Monsieur M. y Esposa Derrengada siguen empaquetando furiosamente su vida entera en cajas de cartón convenientemente etiquetadas y apiladas. Alfonso proporciona apoyo felino metido en una caja vacía y ronroneando encantado. Una parte importante del arte de la mudanza en pareja es tener presente en todo momento que tus cosas de gran importancia y valor sentimental son básicamente porquerías a los ojos de tu pareja, y que sus porquerías son cosas de gran importancia y valor sentimental para él. Recordar esto os puede evitar un divorcio.
Tras dos semanas de empaquetado intensivo, los criterios de selección qué-tiramos/reciclamos/damos/nos-llevamos han cambiado de manera perceptible. También dependen mucho de la hora. Por ejemplo, al final de la tarde no es raro sorprender este tipo de conversación en las profundidades del sótano de la barraca montrealesa:
Monsieur M., cargando con una caja que lleva en el trastero quién sabe cuánto, abriéndola y contraviniendo a las normas fijadas por su Derrengada Esposa: si está en una caja, no sabes lo que es, y no lo has sacado en tres años, puedes lanzarlo directamente a la basura. Sin pasar por la casilla de salida. :-« Ha llamado mi hermano.» Hurga en la caja. Saca un walkman. De los que funcionaban con cassettes. -« Dice que nos presta el remolque. Si lo enganchamos al pickup vamos a poder llevar las cosas más frágiles antes de que venga la compañía de mudanzas. »
Esposa Derrengada, pañuelo a la cabeza, buzo de obrero, sudorosa, polvorienta, no levanta la vista de SU caja, que contiene todos los regalos insensatamente feos que ha recibido desde que vive en Canadá, entre ellos tres jarrones (¿qué le pasa a la gente con los jarrones?), unas decoraciones de Navidad de ganchillo y variados recuerdos de las vacaciones de miembros de la familia, y masculla: -« O podemos meter en él a Alfonso, y ahorrarnos cuarenta y cinco minutos de maullidos desesperados. » (Alfonso no es buen viajero).
Monsieur M., mirándola de reojo: -« Pareces un poco, hum, irritable. Mi diosa. » Se apresura a añadir.
Esposa Derrengada, con cierto sarcasmo: -« ¿Irritable? ¿Yo? ¿Y por qué? ¿Porque la casa es un caos tal que va a ser declarada una maldita zona catastrófica? ¿Porque llevamos un mes empaquetando cosas absurdas? ¿Y comiendo materia congelada no identificada? ¿Porque cuando no estoy empaquetando estoy preparando clases, corrigiendo, trabajando, vaya? ¿Porque ni me acuerdo de cuándo fue la última vez que hice algo extravagante como, qué sé yo, ir al cine? ¿O sentarme en el sofá y no hacer NADA? » Vale, es cierto, una ligera histeria tiñe sus palabras.
Monsieur M.: -« Creo que tú vas a ir en el remolque con Alfonso, reina mía. » Antes de que Esposa derrengada pueda gruñir una respuesta, Monsieur M. saca un rollo de tela de la caja en la que está hurgando: -« ¿Y esta hamaca? ¿De dónde sale? »
Tras dos semanas de empaquetado intensivo, los criterios de selección qué-tiramos/reciclamos/damos/nos-llevamos han cambiado de manera perceptible. También dependen mucho de la hora. Por ejemplo, al final de la tarde no es raro sorprender este tipo de conversación en las profundidades del sótano de la barraca montrealesa:
Monsieur M., cargando con una caja que lleva en el trastero quién sabe cuánto, abriéndola y contraviniendo a las normas fijadas por su Derrengada Esposa: si está en una caja, no sabes lo que es, y no lo has sacado en tres años, puedes lanzarlo directamente a la basura. Sin pasar por la casilla de salida. :-« Ha llamado mi hermano.» Hurga en la caja. Saca un walkman. De los que funcionaban con cassettes. -« Dice que nos presta el remolque. Si lo enganchamos al pickup vamos a poder llevar las cosas más frágiles antes de que venga la compañía de mudanzas. »
Esposa Derrengada, pañuelo a la cabeza, buzo de obrero, sudorosa, polvorienta, no levanta la vista de SU caja, que contiene todos los regalos insensatamente feos que ha recibido desde que vive en Canadá, entre ellos tres jarrones (¿qué le pasa a la gente con los jarrones?), unas decoraciones de Navidad de ganchillo y variados recuerdos de las vacaciones de miembros de la familia, y masculla: -« O podemos meter en él a Alfonso, y ahorrarnos cuarenta y cinco minutos de maullidos desesperados. » (Alfonso no es buen viajero).
Monsieur M., mirándola de reojo: -« Pareces un poco, hum, irritable. Mi diosa. » Se apresura a añadir.
Esposa Derrengada, con cierto sarcasmo: -« ¿Irritable? ¿Yo? ¿Y por qué? ¿Porque la casa es un caos tal que va a ser declarada una maldita zona catastrófica? ¿Porque llevamos un mes empaquetando cosas absurdas? ¿Y comiendo materia congelada no identificada? ¿Porque cuando no estoy empaquetando estoy preparando clases, corrigiendo, trabajando, vaya? ¿Porque ni me acuerdo de cuándo fue la última vez que hice algo extravagante como, qué sé yo, ir al cine? ¿O sentarme en el sofá y no hacer NADA? » Vale, es cierto, una ligera histeria tiñe sus palabras.
Monsieur M.: -« Creo que tú vas a ir en el remolque con Alfonso, reina mía. » Antes de que Esposa derrengada pueda gruñir una respuesta, Monsieur M. saca un rollo de tela de la caja en la que está hurgando: -« ¿Y esta hamaca? ¿De dónde sale? »
Esposa Derrengada, murmura mientras observa, atónita, un coco tallado en forma de mono que alguien les trajo de sus vacaciones en Cuba: - «Uhm, Dan, creo. Te la regaló por tu cumpleaños, hace unos cuatro años. El hecho de que no tuvieras en el patio ningún árbol donde colgarla no pareció preocuparle lo más mínimo. »
Monsieur M.: -« Entonces ya va siendo hora de dársela a alguien. »
Esposa Derrengada, un tanto agresiva, esgrimiendo el coco: -« Ni. Se. Te. Ocurra. » « Esa hamaca, y la imagen de mí misma durmiendo un siestorro en ella una vez colgada entre dos árboles detrás de la nueva casa es lo único que me mantiene funcional ahora mismo. Esa hamaca y ese siestorro potencial que visualizo en lontananza -tras la mudanza, la limpieza, la pintura y haber desempaquetado todo esto- es lo que me está conservando la cordura, es la zanahoria colgada del bastón que impide que rocíe esta pila de cajas con tu mejor Single Malt y les prenda fuego. No. La. Toques. » Respira hondo y lanza furiosamente el coco a la bolsa de basura en la sección « Para tirar ». El proyectil asusta a Alfonso, que sale disparado.
Monsieur M., la mira boquiabierto y un poco asustado: -« Euh, mon p'tit loup, propongo que esta noche pasemos de vaciar el congelador y vayamos al chino. Creo que nos va a venir bien salir de casa. »