando tras meses de paciente espera, una mañana pillas a una ardilla haciéndose un piscolabis con el producto de tus desvelos, mientras te mira a los ojos, la condenada, entiendes un poco mejor por qué hay jubilados en el campo que ventilan sus frustraciones a tiro de calibre doce.

La suisse, por el contrario, mucho más pequeña que la ardilla urbana, vive en el bosque y ha sabido mantener el encanto de las ardillas salvajes, pero con una sabia dosis de oportunismo: en los cámpings, este animalito será increíblemente atrevido y llegará a comer de la mano del turista incauto. Es muy divertido ver cómo recoge una nuez con las dos patitas delanteras y se la guarda rápidamente en un carrillo enorme -para su talla-, en el que la transportará hasta su escondrijo.

Mis lectores habituales estarán un poco desorientados: ¿qué le pasa a la autora del blog, que le ha dado este arranque Félix Rodríguez de la Fuente? Ah, que echa de menos la vida exterior, bastante limitada en invierno. Aparte de ver a un par de cardenales posados en las ramas de la hiedra del patio, a quince bajo cero no se suele ver muchos animales, excluyendo a ciertos grupos de hinchas de hockey que me encuentro a veces por el metro.

Como soy de lo más cíclica, siempre me pasa lo mismo en esta época del año: a mediados de febrero empieza a cansarme salir a la calle y encontrarme este eterno congelador que es el invierno quebequés. Empiezo a soñar con vegetación (la que sea, con tal de que sea verde y esté viva, las acelgas de la cena no cuentan), con sitios cálidos como la Toscana, la Provenza, Creta, Carolina del Sur, Louisiana, hasta la Rioja me hace suspirar :-).

Últimamente ando muy obsesionada con la lectura de clásicos sureños americanos, (Cormac McCarthy en días apocalípticos, Pat Conroy cuando quiero recuperar la fe en la humanidad, Faulkner y Harper Lee en todo momento), y esta nostalgia del calor me ha hecho derivar hacia la cocina del Viejo Sur. Ya sabéis, la tierra de los magnolios, los caimanes, las magníficas casas de la era federalista y el Ku Klux Klan (uhm, los caimanes y el KKK me inspiran un poco menos de nostalgia).

Uno de los postres más típicos del sur, junto con el Key Lime Pie de la soleada Florida, es la tarta de nueces de Pecán (Pecan Pie). Esta tarta es uno de los grandes clásicos ineludibles en las fiestas familiares en los USA. La mesa de Thanksgiving y de Navidad no está completa sin ella. Esta versión nórdica que os propongo está hecha con sirope de arce, en lugar del sirope de maíz que utilizan nuestros vecinos del sur. Si la dejáis fuera para que se enfríe, vigilad a las ardillas.


INGREDIENTES (Para 5 tartaletas) :

(Receta de Pecan Tassies, de Martha, cantidades ligeramente modificadas, porque siguiendo las suyas da un relleno muy escaso. También he cambiado un poco la cantidad de mantequilla y el tiempo de horneado.)

Para la masa:

- 1/2 taza de nueces de Pecán peladas

- 1/2 taza de queso mascarpone

- 4 cucharadas soperas de mantequilla a temperatura ambiente

- 3/4 de taza de harina

- una pizca de sal (la pizca es una unidad de medida universal, por si no lo sabíais)

Para el relleno:

- 2 huevos

- 1/2 de taza de azúcar moreno

- 4 cucharadas soperas de sirope de arce (o miel, si no lo encontráis)

- 4 cucharadas de té de extracto de vainilla

- 1 cucharada sopera de mantequilla, a temperatura ambiente

- 1 cucharada sopera de mascarpone

- dos pizcas de sal

- 1 taza y 1/2 de nueces de Pecán peladas

ELABORACIÓN:

Precalentar el horno a 180 grados. Preparar la masa: Tostar las nueces de Pecán en una sartén, vigilando para que no se quemen. Molerlas finas en el robot de cocina (o en un molinillo de café). Deberíais obtener 1/2 taza de nueces molidas. En un bol aparte, mezclar juntos el mascarpone y la mantequilla. Añadir la harina, las nueces molidas y la sal. Incorporar bien hasta formar una masa homogénea.

Separar bolas de masa de la talla de una mandarina pequeña, ponerlas en los moldes de las tartaletas y presionarlas y extenderlas con los dedos hasta que cubran cada molde.

Batir el azúcar moreno con la sal, la mantequilla y el mascarpone. Añadir los huevos, el sirope de arce (o la miel) y la vainilla. Tostar ligeramente las nueces en una sartén hasta que suelten su aroma, y mezclar brevemente al final. Rellenar cada tartaleta.

Hornear hasta que la masa se dore y que el centro haya cuajado (comprobar con un palillo), entre 35 y 40 minutos, depende del tamaño de vuestros moldes. Barnizar en caliente con una brocha untada en un poco de sirope de arce cuando las saquéis del horno. Esperar a que se enfríen antes de desmoldar.

Estas tartas son sabrosas y densas, debido a la cantidad de nueces que llevan. Lo que más me ha gustado de la receta es la masa quebrada con nueces molidas y queso, facilísima y con un resultado tostado, hojaldrado y generoso en sabor.


Para acompañar estas tartaletas, os sugiero la última novela de Pat Conroy: "South of Broad" (he intentado buscar el título de la traducción española, sin éxito). Este escritor, erróneamente catalogado al principio de su carrera como un productor de bestsellers, se convertirá en breve en el nuevo clásico literario sureño.

Si bien este libro tiene algún problemilla con el ritmo con el que dosifica la acción (nada lo suficientemente grave como para estropear el placer de leerlo), sus descripciones están hechas en una lengua evocadora que deslumbra por su belleza, y sus diálogos rezuman ingenio y fina ironía. Hay quien lo detesta precisamente por eso, porque es un artesano de la palabra que describe a la antigua, y porque generalmente en sus historias el amor por la familia, los amigos, la pareja, termina por redimir de todos los demonios interiores. Un autor que cuenta siempre la misma historia, y cada vez que lo hace consigue cautivarme.

"Demasiados buenos sentimientos", opinó una vez un conocido, rebosante de cinismo. Para mí eso es el equivalente a "demasiados postres". Algo imposible.

10 comentarios:

  1. Y tartaletas de ardilla no hay, ¿no? Digo, por optimizar recursos. Aunque supongo que no podrían competir con las de nuez de Pecán, claro.
    Besos, madame.

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  2. Aun estoy con las digestive...y el pan de pita, pero si encuentro esas nueces...tratare de hacerla. bicos

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  3. Solo he visto las fotos (luego leo y comento bien), pero me he acordado de un capítulo de la serie True Blood donde Sookie come una tarta igualica que esta (pero sin base). Y la verdad, es que me apeteció!
    Muxus

    Sara

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  4. No sé si me gusta más la tarta, la explicación o tus lecturas...

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  5. hummm...las nueces de pecán son así de gigantescas?? creo que en mi cabeza las confundo con las de Macadamia...

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  6. Hala, otra receta "acalórica", voy a terminar odiándola, querida, que lo sepa.

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  7. Jobaaaaaa....que yo quiero comer mucha fruta y verdura y tener cuerpo de silfide (que nunca he visto ninguna pero deben estar re-buenas las cabr...ejem...) y mi fuerza de voluntad ehhh...hummm....ay! no! que no tengo!!!

    Como tenga que comprar dos billetes de avión por gorda para ir a darte dos collejas ya veras!!!

    Besazo

    Maite

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  8. Lupe: justamente, los primeros colonos franceses tuvieron la misma idea: el estofado de ardilla forma parte de esos platos autóctonos. Pero yo no me atrevería con estas ardillas urbanas, vete a saber lo que comen...

    An: siempre puedes hacerlas con las nueces más conocidas, estoy segura de que estarán buenas.

    Sara: claro, True Blood está situada en Louisiana, y esta tarta es muy típica de la cocina del sur, por eso representaba tan bien "la comida de la abuelita"... aunque creo recordar que la tarta que se zampa Sookie en esa escena tan triste sí que tenía base, la base típica de la versión americana, muy finita. La mía es una adaptación, más gordita y visible. Pero sumamente rica.

    Los viajes que no hice: gracias por hacer aprecio a todos mis esfuerzos.

    Jelen: no son tan gigantescas, en realidad sólo son un poco más grandes que las de California. Las de Macadamia son redondas, se parecen un poco a las avellanas (en la forma, no en el sabor.

    Ginebra y Maite: aah, Gin, Maite, no me vengáis con lo de las calorías, mujeres. Yo me lo planteo así: si como algo muy calórico, tiene que cumplir estor requisitos: a) ser delicioso (este postre cumple ese requisito), ya que como algo muy engordante, al menos engordar con buena cocina, y no con Phosquitos; y b) ser nutricionalmente interesante (estas tartaletas lo son, llevan muchas nueces). Si la receta ofrece buen rendimiento calidad-nutrición-sabor, que les den a las calorías. Ya correré un cuarto de hora más en el gimnasio.

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  9. Quizas pruebe, quizas pruebe, si la ardilla (si, solo una) me deja este año alguna nuez. Saúdos e apertas

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  10. este postre pecan pie siempre lo comia aqui en usa pero no me atrevia ha hacerlo asi que en estas navidades pasadas pues la verdad lo hice por primera vez y quedó delicioso.

    Saludos y felicidades por tu nueva mudanza.

    Olguis.

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