Monsieur M., la Chica y yo volvemos tarde de una fiesta (la fiesta admitía invitados perrunos). Sí, para nosotros tarde son las once y media (somos unos salvajes y llevamos una vida de decadencia y rock & roll). Estamos ya en nuestro barrio, el Sexto Pino, a dos casas de Muffin Manor, cuando de repente, veo un obstáculo delante del coche. Monsieur M. pega un frenazo. Las luces del coche iluminan el obstáculo con ese efecto túnel que suele tener la bruma (vivimos en zona lacustre, aquí siempre hay bruma por las noches ): el obstáculo es un esqueleto, en medio de la carretera. Grande. Sorprendentemente grande, lo bastante para que el coche hubiera tenido problemas para pasarle por encima. Le faltan la cabeza y una pata. La luz blanca y deslumbrante de los faros revela otros incómodos detalles, como que la carcasa no es uno de esos viejos esqueletos blancos y pulidos por la intemperie como suelen verse por los bosques que rodean a Muffin Manor. Es una carcasa fresca, los despojos aún llevan adheridos unos voluminosos jirones de carne y mechas de pelos marrón oscuro. Más inquietante aún: hay un reguero de algo que tiene toda la pinta de ser sangre.
Yo: -"ESO... ¿Qué es?"
Monsieur M., con su habilidad característica para lo obvio: -"Un esqueleto".
Yo, con un gruñido: -"Ya lo veo. Pero un esqueleto... ¿de QUÉ? Porque es bastante grande."
Monsieur M. se encoge de hombros, las manos en el volante: -"Hum. Ciervo. Un macho de buen tamaño , adulto. O un alce joven."
Yo, mirando fijamente el túnel de luz de los faros: -"¿Y qué lo ha arrastrado hasta aquí? Porque los zorros que he visto por la zona son pequeños, del tamaño de un gato doméstico. No podrían con ESO", haciendo un gesto con la mano abierta hacia el cadáver.
Monsieur M., poniendo esa expresión ligeramente ausente que pone cuando quiere hacerse el loco: -"Eeh, no, un zorrillo no, normalmente no cazan nada más grande que liebres o perdices. Estooo, mira, parece que lo que sea ha abandonado ahí la presa hace poco, probablemente cuando nos ha oído acercarnos. No salgas del coche a tomar fotos ni nada, ¿eh?", dicho lo cual, arranca de nuevo sorteando cuidadosamente los restos del pobre bicho.
Yo (sospechando): -"Si no es un zorro, el depredador que ha hecho eso es bastante más grande, ¿no?"
Monsieur M. hace un ruido vago, sin querer mojarse: -"U-huh".
Yo, mirándole con los ojos entrecerrados: - "¿Cómo de grande? ¿No decías que estábamos un poco al sur para los osos?"
Monsieur M., de repente muy concentrado en la carretera: -"Euh, bueno..."
Yo, cada vez más boquiabierta: -"¿OSOS? ¿Me has dejado pasearme TODO el invierno pasado sola por el monte en raquetas con la Chica y sabías que aquí hay OSOS?"
Monsieur M., con la vista muy-muy fija en la carretera: -"Bueno, el paseo parecía relajarte..."
Yo, levantando la voz llena de incredulidad y despertando a la Chica, que se yergue en el asiento trasero: -"¿RELAJARME? ¿Y qué hubiera pasado si un oso me mastica durante el paseo? ¿Quieres librarte de mí? Porque existen métodos más rápidos y seguros."
Monsieur M.: -"Ningún riesgo de que pasara eso, mon p'tit loup. Cuando te relajas, hablas como un cotorra. Te oían llegar todos los osos en cinco kilómetros a la redonda. "