viernes, 25 de junio de 2010

El síndrome de la página en blanco. Clafoutis clásico (de frutas del bosque) / Clafoutis aux petits fruits


Interior, día. A principios de la tarde. La autora de este blog está sentada a la mesa de la cocina montrealesa, y por una vez, y aunque parezca mentira, no come, ni cocina. Ni escribe. Simplemente mira distraída por la ventana que da al patio, escucha la tromba de agua caer sobre las hojas de las plantas. La ausencia de actividad intelectual no es algo nuevo para la autora de este blog, que a sus 38 puede vivir perfectamente feliz durante días y días leyendo catálogos de Ikea, tebeos de Cathy y viendo series de tele infectas, pero la ausencia de actividad culinaria es algo más preocupante. Normalmente, aunque no le apetezca cocinar, siempre, insisto, siempre, le apetece comer. Y teniendo en cuenta que sus frustraciones, angustias, enfados, tristezas y desesperaciones varias siempre utilizan como válvula de escape el horneado de algún postre, cuando en la cocina montrealesa no flota un perfume de canela mezclado con estrés quiere decir que algo se agita en su tortuoso cerebro. Y que ese algo la enerva, y la pone de buen humor mezclado con nerviosismo. Cuando la autora del blog anda muy absorta en vivir, se le olvida crear. Y lo que es peor, no le importa una mierda que se le olvide.

La autora de este blog tiene pues un ligero síndrome de la página en blanco. La cosa no le preocupa mucho por varias razones: porque está segura de que el mundo seguirá funcionando aunque ella no publique una semana, porque nadie le paga por ello, ergo, escribir un post semanal no es una obligación, y porque ha pasado por bloqueos peores durante la redacción de la infausta tesina.

La autora del blog sospecha que entre otras muchas razones, tales como el porcentaje de humedad increíble que hace que el aire montrealés pueda casi comerse a cucharadas, el embrutecimiento provocado por el rellenado de infinitos currículums en línea, y la traducción de un par de encargos mortalmente aburridos, su bloqueo creativo proviene de una cierta agitación interior. Esta agitación quizá tenga algo que ver con la ausencia prolongada de monsieur M., que sigue trabajando en una región con más osos que viviendas, con el flirteo intensivo al que se entrega Dan cada vez que viene por la barraca montrealesa, con el calor tropical y los altibajos hormonales que no ayudan a la concentración, con el hecho de que todas las calles de Montreal parecen haber sido invadidas por jovenzuelos sin camisa y torsos inusitadamente musculosos y bien torneados. El corazón de la autora últimamente bate a ritmo de tamtan africano y le bombea la sangre con pulsaciones salseras. La autora suspira mucho, suda bastante, hace mucho ejercicio para sublimar y no cocina, ni escribe. Y todo lo que come se hace en la batidora y se bebe bien frío.

En esas cavilaciones anda ella, la cabeza llena de ausencia, cuando el timbre de la choza montrealesa la devuelve a la realidad. Enfoca de nuevo la vista y va a abrir. Es el Jules. Llega acompañado de Lady D., con la que se ha encontrado a la salida del metro. Los dos se conocen desde hace bastante, de cuando Lady D. atravesó su fase artes marciales y practicó en el mismo dojo que Monsieur M. y Jules. Lady D. y nuestro Jules parecen hacer muy buenas migas, aunque no se traten a menudo.

Lady D. viene a devolverme una pila de libros y películas, excusa para un té juntas y un poco de charla. El Jules viene al rescate porque las sucesivas inundaciones del cuarto de baño parecen haber terminado por afectar la escayola del techo. Mientras la examina con ojo experto, les ofrezco un té helado. Y con un poco de sorna, añado: -“Y no, no es orgánico. Ni de comercio justo.” La pulla hace referencia a la irritante compañera/novia de Jules, Naturópata Alternativa, a la que Jules conoció en esta misma cocina hace ya casi un año. Jules baja la vista del techo y me mira, haciendo un ruido un poco amargo. Lady D. lo mira con curiosidad, desde la puerta.

-“¿Qué pasa?” Le pregunto. –“¿No todo es armonía en el nirvana del amor orgánico y de bajo impacto ambiental?” Inmediatamente después de haber proferido la pregunta me da un poco de apuro, porque Jules es un tío reservado al que no le suele gustar hablar de sus amoríos. No quiero ser metomentodo. Pero Jules parece deseoso de hablar, y ahora que lo pienso, tiene mal aspecto, la mirada apagada y unas bolsas debajo de los ojos en las que podría llevar todas sus herramientas.

-“Jrumpf.” Gruñe. –“No me hables de nada orgánico. Si oigo la palabra otra vez, juro que lanzaré un ataque a la sección de frutas y verduras del super, armado de un bidón de pesticida.”

-“Vaya.” Ahora me he puesto seria. –“¿Tan mal os va? Yo creía que lo vuestro era le grand amour, sobre todo a juzgar por vuestro flechazo.”

-“Pues bien, el flechazo se terminó. Hace un par de días, para ser exactos.”

-“Oh. Lo siento, Jules.” Dice Lady D.

- “No te preocupes. Estas cosas pasan. Murió de muerte natural. Exploté delante de cuatro de sus amigos, cuando a uno de ellos se le ocurrió preguntarme si la madera que uso en mi trabajo proviene de bosques de tala sostenible.”

-“Ah.” Jules no es precisamente un alto empresario de la construcción y el bricolaje, ni siquiera tiene vehículo propio. Yo lo he visto transportar materiales en su bicicleta de maneras casi imposibles. Ahora que lo pienso, más sostenible que eso, no hay.

-“Y todos los demás, incluida ella, esperaban mi respuesta cual jurado en pleno interrogatorio del sospechoso. No pude más. Reventé. Tras un año de aguantar que la Gestapo del ecologismo me juzgue continuamente por cada gesto insignificante.”

Guardo sabiamente silencio. La denigración de la ex nunca es buena idea, ni tampoco de una gran elegancia. Por muy mal que me caiga dicha ex. Y nunca se sabe si pueden reanudar la relación. En cualquier caso, es mejor cerrar la boca. Jules también intenta dar muestras de elegancia: -“Naturópata Alternativa es una mujer increíble.”

-“Mmh.” Asentimos Lady D. y yo al unísono, sin comprometernos demasiado. Ella también la conoce.

-“Y guapa.”

-“Mmh.”

-“Y llena de nobles ideales.”

-“Mmh.”

-“De los que se ha servido durante un año para volverme loco y hacer de mi vida un infierno.”

-“Ah.”

-“Salvemos los árboles, salvemos los árboles, estupendo, pero yo no puedo vivir sin papel higiénico. Lo siento. Hasta ahí hemos llegado.”

-“Ugh.”

-“Oye,” dice el Jules una vez en la cocina, -“en lugar de ese té, ¿no tendrás algo más fuerte que ofrecerme?”

- “Bueno”, digo sorprendida, mirando la hora temprana, -“tengo una botella de limoncello casero, hecho con vodka, que me regaló una alumna que lo hace muy rico…”

-“Estupendo”, dicen el Jules y Lady D. La miro, sorprendida y hago un gesto de cabeza hacia el reloj. Se encoge de hombros detrás de él con gesto desafiante, articulando con la boca un mudo –“¿Qué?”

Saco la botella del congelador y cuando vuelvo veo que Lady D. ya ha pasado al salón y busca vasos. Les sirvo un buen vaso y yo me echo un chorrito simbólico.

Bebemos y hablamos un buen rato, haciendo la autopsia de la relación de pareja del Jules y de los esfuerzos de Lady D. por encontrar un hombre decente. Cuando vuelvo a mirar la botella, veo un poco sobresaltada que tres cuartos de su contenido han desaparecido. Y que yo aún estoy en mi primer vaso.

-“Mira,” dice el Jules considerablemente borracho, -“yo ya soy muy mayorcito para esto.”

-“Claro”, asiente Lady D. llena de comprensión (y de limoncello al vodka).

-“Yo ya he hecho mi parte. He tenido mi dosis de locas.” Dice el Jules, la voz bastante pastosa.

-“A-já”, conviene entusiasta, mucho, Lady D. Silencio. Siguen bebiendo. Ellos. Yo, si me tomo un limoncello más a estas horas, me tengo que ir a la cama.
-“Porque yo tengo algo con las locas, Lady D. Un manierismo- perdón, un magggg-netissh-mo especial.” Dice el Jules concentrado en su dicción, y le pega otro trago al limoncello.

-“Cómo te entiendo.” Dice Lady D., intensa y cocidísima, inclinada hacia delante y tocándole la rodilla en parte en gesto de proximidad y simpatía, en parte apoyándose en él para no caerse de la silla.

-“Si hay una loca en diez kilómetros a la redonda, vendrá a mí. Seguro. Es cuestión de tiempo.” El Jules ha levantado mucho la voz. Y el vaso. Un poco de limoncello cae y me salpica el pelo. Y el brazo del sofá.
–“Y tampoco es como si yo fuera por la vida diciendo ¡dejad que las locas se acerquen a mí! Noooo.” Vocifera. Los dos parecen tan furiosamente de acuerdo que mi participación no parece necesaria, así que me dedico a secarme el pelo con una servilleta. Cuando termino, huelo un mechón. Puaf.

-“Claro que no, Jules. No es culpa tuya.” Responde solícita Lady D., levantándose un poco tambaleante, rellenándose el vaso y cambiando de sitio, sentándose (más bien desplomándose) junto a Jules en el sofá. Cuando en un intento de posar la botella en la mesa está a punto de soltarla en el aire, me precipito a cogerla y corro a guardarla en el armario de los licores antes de que el Jules se ampare de ella.

-“¿Acaso es tanto pedir, una mujer equilibrada, por una vez en la vida?” Pregunta enardecido Jules, arrastrando las erres. El Jules está encantado de tener un auditorio tan solidario.

-“¡NO! ¡OH, NO! ¡Tú la mereces, Jules!” Grita Lady D., el puño en alto, irradiando solidaridad etílica.

-"Tú también mereces un hombre el-lucubrado, accculebrado, equ-ilibrado, Lady D. Eres una mujer eshstupenda. Y te aprecio mucho."

-“¡YO TAMBIÉN LO MEREZCO, JULES!" Chilla Lady D., encantada. -“¡Y yo también te aprecio mucho!" Los dos se dan un abrazo. Parte del contenido del vaso de Lady D. termina en la espalda de la camisa de Jules.

-“Uy, con este calor, lo que refresca de verdad es un té helado. ¿Queréis un vaso?” Intervengo, con expresión falsamente entusiasta.

Los dos me miran con los ojos bastante vidriosos y un poco sorprendidos, como si acabaran de acordarse de mi existencia.

-“Con mucho hielo, ¿verdad? Y una ración de clafoutis que me sobró de ayer. Es lo único que he cocinado esta semana.” Digo muy rápido, con una sonrisa de maníaca. Tengo la vana esperanza de que si comen algo la moña se les pasará más rápido, así que estoy dispuesta a sacrificar lo único que me queda en el frigo.

Mientras sirvo el té, saco los hielos y sirvo los clafoutis, la conversación parece haber decaído. Cuando vuelvo al salón, Jules ha cerrado los ojos y echado la cabeza hacia atrás en un ángulo extremadamente incómodo, y ronca suavemente, el vaso aún en la mano, apoyado en el muslo en un equilibrio perfecto. Lady D. duerme apoyada en su hombro, la boca abierta y un fino hilillo de baba colgándole del mentón. Su vaso está vacío, en el suelo, a sus pies.

Me siento frente a ellos y los miro pensativa, mientras me zampo tres raciones de clafoutis. Y me digo que no sé sobre qué demonios voy a escribir en el blog esta semana.


Este postre, a medio camino entre el flan y la tarta, es un clásico francés, perfecto para aprovechar toda esa fruta que abunda en verano. Es increíblemente fácil de hacer, y resulta un postre a un tiempo rústico, con un toque campestre (por lo sencillo) y elegante.

Si investigáis un poco, veréis toneladas de recetas en línea, especialmente si buscáis en el idioma de Molière. Mi versión es una propuesta entre muchas, siempre podéis adaptarla.


INGREDIENTES :

-1 cucharada de mantequilla (mejor sin sal)

- 750 gr. de frutas del bosque (yo he utilizado fresas, arándanos y frambuesas, pero se puede utilizar cerezas, moras, melocotones, ciruelas o cualquier fruta que os apetezca), lavadas y bien escurridas (dejar secar sobre un trapo de cocina). Cortar los rabitos de las fresas y abrirlas en dos mitades.

- 3 cucharadas soperas de harina

- Una pizca de sal

- 1/4 de taza de azúcar

- 4 huevos

- 2 yemas de huevo

- 1 taza de leche

- 1 taza de nata líquida

- 1 vaina de vainilla (abrirla con un cuchillo y rascar las semillas), o 1 cucharada de té de esencia de vainilla natural.


- 3 cucharadas soperas de licor de cassis (o en su defecto, de kirsch)

- Más azúcar para espolvorear


ELABORACIÓN :

Precalentar el horno a 190º. Enmantequillar una fuente de tarta (mejor de cerámica, no utilicéis una desmontable, la mezcla es demasiado líquida), o 5 fuentes individuales (me encanta hacer postres en ración individual). Reservar.

Tamizar la harina y la sal y mezclar en un bol. Tamizar el azúcar y añadir. Batir las yemas en un recipiente aparte, y añadir en ese mismo recipiente los huevos, la leche y la nata, y por último, las semillas de vainilla y el licor de cassis. Verter gradualmente la mezcla líquida sobre los ingredientes secos, mezclando bien hasta que todo esté incorporado.

Disponer "con arte" las frutas en los moldes, y verter la mezcla por encima (no se le puede llamar masa, porque será muy líquida). Espolvorear con un poco de azúcar. Hornear hasta que los clafoutis se hayan hinchado y dorado, y los jugos de frutas supuren y desborden. Unos 45 minutos para un molde de tarta grande, unos 25 para los pequeños. Aunque lo mejor es vigilarlos, sobre todo la primera vez que los hagáis.

Sacar del horno y dejar enfriar un poco: los clafoutis se deshincharán, es normal, no habéis fracasado ;-). Servir templado, acompañado de una jarrita con un poco más de nata líquida, si queréis un efecto très français, o de más frutas, como decoración. Degustar en una terraza, balcón o jardín, cuando el sol empiece a bajar un poco. Saborear el verano a grandes cucharadas.

13 comentarios:

  1. Jo... qué buena pinta que tiene ese postre, y yo aún aquí que no he almorzado : ( Te copio otra receta más para hacer en el futuro, cuando acabe con esta locura de exámenes.
    Me encantan tus posts.

    Saludos,
    C.

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  2. holaaa

    jajajajajajajaja

    muy bueno el post, creo que te mandare un par de amigos y amigas a tomar el te, necesitan arrejuntarse ya y no saben como, y por lo que veo, tu cocina hace milagros

    ;-)))

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  3. Hola,acabo de encontrar este blog y está fantástico.El postre con esas frutas tiene que estar delicioso.Tomo nota de esta receta y de alguna otra.De paso me hago seguidora de tú blog.Felicidades por la presentación y las fotos.Un beso desde Galicia de "La ratita en la cocina".

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  4. Me encanta cuando no sabes qué contarnos. Ni que cocinar.
    Queremos la segunda parte de la historia de Lady D. y de Jules.... ¡Qué nos dejas con la intriga!

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  5. Yo en estos momentos también me encontraba descansando y soportando el caluroso día...muy bueno el post...algo debe tener tu cocina que además de postres se cocinan tiernas escenas!

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  6. Si esto es un síndrome de la página en blanco, yo soy Batman. Y aunque nunca te diga nada, las fotos son magníficas. Ánimo y besos. Disfruta el verano, la hiperactividad volverá cuando toque.

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  7. ¡Cómo me gustan tus bloqueos!. A veces me asusta leerte, todo lo que explicas me resulta tan familiar...raro verdad?.
    Un beso

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  8. Dejando al un lado que la receta me la guardo (tengo otra, pero algo distinta)...

    ¿Para cuando "Sirope de Alce, the movie"? Cómo molas :D

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  9. Hace tiempo que sigo tu blog y alguna vez me he animado a preparar alguna de tus recetas, pero lo que quería decirte es que siempre consigues arrancarme una gran sonrisa ¡gracias!

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  10. De los postres que yo hago, el clafoutis (siempre con cerezas con su hueso) es el favorito de J. ¡No se lo pierdan!

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  11. Anónimo C. (caray, qué poco me gusta esto de los anónimos, es imposible dirigirse a vosotros de manera personal sin tener ni siquiera un pseudónimo al que agarrarse :-): pues nada, cuando lo hagas, ya me dirás qué tal te ha salido. Buena suerte con esos exámenes. La próxima vez echa un firmita, anda. Aunque sea un nombre falso :-D.

    JB y Susana: mi cocina sí parece ser propicia a esto de los encuentros, sí. Lo que no sé es si esos encuentros serán duraderos. Pero bueno, más vale un par de semanas de felicidad en mano, que ciento volando ;-).

    Ratita: Bienvenida, te hacemos un sitio y te reservamos una silla. Y cuidado, en esta cocina hay dos gatos :-).

    María: uhm, primero tengo que saber yo misma lo que va a pasar... pero no te preocupes. Continuará. :-)

    Aracne: gracias por los cumplidos, guapa. Ahora necesito un poco de pereza estival (bueno, no tanta, trabajo igual). Pero una pausa de blog viene bien, hace que luego lo coja con más ganas. Por no hablar de que tenemos una ola de calor que hace que ni me acerque a la cocina.

    Cris: familiar... a mí me parece que tú debes de llevar una vida interesante, Cris ;-).

    Monsieur Cocotte: bien sûr que tú tienes otra receta de clafoutis, como no podía ser menos, siendo un clásico entre los clásicos. La peli... si yo no pido más que venderme (bueno, yo no, los derechos de mis historias :-D). Usted también mola, monsieur ;-).

    Miss Lubitel: ah, pues muchas gracias a tí por tomarte la molestia de decírmelo, porque eso es lo que me anima para seguir escribiendo.

    Ander: es verdad, Ander, un día tienes que mandarme la receta de tu ya mítico clafoutis. Un beso(por cierto, ¿tú también te has ido a México?)

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  12. Nooooo, qué va, los billetes están carísimos y estoy tísico (de la tisis de doctorado, quiero decir); de vez en cuando miro si hay algo más baratos, pero nada de nada... La verdad es que tres meses se me hace un poco cuesta arriba, pero dentro de lo que cabe, seguimos nuestra tónica de este último año, tú a Boston y yo a California.., y la tisis me tiene bastante distraído.
    En cuanto al clafoutis, no tengo ninguna receta concreta, suelo seguir una que tengo en un libro de cocina francesa que no es más que una masa de crêpe con cerezas dentro, con algo de nata, mantequilla y vainillina, eso sí... Es un postre facilísimo, el único secreto es que las cerezas sean buenas, y no quitarles el hueso (al comerlo se caen solitos). Mi mítico clafoutis se debe a que doy la brasa y que J. es impresionable para según qué cosas ^^

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  13. Ainssss, que borracheras tan entrañables las que se cogen haciendo trocitos a un ex y engordando la autoestima con "etilicismos"... mola cuando uno las mira de lejos, claro. Pero qué quieres! Aupa con Jules que tiene más razón que un santo. Porque en esta vida uno puede perder los papeles hasta cien veces si hace falta... pero el rollo del higiénico!!!! Ay ese rollo!

    Quita, quita... con lo a gusto que se tiene que estar dando trabajo a los carrillos con ese clafoutis y encima con limonchelo... ah, no queda... un té? hecho. Me apunto también al té... por cierto, el síndrome de la página en blanco es un petardo y de los tochos! uno llega a creer que escribe cuando le apetece pero de eso nada... uno escribe mientras a la señorita inspiración no se le crucen los cables... cachis la muy caprichosa!

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